Conflictos de interés
El prestigioso Washington Post está enfrentando las consecuencias de una mala idea que ha dejado a sus directivos mal parados y que tiene al periódico con la cara roja. Al equipo de mercadeo se le ocurrió que el diario podía sacarle plata al acceso que tienen sus directivos a los funcionarios al más alto nivel decisorio en la administración federal , a los poderosos miembros del Congreso y a las demás fuerzas vivas de esa capital.
Publicaron un folleto que se distribuyó entre los traficantes de influencias, los notorios lobbystas de Washington, en el que ofrecían cupos, a razón de US$25.000 por sesión o un cuarto de millón de dólares por varias de ellas, para asistir junto con los directivos del diario y la plana mayor de la administración de Obama y del Congreso a veladas en el 'salón' de Katharine Weymuth, su publisher, que es la nieta y heredera de la legendaria Katharine Graham, quien desde esa misma posición dominó la escena política de Washington durante muchas décadas y tenía acceso privilegiado a los más altos niveles del poder en E.U. El folleto ha circulado ampliamente, y hace un par de semanas fue denunciada su existencia por Político, un blog de Nueva York, y el notorio tabloide The New York Post.
A los pocos días, el Washington Post respondió con un artículo en el que confirmaba la existencia del folleto y decía que se estaba reconsiderando la decisión y que posiblemente se trataba de un error, atribuible a la inexperiencia de la señora Weymuth. Pero el blog Político y diarios rivales como The New York Times no les permitieron esa salida más o menos honrosa. Dicen que Weymuth no es ninguna ingenua, que lleva 12 años en el nivel directivo del diario y que tiene un grado de MBA de la Universidad de Harvard, y el blog informa que el ombudsman del Post ha llevado a cabo su propia investigación y ha comprobado que el folleto, el 'salón' y; sus implicaciones éticas habían sido discutidos internamente en el periódico al más alto nivel.
En efecto, el director de mercadeo había puesto en conocimiento del editor jefe, las dudas que tenía sobre las ramificaciones éticas en una nota electrónica que fue conocida por la publisher y hasta por el presidente del diario, y que se había dicho que el folleto era 'una mala idea'.
La señora Katharina Graham y su marido no eran ajenos a utilizar su poder para obtener objetivos políticos, pero ejercían su poder con elegancia, desprendimiento y, sobre todo, con discreción. El abuelo de Weymuth reunía a políticos o funcionarios que estaban haciendo algo mal o contrario a lo que él pensaba que era conveniente y les decía que no iba a publicar nada, siempre y cuando revisaran su comportamiento y/o sus políticas. A la luz de los estándares éticos del periodismo actual en E.U., esta práctica no sería considerada correcta, pero el señor no lo hacía para beneficio propio ni 'mercadeaba' ese servicio, como lo hacen el Post y otros.
El blog Político reveló que el diario de Washington no está solo en ese comercio de influencias y que el Wall Street Journal y The Economist ofrecen servicios similares. En nuestro país, conocidos y respetados periodistas tienen agencias de relaciones públicas, y los columnistas también estamos expuestos a conflictos de interés. La pregunta que debe hacerse cada cual cuando estos conflictos aparecen es "¿si lo que se va a ganar vale la pena para poner en riesgo la credibilidad y el vínculo que cada cual tiene con sus lectores?", como recomienda el director del Proyecto de Excelencia en el Periodismo del Centro de Investigaciones Pew.
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