Voltaire y Chávez
El País, Montevideo
Chávez diciendo que quiere polemizar con el escritor Mario Vargas Llosa y luego desdiciéndose porque sostiene que éste no sería interlocutor válido ya que no es presidente como él. Fidel Castro insultando por carta, a un grupo de intelectuales. Un funcionario venezolano abriéndole las valijas a Vargas Llosa y leyendo las poesías que transportaba. Estas son sólo algunas de las colisiones vejatorias entre tiranos o aspirantes a tiranos y hombres libres que quieren que haya más libertad, que no existan presos políticos, que se acentúe la democracia. Un fenómeno demasiado frecuente en nuestros tiempos.
Curiosamente todo esto evoca un incidente ocurrido hace algo más de 250 años. Un incidente que, entre otras cosas, también tuvo algo que ver con versos. El 13 de junio de 1751, Voltaire salió de París para ir a visitar a un alemán. Voltaire, periodista, historiador y enemigo de la injusticia, soñaba con un mundo mejor. Era un entusiasta de la verdad, la tolerancia y la libertad.
El alemán era Federico el Grande, rey de Prusia, fundador de la Alemania moderna. Había tenido una infancia triste y no se consideraba apreciado debidamente. Tal vez por ello lucía dispuesto a guerrear para imponer sus ambiciones y a ejercer la fuerza, el fraude y la crueldad. Quería hacer todo por sí mismo y, cínico como era, prefería emplear seres inferiores. Sin embargo, a Federico podría considerársele también cultivado, buen músico, y hasta poeta. Sí, poeta. Había compuesto varios poemas. No muy buenos y en francés, pero poemas al fin.
Allá fue Voltaire. Todo parecía predecir un encuentro llamativo entre dos personajes notables. Pero…
La palabra "pero" se reitera en una carta que, desde Prusia, Voltaire le envió a un amigo. Decía: "Las cenas son deliciosas. El rey es la vida de las veladas. Pero. Tengo óperas y comedias, revistas y conciertos, mis estudios y libros. Pero, pero. Berlín está muy bien, las princesas encantadoras, las damas de honor hermosas. Pero." Empezaron a rechinar las relaciones. A veces por motivos increíbles: Voltaire bebía mucho chocolate y Federico el Grande lo racionó. Lo peor fue que Voltaire, quien había ayudado a pulir los poemas del rey, empezó a burlarse de ellos. Finalmente Voltaire sintió que había llegado la hora de irse. Dejó Berlín, estableciéndose momentáneamente en Frankfurt.
Federico advirtió que Voltaire (aparentemente por error), se había llevado una copia de sus versos. Se puso furioso y aunque como rey de Prusia no tenía autoridad en Frankfurt, su policía secreta solía actuar allí. Como era habitual, una vez más utilizó seres inferiores que, pretendiendo hacer méritos, fueron más allá de lo ordenado (revisar el equipaje). Encerraron a Voltaire, lo maltrataron día y noche para que dijera cosas que ellos pudieran contarle al rey y cuando el francés trató de escapar fue detenido y maltratado acrecidamente.
A esta altura, Federico el Grande ordenó la liberación de Voltaire.
No es posible concluir con certeza que Federico, el dictador, haya aprendido algo como resultado del desencuentro. Pero Voltaire, el intelectual libre, aprendió que, como dijo E. M. Forster, "si un hombre cree en la libertad y la variedad, la tolerancia y la comprensión, no puede ni respirar el aire del estado totalitario."
- 23 de julio, 2015
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