Obama y Kirchner, ¿un solo corazón?
Tanto el presidente de la Reserva Federal como el secretario del Tesoro, el jefe del equipo de asesores económicos del presidente y hasta el propio presidente de los Estados Unidos se encargaron en estos días de ratificar que lo que están haciendo, desde el Estado, es sólo para frenar la caída de la economía y evitar otra gran depresión, pero que en cuanto la situación se estabilice volverán a business as usual.
El mensaje explícito e implícito es: “Hemos evitado la depresión. Hemos acabado con el pánico. Seguramente encontraremos el piso de la recesión de corto plazo a finales de este año. Pero los inversores, la oposición política, el resto del mundo, dudan de nuestra capacidad de largo plazo de restablecer un esquema fiscal sustentable y un manejo ordenado de la deuda pública. Y también dudan de nuestra responsabilidad de defender el valor de la moneda internacional de reserva. Muchos creen que vamos a licuar la deuda con inflación o que no tendremos capacidad de liderazgo suficiente para ajustar fiscalmente. Es ese tipo de liderazgo el que se pondrá a prueba en los próximos meses”.
Dicho en otras palabras, el gobierno de los Estados Unidos ha estado reduciendo impuestos, ampliando gastos, emitiendo moneda, bajando las tasas de interés y capitalizando empresas y bancos, en el intento de frenar el pánico de los inversores, la venta indiscriminada de activos, la ausencia de crédito, etc.
Lograron el primer objetivo. Todos los “indicadores de pánico” están bajando. El precio de los activos financieros sube desde los mínimos de hace unos meses.
El diferencial de tasas de interés entre activos de riesgo y activos “seguros” está casi volviendo a los valores precrisis y, lo que es más importante para nosotros, el dólar (refugio del pánico mientras dura) se está debilitando contra el resto de las monedas, en especial la de los “buenos emergentes”, y contra el precio de todas las commodities denominadas en dólares, entre ellas las que les importan a nuestros vecinos y a nosotros (ya no hace falta refugiarse y se venden dólares para comprar otras cosas).
Es cierto, la economía norteamericana sigue cayendo y el desempleo creciendo, aunque a tasas menores. Pero la confianza de los consumidores pega la vuelta y, por lo tanto, se acrecienta la sensación de que lo peor pasó, aunque todavía falta mucho para retomar tasas de crecimiento positivas y normalizar volúmenes de crédito aceptables.
Falta que las familias norteamericanas restablezcan una relación de endeudamiento aceptable. Falta que los bancos reflejen en sus balances los efectos de la recesión. Falta el ajuste europeo. Y también es posible que veamos recaídas en los próximos meses.
Pero lo cuasi seguro es que no habrá otra gran depresión.
Con ese panorama, lo que le empieza a preocupar al gobierno de Obama es poder mostrar que no es sólo el líder de la billetera suelta y desenfrenada que compra acciones de empresas privadas y controla los bonos de los ejecutivos.
Obama necesita también mostrar que es el líder que deja al sector privado retomar la iniciativa y funcionar a pleno. Que puede retomar el orden fiscal y que el Congreso puede acompañarlo en esto. Sobre esto se centran las dudas de largo plazo. Si lo logra, volveremos a un mundo en crecimiento, más modesto y menos exuberante. Si no…
¿Y por casa? Aquí, Néstor, con la excusa de que “Obama también lo hace”, se sigue encargando de aumentar el pánico, en lugar de bajarlo. La dolarización de portafolios –aunque a un ritmo menor– continúa y, por lo tanto, la economía sigue cayendo, aunque también a tasas menores.
Y, a diferencia de la administración norteamericana, todos los mecanismos de intervención utilizados suenan más a permanentes que a transitorios. Se expropiaron acciones de empresas privadas, no para “salvarlas” ni para venderlas en mejores condiciones. Por el contrario, se designan directores y síndicos. En lugar de bajar impuestos, se piensa en subirlos y no se les paga a los exportadores los reembolsos y reintegros a la exportación, reduciendo el financiamiento de las pymes exportadoras. (Mientras, se les pide a las empresas que exporten si quieren importar.)
Se acumulan deudas con proveedores y jubilados, mientras gran parte de los gastos públicos que están aumentando no son transitorios, ni reversibles, si el ciclo cambia (son salarios y jubilaciones). Y la pregunta de los empresarios estos días es: “¿Qué más tienen para expropiar”.
Es cierto que la debilidad del dólar, la mejora de los precios de exportación y la revaluación del real ayudan, y mucho. Y eso permite avizorar una caída moderada, y no una súper crisis. Pero no es menos cierto que la administración Kirchner no da señales de tener intenciones de un futuro repliegue a favor de la iniciativa privada; al contrario, nos amenaza con la “profundización” y encima nos quiere hacer creer que Obama es peronista de la primera hora.
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