La metamorfosis de los jueces

Correo del Caroní

Había una vez un tiempo en que la justicia y los jueces casi no se consideraban noticia. Era más importante cualquier ministro o un simple diputado, y ni que hablar el Presidente de la República, que los miembros de las supremas cortes de justicia. Un juez era casi un funcionario de segunda. Curioso ¿No? Sobre todo tratándose del poder que garantiza los derechos y libertades de los ciudadanos y de los únicos funcionarios que legalmente pueden privar de la libertad a las personas.

Eran tiempos, también, en que los jueces se ocupaban, ni más ni menos, que de aplicar las leyes, sin mirar a quién, sin pretender ser protagonistas, sin excederse de sus funciones y sin plantearse ni preocuparse del sentir de los mandamás de turno. Era cuando un simple campesino se atrevía a desafiar al mismo emperador “porque todavía había jueces en Berlín”.

Ya no es lo mismo. Algunas cosas han cambiado: en el mundo y en la región. Como con el huevo y la gallina no se sabe bien qué fue primero, si la politización de la justicia o la judicialización de la política. La cuestión es que, por un lado, los propios políticos para resolver sus conflictos e imponer sus verdades y razones comenzaron a recurrir a los tribunales. Por el otro, surgió una nueva clase de jueces “arquitectos sociales” que se sintieron con facultades para “gobernar” y que simultáneamente buscan ser “estrellas” a cualquier precio. Como consecuencias de todas estas “tendencias y cambios” ha resurgido una tercera clase de jueces, que ya existió en el pasado -los jueces que estaban a la orden del dictador y cumplían con sus instrucciones (sin ir más lejos ver Fujimori y Montesinos)- pero más maquillados y disimulados en ese peligroso proceso de politización.

No lo son todos, ni siquiera la mayoría, pero ya son demasiados y hasta explican algunas extrañas coincidencias y ciertos parecidos. Por ejemplo: en Argentina el ex presidente Néstor Kirchner, esposo de la presidenta de la nación, y sin duda el hombre de mayor poder en ese país -esto ya nadie lo niega- resolvió adelantar unas elecciones legislativas, que serán el próximo 28 de junio, y así parar un viento en contra cada vez más fuerte y medir su prestigio a nivel popular. Por esa razón es que se lanzó como candidato a diputado.

Pero parecería que Kirchner sobrevaloró sus fuerzas. Incluso, como que le ha valido de poco utilizar todos los medios y recursos del Estado en apoyo de su campaña. Y aquí aparece el tema de las coincidencias y de la gestión judicial: cuando las encuestas comienzan a serle desfavorables a Kirchner aparecen o se desentierran causas judiciales contra los candidatos que compiten con él.

El principal caso es el que involucra al diputado Francisco De Narváez, quien, según algunos sondeos, le ganaría a Kirchner. Un detalle: el juez que “reflotó” el expediente de De Narváez, “afronta 36 pedidos de juicio político” en su contra, para ser despedido.
 
Otro detalle peor: Kirchner se anticipó al juez y anunció que De Narváez “en los próximos días iba a estar involucrado en una causa” judicial. ¿Será adivino?

Quizás sea que en la Argentina de los Kirchner, haya una nueva jurisprudencia similar a la que “hace carne” en Venezuela y Bolivia. Hugo Chávez, por ejemplo, pronosticó las dificultades judiciales que iban a tener el gobernador de Zulia y candidato presidencial de la oposición Manuel Rosales, el presidente de Globovisión, Guillermo Zuloaga y el ex ministro del Interior general Raúl Baduel, que se animó a hacerle frente, y ganarle. Pronósticos similares ha hecho Evo Morales en Bolivia tal cual los hacía Fujimori en Perú. Y lo inquietante es que, según parece, siempre hay un magistrado a la orden.