Por un puñado de dólares
SALAMANCA.- Dos profesores de la Universidad Complutense de Madrid escribieron un artículo que se publicó en el periódico republicano “Público”, en el que se deshacen en elogios al presidente socialista bolivariano Hugo Chávez, dándole toda su aprobación a lo realizado con motivo del golpe de Estado en Honduras, que le costó el puesto al presidente Zelaya.
¿Cómo explicarle a estos “especialistas” en política de América Latina que Chávez se ha convertido en el elemento más importante de desestabilización del continente alentando gobiernos totalitarios y vitalicios como lo ha hecho él mismo en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, intentan hacerlo los Kirchner en Argentina alternándose en el poder marido y mujer, y quiso hacerlo Zelaya?
Hugo Chávez tiene como objetivo crear aquella América única con la que soñó Simón Bolívar y que terminó renunciando a la idea al ver que era imposible. El presidente socialista bolivariano quizá no logre formar un solo país, pero sí varios sobre los cuales establecerá su hegemonía mientras disfraza sus intenciones imperiales bajo el lema de “socialismo del siglo XXI”, que nadie, incluso él, sabe lo que es y de qué se trata. En el mejor de los casos es algo que huele a un marxismo apolillado, rancio como la mantequilla cuando se pone mala. En el peor de los casos, mejor ni siquiera imaginarlo.
Dentro de este panorama desolador, llegan las noticias del presidente Fernando Lugo y su canciller volando a Washington para interceder ante la OEA por el depuesto Zelaya. Vuelan en un avión que le envió Hugo Chávez, casualmente el mismo que llevaba los maletines con dinero para subvencionar la campaña proselitista de Cristina Kirchner en Argentina. El avión pertenece nominalmente a la compañía petrolera venezolana (PDVSA), digo nominalmente porque Chávez lo utiliza como si fuera suyo, lo que se encuentra dentro de la lógica de los gobernantes absolutistas simbolizado por la frase de Luis XIV de Francia: “L’Etat c’est moi” (El Estado soy yo). No hay límites entre lo que es el Estado, la Nación, el Gobierno y su propia persona. Como dijo el Mariscal López: “Muero con mi patria” porque él estaba convencido de ser la patria misma.
El avión que lo llevó a Lugo y a su canciller a Estados Unidos de Norteamérica cuesta la friolera de cien mil dólares diarios de alquiler (unos quinientos millones de guaraníes), que de seguro no lo habrá pagado Paraguay. Todo para llegar a Miami y no saber a dónde dirigirse hasta que una voz bajada del cielo les dijo que debían dirigirse a Washington, a la oficina de la OEA. Pero al llegar a Washington ya no quedaba nadie y optaron por regresar al suelo patrio. Del aeropuerto a la Embajada de Venezuela en Asunción a presentar el informe de todo lo actuado. Con mayor precisión: de todo lo fracasado.
Siempre resultó doloroso ver a la gente genuflexa, la del espinazo ágil y flexible, la cabeza pronta a dirigirse hacia el suelo. Todo “por un puñado de dólares” como aquella famosa película de Clint Eastwood o unos cuantos barriles de petróleo que figurará en la contabilidad de PDVSA, que llegado el momento reclamará su pago. Todo esto ¿a cambio de qué paraísos? ¿Un paraíso semejante al de Cuba donde sus habitantes no pueden salir del país a visitar a sus familiares? ¿Un paraíso como Venezuela en el que el Presidente gobierna desde un canal de televisión ordenando a sus ministros que persigan a quienes no piensan como él, y que cierren sus canales de televisión, sus periódicos, sus estaciones de radio? ¿Un paraíso como Cuba que pasó de ser exportadora de legumbres a tener que importarlas porque los planes económicos de Fidel inutilizaron los cultivos?
Viví la mayor parte de mi vida bajo un régimen dictatorial, en un sitio que cuando alguien llamaba a la puerta a la medianoche, no sabíamos si era una emergencia, si había muerto un pariente cercano, si había un problema urgente con el sistema informático de la oficina que había que solucionar. O si era la policía que venía a arrastrarnos a sus lúgubres calabozos porque teníamos en nuestras casas un libro de Marcuse, de Gramsci, de Eric From, de Marx… o de Augusto Roa Bastos.
Si este es el paraíso que nos ofrece Lugo, inspirado por su mentor Hugo Chávez y orquestado por el comandante Fidel, prefiero que nos hable de nuevo de aquel paraíso del que hablaba cuando era obispo. Si es que todavía se acuerda.
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