Bolivia: Los politiqueros
En otros tiempos la universidad boliviana era el crisol de las nuevas ideas políticas, la cuna de los futuros líderes. En los pechos juveniles se estrellaban los gobiernos autoritarios y eran el corazón del sentimiento nacional. Hoy, con algunas pocas excepciones, a los jóvenes parece importarles un pepino el país. Ni siquiera las carencias académicas del alma mater los conmueven. El mayor interés es prepararse. ¿Para sacar el cartón? No. Para bailar en la próxima "entrada universitaria''.
Quizás por esto es que el manejo de la cosa pública, desde hace años, se ha dejado en manos de unos politiqueros ambiciosos, impreparados y hasta ignorantes. ¿O es que alguien recuerda un parlamento que haya hecho historia en Bolivia en los últimos 70 años?
Obviamente hubo algunos legisladores dignos de este nombre, como el caso de Marcelo Quiroga Santa Cruz, pero un parlamento como el de principios de los 40 nunca más se dio en el país. La merma en la calidad de vida se advierte también en la clase dirigente. Los politiqueros mediocres se han sucedido en función de gobierno ininterrumpidamente, con muy marcadas excepciones.
Por eso el hastío del electorado al que se lo engatusó con consignas o se le ''vendió'' candidatos. El fruto de ese hartazgo fue el régimen del ''cambio'' que ahora padecemos. ''Hasta Evo Morales es preferible a la manga de corruptos que nos gobiernan'', se decía entre gentes de la clase media que entusiastas votaron hace tres años por el líder cocalero.
El ''cambio'', como lo estamos comprobando amargamente no es sino de unos hombres por otros más ambiciosos, más corruptos, más demagogos y sobre todo más incapaces, propietarios de ideas que periclitaron en la Europa del este y que sobreviven en nuestro patio en la ''isla-cárcel'' del Caribe.
Si en las universidades reverdeciera el pensamiento político, esta es la hora en que los jóvenes hubieran obligado a los partidos a replantearse su rol dentro de la sociedad boliviana, a luchar por labrarle un futuro al país. Como esto no ocurre, la clase dirigente con casi los mismos rostros de antaño y un mensaje repetitivo no le llega al votante.
Así, Morales tiene asegurada su reelección en diciembre. Los ocho precandidatos que se le opondrán no caen en cuenta de que sin la unidad van directamente a una derrota segura. Ni siquiera será necesario apelar al fraude, porque el gobierno arrancará con un colchón de un 40 por ciento de los votos, mientras su rival más votado alcanzaría un ocho por ciento.
Cuando uno lee la prensa nacional, que sirve de termómetro de la realidad boliviana, uno encuentra que nueve de 10 columnistas escriben alarmados sobre el rumbo de Bolivia. Unos politiqueros, con el añadido de ser unos resentidos sociales, están destruyendo el país. En lo único que son buenos, con una catarata de petrodólares, es en mantener un colosal aparato comunicacional que sirve para hacerle creer a la masa manipulable que por fin Bolivia tiene el gobierno que se merece. La oposición no responde, no porque no tenga argumentos, sino porque no sabe exponerlos. No hay los hombres apropiados porque la Universidad dejó hace añales de producirlos.
El autor es abogado y periodista.
- 23 de enero, 2009
- 23 de diciembre, 2024
- 24 de diciembre, 2024
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