Cuba e Irán
Por Nicolás Perez
No es que Cuba e Irán sean dos perros de diferente collar sino que son dos perros que aparentan ser totalmente diferentes. Irán es una teocracia democrática y Cuba una dictadura unipersonal. En Irán el gobierno está dividido entre el Consejo de Guardianes, la Asamblea de Expertos, el Parlamento de los majlis y el presidente de la República; en Cuba el poder está concentrado en un solo hombre: Fidel Castro. Al presidente iraní, Mahmud Ahmadenijad lo puede destituir el líder supremo de Irán, Alí Jamenei, y la Asamblea de Expertos; a Castro tan sólo una bala.
La situación de quienes hoy gobiernan la teocracia iraní no es fácil. Uno puede enfrentar con facilidad las estadísticas, cinco, diez o mil muertos, pero es difícil combatir los símbolos. Pasó en Cuba, cuando en una manifestación estudiantil murió a los pies de la Colina Universitaria, de un modo totalmente fortuito, el estudiante Rubén Batista, ahí comenzó el conteo regresivo del régimen militar batistiano. Nadie de mi generación puede olvidar el fusilamiento del estudiante vietnamita Nguyen Van Troi el 15 de octubre de 1964 ni las fotos del estudiante checo Jan Palach, que hace 32 años se dio candela en la plaza Wenceslao de Praga protestando contra la invasión soviética a Checoslovaquia. Las palabras concientizan pero las imágenes fulminan el alma como un rayo. El asesinato de la joven iraní Neda Agha Soltan, de 26 años, puede tener consecuencias imprevisibles para el régimen de Teherán.
En todo este maremágnum el gobierno de Barack Obama se ha mantenido cauto. Después de su discurso en El Cairo que estremeció los cimientos del mundo islámico, el presidente de los Estados Unidos se ha mantenido observando con atención e incluso crítico, pero a distancia prudencial de lo que ocurre en Teherán. Porque el mayor favor que Washington le podía hacer a los ayatolas radicales, sería intervenir en los asuntos internos de Irán y regalarles en bandeja de plata exactamente lo que ellos necesitan en este momento con desesperación: un enemigo. Al enemigo yanqui enfrente. Al gran Satán apoyando a su oposición. Para distraer la atención del pueblo iraní en la lucha por su libertad, para distraer la atención del mundo de los crímenes que están cometiendo los guardianes revolucionarios contra un pueblo desarmado e indefenso, para avivar el fuego del nacionalismo árabe.
Esta situación debe tener al régimen de La Habana preocupado. Ya saben que medio siglo de férrea dictadura se pueden ir a todos los diablos en cinco minutos. Después del triunfo de la revolución de los ayatolas en enero de 1979, hubo tres décadas de control absoluto en el tercer país productor de petróleo del mundo, y una situación económica grave mezclada con una pizca de deseo de libertad ha hecho que la olla de presión reviente.
Y lo más grave, esta revuelta la oposición la ha hecho a base de tecnología. Ahora las dictaduras para mantener su control van a tener que atacar violentamente y sin una gota de pudor, cosa que de algún modo han hecho siempre, la modernidad y el progreso.
El nombramiento del fundador de los Servicios de Inteligencia y Seguridad Interior de Cuba, Ramiro Valdés Menéndez, el 31 de agosto del 2006, como Ministro de Información y Comunicaciones, no fue un gesto de unidad ni una casualidad, sino el búnker cubano adelantándose a los acontecimientos y tomando las más extremas precauciones para combatir una posible y futura oposición tecnócrata, que ya comenzó con los blogs de Yoani Sánchez. Y ahí ya está Ramirito en su salsa, en lo suyo, con dedicación y enfermiza pasión y vocación combatiendo y prohibiendo la televisión satelital, el Internet y lo que cuelga. Persiguiendo antenas parabólicas en los tejados, colocando micrófonos a gente como Lage y Pérez Roque. Pero en este nombramiento hay un error de cálculo. Esto no es un asunto de fuerza bruta sino de inteligencia. No es posible encarcelar celulares, ni torturar a Twitters, ni hacer hablar a YouTube.
Por último, a pesar de que un íntimo amigo me llama Cándido el Optimista, todos mis cálculos los baso siempre en hechos. Y pienso que la libertad de Cuba está hoy a un simple latido del corazón de Fidel Castro. Al cual le recomiendo, que ante las barbas de su amigo Mahmud Ahmadinejad ardiendo, ponga las suyas en remojo.
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