La polarización arrastra a Honduras al borde del caos
TEGUCIGALPA.- El derrocado presidente Manuel Zelaya no se puede quejar. Cuando mañana retorne a Honduras con su sombrero de ala ancha y su sonrisa de telenovela lo estará esperando todo el mundo en el aeropuerto de Tegucigalpa. Sus seguidores, para darle la bienvenida, y los golpistas, para ponerlo tras las rejas. Si nadie entra en juicio a tiempo, la polarización amenaza con dejar a este empobrecido país centroamericano al borde del caos político y social.
El presidente de facto, Roberto Micheletti, y el jefe del Estado Mayor del Ejército, Romeo Vásquez, los dos cerebros del golpe cívico-militar del pasado domingo, coincidieron ayer en que si regresa Zelaya será arrestado y juzgado.
El fiscal general del Estado, Luis Alberto Rubí, tiene ya redactada una orden de captura por 18 delitos, entre ellos abuso de autoridad y traición a la patria. El nuevo canciller, Enrique Ortez, fue más allá al acusar a Zelaya de narcotraficante: "Tenemos pruebas de aviones que aterrizaban con cocaína y de avionetas venezolanas con dinero del narcotráfico".
Sobre el "peligro" que corre el presidente cuando aterrice en Honduras advirtió ayer su homólogo venezolano, Hugo Chávez, quien insistió en que no se quedaría con los brazos cruzados si le ocurre algo a Zelaya.
Ejemplo de la fractura social que vive Honduras fue la convocatoria de sendas marchas en Tegucigalpa. Los partidarios del gobierno golpista de Micheletti tomaron el Parque Central de la capital para secundar el derrocamiento de Zelaya, cuyos seguidores también se volcaron a la calle y prometieron marchar mañana desde todos los puntos del país hasta el aeropuerto para recibir a "Mel". Versiones sin confirmar daban cuenta ayer del bloqueo policial a unos 70 ómnibus con partidarios de Zelaya que se dirigían a la capital.
Convocados por Micheletti a través de una organización denominada Unión Cívica Democrática, miles de simpatizantes colmaron el Parque Central, muchos de ellos portando la bandera nacional hondureña y carteles contra el gobierno legítimo: "No a las mentiras de Mel (Zelaya) y Chávez".
Cantando el himno recibieron a Micheletti, quien, apoyado por los mandos militares del país, arengó a los concentrados en el más puro estilo castrense: "Cuando escuché a un señor de Venezuela [Chávez], que dijo que iba a venir a atacar Honduras, mi contestación fue: «Señor, en este país somos siete millones y medio de soldados»", clamó Micheletti, y dejó claro su espíritu democrático con toda una declaración de principios: "Ojalá esto [el golpe de Estado] sea ejemplo para que ningún hombre que llegue a la presidencia crea que puede estar al filo de la ley".
Al abogado Pablo Valladares, de 42 años, no le ha dado tiempo a quitarse el saco y la corbata y a enfundarse una remera blanca, pero lleva la bandera blanquiazul de hombro a hombro. "Esto no es un golpe de Estado, al contrario, estamos acá para defender la Constitución, a ver si se enteran afuera." Valladares repite el discurso de Micheletti, y cuando se le detallan algunas similitudes entre esa sui generis "sucesión constitucional" y un golpe de Estado se enfurece: "Teníamos un presidente loco y corrupto, ahora funcionan normalmente los tres poderes de la nación, y si vuelve (Zelaya) tendrá que enfrentar un juicio". A su lado, Carlos Madariaga, un empresario de servicios tecnológicos, suscribe las palabras del abogado: "Yo voté por Zelaya, pero cuando dio el giro izquierdista dejé de seguirlo".
Militares relajados
En un irónico guiño del destino, los zelayistas arrancaron ayer su marcha desde la avenida de las Fuerzas Armadas y se hicieron fuertes a una cuadra de la Casa Presidencial, en el mismo cruce donde un día antes habían recibido un ataque por parte de los soldados y la policía antidisturbios. "Mel, amigo, el pueblo está contigo", gritaban a coro los cientos de seguidores que lograron llegar hasta el punto de reunión. Pero los golpistas cambiaron ayer la consigna y las fuerzas del orden no reprimieron a los manifestantes. Los militares que custodian la Casa Presidencial, en alerta máxima un día antes, se mostraban totalmente relajados.
Rafael Alegría, dirigente de la organización Vía Campesina, no se despegó de su celular, desde donde recibe e imparte instrucciones. "Hemos retrocedido 30 años. Micheletti es un prepotente y no vamos a descansar hasta que deje el poder que ha usurpado", comenta a LA NACION mientras seca el sudor de su frente. Según este líder campesino, todas las organizaciones que apoyan a Zelaya marcharán hacia el aeropuerto mañana para proteger a su presidente. "Hay un paro nacional en todo el país y vamos a reunir a más de 100.000 personas. No sabemos lo que pueda ocurrir; nosotros somos pacíficos, Zelaya tiene que volver", advierte.
El abigarrado muestrario de partidarios de Zelaya reúne a sindicalistas, políticos de izquierda, dirigentes campesinos y barriales, estudiantes, desempleados, vendedores callejeros y hasta a los miembros de la coordinadora de gays y lesbianas. Uno de ellos, Toni Reyes, pasó ya un día detenido, "golpeado y humillado", se queja, mientras las nubes anuncian ya el aguacero que cada tarde se anticipa al toque de queda.
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