Argentina: Los condicionamientos económicos
La economía argentina llega al fin del primer semestre con serios problemas que, salvo que se produzca un profundo cambio de rumbo, la llevan a un callejón sin salida, con complicaciones crecientes en la segunda parte del año. Los problemas más acuciantes son el fiscal, el nivel de actividad, que se traduce en serios problemas de ocupación, y la cuestión cambiaria.
Por el lado del flanco fiscal, la suba del gasto público hasta niveles récord se transformó en infinanciable con los recursos impositivos. Hasta ahora, sólo se evitó una crisis fiscal mayor mediante diferentes mecanismos, como la postergación de los pagos a proveedores, demoras en las devoluciones y reintegros del IVA por exportaciones, los ingresos que antes iban a las AFJP, que ahora el Estado utiliza para financiar sus gastos y las crecientes transferencias del BCRA al Tesoro.
En los primeros cinco meses de 2009, los ingresos corrientes subieron el 9% frente al mismo período del 2008, mientras que los gastos corrientes crecieron el 23,5%. Si miramos los ingresos totales contra los gastos totales, los aumentos fueron del 9% contra el 27% de suba en las erogaciones. Esta situación se repite desde hace meses, pero en mayo se agravó, ya que los ingresos corrientes cayeron el 2% en términos absolutos respecto a mayo de 2008 mientras los gastos corrientes subieron el 21%. Puesto en otras palabras, si a una familia le ingresan 10 pesos más y gasta 30 pesos más, en algún momento tendrá problemas. Y, peor aún, si a una familia le caen los ingresos y, al mismo tiempo, incrementa sus gastos, el final no puede ser feliz.
Hay un dato fiscal que no es menor. Cuando se miran los ingresos impositivos (sin considerar los aportes al sistema previsional ni los ingresos por tasas y otros conceptos) del sector público nacional, luego de coparticipar a las provincias, se encuentra con que en los primeros cinco meses del año los ingresos por impuestos bajaron el 0,3% en términos nominales.
¿Por qué causa el Estado está perdiendo ingresos? Porque la actividad económica cae a pesar de los datos que informa el Indec. Sólo con ver la caída del 49% de las importaciones en mayo último, y las fuertes bajas de los meses anteriores, se advierte la agonía de la actividad económica. Agonía generada en errores propios con escasa influencia de la crisis internacional.
Otro dato que refleja la baja en el nivel de actividad tiene que ver con la recaudación total. Los datos sobre ingresos impositivos comentados anteriormente son ingresos impositivos para el gobierno federal luego de la coparticipación. Si se miran los ingresos totales antes de la coparticipación, también se observa una notable baja en el ritmo de crecimiento, y si los corrige quitándole los trucos de demorar reintegros de IVA y los fondos de las AFJP que el año pasado no se incluían en los ingresos el sector público, la reducción en el ritmo de crecimiento es más pronunciada, lo que refleja, también, las complicaciones fiscales provinciales. Tasas anuales de aumento de la recaudación del 7%, frente a una inflación no inferior al 15% anual indican una gran caída en términos reales de los ingresos impositivos, frente a un gasto público desbordado en su crecimiento y con bajísima calidad.
Frente a este escenario, no son muchas las opciones que hay para corregir el problema fiscal: a) se reduce el gasto, b) se confiscan activos para financiar el desajuste, c) se emite moneda o d) se devalúa. No incluyo la alternativa de financiar con créditos porque la Argentina está fuera del mercado de deuda.
La reducción del gasto parece poco probable, dado que es mala palabra hablar de reformar el Estado. Quedan, como alternativas de financiamiento, la confiscación de activos, la emisión monetaria y la devaluación. Con cualquiera que se elija, la fuga de capitales se acentuaría, la inflación crecería y el salario real bajaría. Teniendo en cuenta que algo más de la mitad del gasto corriente son jubilaciones y salarios, una devaluación con un salto inflacionario licuarían el gasto público mejorando los ingresos del Estado por el lado de los derechos de exportación mientras que el IVA se cobraría sobre niveles de precios más elevados. En definitiva, no es nada nuevo lo que digo; es la historia de la Argentina. Se distorsionan los precios relativos, sube el gasto, se controlan los precios y se regula hasta que el modelo se transforma en infinanciable y se termina devaluando para licuar los ingresos fijos.
La perspectiva de la devaluación aparece con mayor firmeza, si se considera que el tipo de cambio real alto se diluyó luego de la devaluación del 2002. Los incrementos de precios internos frente al dólar casi fijo se comieron el tipo de cambio real y el llamado tipo de cambio competitivo dejó de serlo. Una corrección fiscal -licuando salarios y jubilaciones- mediante una devaluación tendría que ser llevada a cabo permitiendo una mayor fuga de capitales o bien con el BCRA emitiendo moneda para subirlo. En el primer caso, la solución al tipo de cambio real tendría como contrapartida más recesión, menor liquidez en el mercado y profundización de la recesión, salvo, claro está, que se piense que los países crecen cuando se fugan los capitales.
Mejores reglas de juego
La segunda opción, emitir para subir el tipo de cambio, aceleraría el proceso inflacionario en el medio de una profunda recesión, sin que se aseguren más exportaciones dadas las condiciones internacionales y por los desincentivos a que fue sometido el sector agropecuario.
Sin inversiones por falta de certeza en las reglas de juego, con el consumo apretado por la caída del ingreso real y el aumento en la tasa de desocupación y las exportaciones condicionadas por impuestos y prohibiciones de exportación, no se visualiza la forma en que podrá salirse de la actual recesión. Si se agrega que las políticas de reactivación artificial a través del gasto público están agotadas porque se usaron en el pasado y ya no hay margen para financiar más gasto; el nivel de actividad está muy comprometido y los problemas de ocupación adquieren mayor dimensión.
Estos escenarios se podrían evitar apostando a fortalecer la seguridad jurídica, el respeto por los derechos de propiedad, el establecimiento de políticas públicas de largo plazo y una profunda reforma del sector público y del sistema tributario para incentivar la inversión. Este camino es más largo y más duro de transitar, pero asegura el éxito en el mediano plazo. Sólo el anuncio de un cambio de rumbo que suene convincente reconstruiría la confianza para comenzar a salir del pozo porque cambiarían las expectativas de los agentes económicos.
La otra alternativa, la de devaluar, confiscar y emitir ya la probamos infinidad de veces y sabemos de sobra cuál es el resultado. Más pobreza, más desocupación y profundización de la crisis.
El autor de la nota es economista.
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