La reelección presidencial, cáncer político de Latinoamérica
La crisis política que vive Honduras puede fácilmente inscribirse en el tragicómico destino latinoamericano. El presidente Manuel Zelaya, elegido el año 2006 por cuatro años, al final de su período, ha iniciado una consulta (encuesta la ha llamado) cuyo paradero es una reforma constitucional que le permita reelegirse. La Constitución hondureña no sólo prohíbe la reelección, sino que sanciona con la destitución inmediata al funcionario que la proponga o promueva, y con la inhabilitación por 10 años (Artículo 239 constitucional). Pero allí no queda la cosa, la consulta la propone el presidente Zelaya sin control del órgano electoral hondureño y en contra de la opinión del Tribunal Supremo, de la Fiscalía, del Congreso y de las Fuerzas Armadas.
Zelaya, que es hijo de un rico hacendado, le gusta animar las fiestas con su guitarra y sus canciones (en YouTube hay material ilustrativo), contrajo en los meses finales de su periodo constitucional la fiebre populista, que es endémica en nuestra región. Ataviado con un sombrero de ganadero norteamericano, de victimario ha pasado a víctima, de violador de la Constitución ha pasado a acusador, y con un lenguaje de genuino corte cantinflérico ha pretendido justificar lo injustificable: su perpetuación en el poder.
Una mirada rasante a nuestro desdichado subcontinente nos muestra a Costa Rica gobernada por Oscar Arias, por segunda vez y luego de una reforma constitucional que la Corte Suprema tica había declarado violatoria de derechos ciudadanos. En República Dominicana gobierna Lionel Fernández por tercer período (lleva acumulados 12 años en dos tramos), en un país donde Rafael Leónidas Trujillo (a) “Chapita”, asqueroso dictador, gobernó sin escrúpulo alguno durante dos periodos que suman 18 años, y su cercano colaborador, Joaquín Balaguer gobernó durante 24 años con reformas constitucionales que se acomodaron a sus ambiciones.
La torturada isla de Cuba es otro caso: una pandilla envejecida, en nombre de la revolución y el marxismo leninismo, gobierna desde hace 50 años en medio de la miseria y la represión del pueblo. Fidel Castro, que gobernó 48 años, decrépito y enfermo, entregó el poder a su hermano Raúl Castro, de 78 años de edad, que, si Dios no dispone otra cosa, gobernará hasta su muerte, en un país donde decir que Fidel es un viejo inútil puede comportar cadena perpetua.
En Colombia Alvaro Uribe, luego de una reforma constitucional que él mismo promovió, y que permitió la reelección inmediata, fue electo para un segundo periodo que ejerce actualmente. Un fuerte movimiento, que él no alienta públicamente pero que su hijo sí incita, promueve una nueva reforma constitucional que le permita postularse para un tercer periodo.
En Perú Alan García gobierna por segunda vez. Cantante aficionado como Manuel Zelaya, su primer gobierno (1985-1990, tenía 37 años cuando lo inicia) fue tan controversial y crítico en el terreno económico que le entregó el mando al sátrapa de Alberto Fujimori, que ganó las elecciones.
En Bolivia gobierna Evo Morales, y luego una tormentosa y larga discusión acaban de aprobar una reforma constitucional que permite la reelección inmediata del presidente, por una sola vez. Mucho hilo falta por tejer.
En Chile Eduardo Frei (hijo), que como su padre homónimo fue ya Presidente de la República (1994-2000), aspira a un segundo mandato por la Concertación Democrática. Se piensa que esta candidatura, vieja y conservadora, le abre camino a la derecha chilena, de infaustos recuerdos.
Argentina, ya se sabe, es un país incomprensible. La nube maldita de Perón parece que no se mueve de su cielo político. Nadie entiende a La Argentina. Perón puso a su segunda mujer, Isabel, en la presidencia en lo que fue el origen de una de las peores tragedias de Argentina. Néstor Kirchner, presidente de 2003 a 2007, le entregó la banda presidencial a su esposa Cristina, actual presidenta de la nación. Hoy, en unas elecciones legislativas, en las que Néstor Kirchner -caudillo argentino- es candidato, puede decidirse el destino del país. Nadie descarta que vuelva a ser candidato a la presidencia ¿y por qué no?, presidente otra vez. Al fin y al cabo es Argentina donde, como en Venezuela, lo absurdo es lo normal, lo cotidiano.
¿Valdrá la pena repetir lo que ocurre en Venezuela donde cada presidente se cree Simón Bolívar?: el presidente Chávez, luego de reformas constitucionales, enmienda perdida, absoluto control electoral e institucional y una pregunta enredada logró consagrar constitucionalmente la reelección indefinida, perpetua. Lleva 10 años gobernando, dice que gobernará hasta el 2029.
El mal de América Latina es la corrupción de la que deriva la esencial corrupción del poder político, que es su expresión más visible. La mayoría de estos países, Venezuela incluida, son países arruinados y miserables, pasto de todas las enfermedades, carencias y delincuentes, en los que sólo se discute el poder para un hombre y su camarilla. El pueblo y la democracia sirven sólo para los discursos.
Zelaya y Honduras, país de mil miserias, repiten en estas horas un viejo libreto, un destino maldito de los países de esta región llamada Latinoamérica: un hombre que se cree indispensable, salvador, ungido de Dios para gobernar siempre y dejar, al final, fatalmente, más hambre, más atraso, exclusión y miseria. Zelaya no es un caso, es un prototipo que se reproduce, como el cáncer, en el tejido de las naciones de América Latina.
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