Argentina: El rey ha muerto
Ayer, el pueblo le dijo que no a Néstor Kirchner. Pero no le dijo que no a la banca de diputado a la que tendrá derecho sino al objetivo principal que Kirchner buscaba obsesivamente desde 2003: obtener todo el poder por todo el tiempo. Según la Constitución, las elecciones de ayer eran "menores", intermedias. Llevado por su ambición, Kirchner trató de convertirlas en un plebiscito en dirección de lo que en verdad quería: el acceso a un tercer mandato presidencial consecutivo en 2011. Pero, como dijo Fernando Henrique Cardoso en su momento: "tres períodos consecutivos, es monarquía". A lo que le dijo que no el pueblo ayer, por ello, fue a la monarquía. Ayer ha muerto un rey.
Cuando moría un rey, el anuncio habitual de las monarquías absolutas era "El rey ha muerto, viva el rey". El segundo rasgo notable de la elección de ayer ha sido que, después de dictaminar que un rey ha muerto, el pueblo no vivó a ningún otro rey. Proyectó a varios presidenciables en dirección de 2011 como Reutemann, Cobos y Macri pero, al no abrirle a ninguno de ellos la puerta de una posición dominante, no coronó a ningún nuevo aspirante a la dictadura. El mensaje del pueblo fue, al contrario, que en la Argentina que viene ya no habrá ningún "hiperpresidente" sino simplemente un presidente de la Constitución, un presidente "republicano". A lo que el pueblo le dijo que sí ayer, en cambio, fue a la restauración de la República que Kirchner había interrumpido en 2003. El "poskirchnerismo", que también ha nacido ayer, se anuncia por lo tanto bajo el signo de la Constitución y el pluralismo.
La Argentina, según lo acabamos de comprobar, no es Venezuela ni tampoco Honduras. La falla cardinal del absolutismo kirchnerista radicó en su concepción no republicana del poder, porque aspirar a un poder ilimitado en el espacio y en el tiempo es sencillamente irrealizable en nuestra democracia. La racionalidad, según Max Weber, consiste en concebir primero un fin realizable para escoger después los medios idóneos para alcanzarlo. Si el pueblo hubiera consagrado ayer un resultado "mixto", una elección en cierto modo "empatada" por ejemplo con el triunfo eventual de Kirchner en la provincia de Buenos Aires aunque no en otros grandes distritos como Santa Fe, Córdoba y la Capital, el país habría sufrido una larga y traumática transición desde el kirchnerismo hasta el poskirchnerismo. Esta transición también habría triunfado al fin, pero en circunstancias más penosas que la sabiduría del pueblo supo evitar. El rey ha muerto, pero tan importante como comprobarlo es saber que ayer no dijimos "viva otro rey" y que la cabeza del que pretendiere reiterar desde otro lugar la desmesura kirchnerista, rodaría bajo la inexorable guillotina del ridículo.
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