Madrid – El nombre de Jacob Ziv quizás no suene a muchos, pero sus ideas están presentes en la vida diaria de cada uno de nosotros, en actos tan cotidianos como escuchar una canción en el MP3, ver una película en DVD o enviar a un amigo por el correo electrónico las fotos de las últimas vacaciones. Sin el trabajo de este profesor de Ingeniería israelí ni siquiera sería posible leer estas líneas o, al menos, seguro que se leerían de forma diferente.
Ziv fue el primero en comprimir archivos mediante algoritmos, lo que supuso el despegue de internet. Sus teorías han inspirado la creación de archivos informáticos de MP3 (para sonido), GIF, JPG o PNG (imagen), PDF (texto), memorias de ordenador o módems informáticos. El programa ZIP (Ziv Compression Packing) lleva su apellido. «No me preguntaron para utilizarlo, pero me sentí feliz», asegura. A sus 78 años, sigue en activo. Estos días se encuentra en Madrid para recibir el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, en la categoría de Tecnologías de la Información y la Comunicación.
-Cuando creó su famoso algoritmo para comprimir datos, ¿era consciente de la repercusión que tendría?
-Al principio, mi colega Abraham Lempel y yo intentábamos resolver un problema matemático. Eran los años 70 y en Europa se empezaba a hablar de bits, así que sabíamos que la idea iba a interesar, aunque todavía era temprano. Con el desarrollo posterior de la tecnología de los ordenadores y la necesidad de comunicación espacial, estos resultados teóricos tuvieron un importantísimo sentido práctico.
-Hasta el punto de que hoy en día no podemos vivir sin ellos.
-Para que una cosa se haga célebre, no sólo tiene que ser buena, sino que tiene que ser simple y popular, que mucha gente la use y la adapte a su manera. La idea era muy sencilla: remitirse a una información que uno ya ha procesado anteriormente. Por ejemplo, si tú pones «R se une a RM», piensas que es «Ronaldo se une al Real Madrid», pero tienes que saber algo sobre ello, necesitas un conocimiento previo.
-Sin embargo, usted no patentó su idea y perdió la posibilidad de recibir un canon por cada MP3 descargado o DVD vendido. Su fortuna actual no tendría límites. ¿Cuántas veces se arrepiente al día?
-Ninguna. Ninguna, porque Lempel y yo intentamos interesar a una compañía y fracasamos por razones que ocurren cada día en la industria de la alta tecnología. Si no lo hubiéramos intentado, sí lo lamentaríamos. Pero quiero enfatizar algo: por encima de una patente, lo que queríamos era que el algoritmo se aplicara, que llegara al mercado antes que los demás.
-Sus investigaciones han permitido el intercambo de archivos. ¿Qué opina sobre los derechos de autor?
-Estoy a favor de la información abierta. Ni siquiera es práctico pensar en frenar la difusión de las nuevas ideas. Como científico, apuesto por la apertura del conocimiento. En cuanto a la industria, mi experiencia personal es que las empresas sólo buscan proteger sus iniciativas con patentes. Que alguien se apropie de las ideas de otros no me preocupa, la comunidad sabe quién es el autor. Y esto se aplica también al dominio del arte y de la música. Sin embargo, sí me preocupa el exceso casi infinito de información en internet.
-¿En qué sentido?
-Hay que separar la buena de la mala información, discernir lo verdadero de lo que no lo es. Me preocupa que en los medios de comunicación se le dé el mismo peso a la astronomía que a la astrología, y esto es algo que se ve claramente en internet. Incluso habrá que plantearse si es necesario pagar por la buena información.
–¿Y eso no es algo contradictorio?
-No, no. Es como cuando vas a una librería y te compras un libro porque alguien te lo ha recomendado mucho. Pero esto no se puede exigir, estoy en contra de cualquier tipo de reglamentación.
-¿Internet ha cambiado la forma de trabajar de los científicos?
-Hay más posibilidades gracias a internet. Yo tengo una biblioteca tres plantas más abajo y en los últimos cuatro años no he puesto un pie en ella. No lo necesito, porque tengo esa información en internet. Además, publicar un artículo es más rápido y es más fácil colaborar con la gente on line.
-¿Su algoritmo tendrá otras aplicaciones en el futuro?
-Estamos trabajando en que la compresión de datos se aplique a la biología computacional. Se trata de ver de dónde provienen las distintas especies, cuál es su ancestro gracias a este modelo.
-¿Y en el ámbito de las tecnologías de la información? ¿Qué nos encontraremos?
-Es muy difícil predecir el futuro. En la cultura hebrea decimos que las profecías están en manos de tontos, pero sí podemos decir que habrá sorpresas muy importantes en este campo.
-¿Se siente orgulloso al saberse el «padre» de tecnologías que se usan tantas veces a diario?
-Sí, llevo treinta años feliz. No soy rico pero tengo otras compensaciones, además de este premio.