La noticia que arruinó todo
WASHINGTON.- No es que todo estuviese muy bien antes de que el ayatollah Ali Khamenei confirmara que los iraníes y el mundo disfrutaremos de una nueva presidencia de Mahmoud Ahmadinejad.
Pero antes de ese anuncio tuvimos un par de semanas anormales. Fueron semanas en las cuales pasaron cosas que nos dieron algo de alivio frente al torrente de calamidades y malas noticias a las que nos hemos acostumbrado desde hace un tiempo en Medio Oriente.
El discurso de Barack Obama en Egipto, por ejemplo, fue una buena noticia [seguido, ayer, por el de Benjamin Netanyahu]. Hasta Khaled Meshaal, el líder de Hamas, lo tuvo que reconocer: "Indudablemente, Obama nos habla con un nuevo lenguaje. Si Estados Unidos desea dar vuelta la página, nosotros definitivamente le daríamos la bienvenida".
De las palabras a los hechos hay mucho trecho, y los discursos se olvidan, pero es mejor oír este intercambio de palabras que las que normalmente oímos entre Hamas y los estadounidenses. Esa misma semana, y en esa misma región, tuvo lugar otro evento igualmente refrescante: el debate televisado entre Ahmadinejad y su principal rival, Mir Hossein Moussavi. "Usted ha dañado la reputación de nuestro país, ha promovido extensos conflictos con otros países, y sus métodos nos van a llevar a una dictadura", le dijo Moussavi al presidente iraní en un programa visto por millones de espectadores. Estas tampoco son las palabras que normalmente intercambian por televisión los líderes de la teocracia iraní.
También nos llegaron buenas noticias del Líbano. En un país donde, durante décadas, las rivalidades políticas se han solucionado a tiros y donde la influencia de la vecina tiranía siria y de Hezbollah, apoyado por Irán, ha sido determinante, hubo elecciones pacíficas. Ganó una coalición de partidos aliados en su rechazo a la influencia siria, a la interferencia iraní y a la violencia de Hezbollah.
Por supuesto que Hezbollah no ha depuesto las armas, que Siria e Irán no van a dejar de tratar de controlar el Líbano y que la violencia puede estallar de nuevo. Pero, a pesar de todo esto, las elecciones del Líbano nos trajeron una bocanada de aire fresco.
Las buenas noticias también llegaron de otros lugares de los que no las esperábamos. En el distrito de Dir, en el norte de Paquistán, más de 1000 pobladores enfurecidos decidieron organizarse para erradicar a los talibanes de sus pequeños pueblos. Hasta hace poco esto era inimaginable. En esas provincias limítrofes con Afganistán, la gente veía con simpatía a los talibanes y sus intentos de implantar las leyes islámicas. Había fuerte rechazo a cualquier intervención militar contra ellos.
Ahora, la popularidad de los talibanes se ha desplomado y los ataques del ejército paquistaní, con el apoyo de la población, los han obligado a replegarse. Trágicamente, el costo humano ha sido devastador. Dos millones y medio de paquistaníes han sido desplazados de sus viviendas, en lo que la ONU describe como el mayor y más rápido desplazamiento de refugiados desde el genocidio de Ruanda. Por ahora, la opinión pública culpa a los talibanes de esta tragedia, pero la desesperante situación puede llevar a una explosión política contra el gobierno paquistaní.
Al-Qaeda
A la red Al-Qaeda tampoco le está yendo bien estos días en Paquistán. Muchos de sus líderes están abandonando sus refugios en la zona fronteriza y tratando de llegar a Somalia y a Yemen, donde ven un ambiente más hospitalario para sus operaciones. Sus cúpulas han sufrido importantes bajas en los últimos tiempos. Los líderes de Al-Qaeda en Paquistán se han quejado públicamente de la falta de dinero y armas. Esta red terrorista no va a desaparecer. Pero es bueno enterarse de que las cosas no les están saliendo como a ellos les gustaría.
Esta extraña racha de relativamente buenas noticias se ve ahora truncada por el anuncio del líder supremo de Irán, quien ha explicado que el abrumador (y probablemente fraudulento) margen de victoria de Ahmadinejad es "una señal divina".
Ya está. Eso es todo. Habló el ayatollah. Y millones de iraníes (y el resto del mundo) vivirán con las consecuencias. Pero él también. Y una de las consecuencias es que ya no podrá seguir aparentando que Irán es una democracia y que él no es el responsable del estancamiento económico, la pobreza, la inmensa corrupción y la brutal represión que caracterizan al país donde manda.
Durante años, Khamenei ha podido desvincular su papel como jefe supremo de la responsabilidad que tiene por el mal manejo de su país. Ya no. De ahora en más, es a él y no al presidente de Irán a quien hay que señalar como el responsable de lo que pase en el país.
EL PAIS, SL
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