Irán tras la represión
"Durante décadas las naciones libres toleraron la opresión en Oriente Medio en nombre de la estabilidad. En la práctica esta posición trajo poca estabilidad y mucha opresión así que he cambiado esa política". — George W. Bush, 2 de junio de 2004.
En un par de rápidos movimientos Obama ha revocado la política de Bush. La nueva, resumiendo las palabras usadas por el propio presidente y su asesor David Axelrod, es la siguiente:
Las consecuencias, de los acontecimientos ocurridos en Irán, se verán con el tiempo. (…) No nos entretendremos en las pomposidades (del lenguaje de Ahmadinejad) que están motivadas políticamente. (…) la disponibilidad del presidente para con esas jóvenes personas (los manifestantes) ha sido muy, muy clara. (…) Continuaremos trabajando… con el grupo multicultural de naciones que se relaciona con Irán, y tendrán que tomar una decisión (…) acerca de si quieren aislarse cada vez más de la comunidad de naciones, o si van a abrazarla.
Por su parte, los demás líderes occidentales, tanto Sarkozy como Merkel consideraron la revocación completa de la posición anterior un tanto exagerada. Hasta el punto de que el primer y tercer socios comerciales de Irán manifestaron su solidaridad con los manifestantes y su rechazo al régimen iraní antes y con mayor claridad que Obama. Cuando los editoriales de Le Monde defienden la libertad más que el presidente norteamericano es que hay un problema.
No obstante, entre la retórica sin dientes de los europeos y los dientes sin retórica de los americanos la opresión seguía su curso.
Angelo Codevilla, podrá resultar a veces desmesurado en sus afirmaciones, pero hay una que es indiscutible. Se habla mucho del terrorismo, de la guerra que hay que declararle, de un combate constante y decidido contra él. Pero el terrorismo es casi siempre obra de los estados que financian, promueven, y ejercen acciones terroristas. El mayor de estos, a día de hoy, y desde hace tiempo, es Irán. Esta condición, lejos de ser secreta, está publicada por los cuatro costados y es incluso abiertamente reconocida por los fundados y los fundadores: Hamás, Hezbolá, la Yihad Islámica, la Hermandad Musulmana, no niegan lo que pudorosamente llamamos, sus vínculos con Irán. Los agentes de la guardia revolucionaria que en ocasiones son detenidos con sus manos en los denominados Artefactos Explosivos Improvisados no niegan a sus captores su procedencia. Se repite una y otra vez hasta en conferencias de prensa por los mandos americanos, incluyendo al general Petraeus, hoy encargado del mando para todo Oriente Medio. Y, con un estado terrorista, qué se hace. La doctrina Obama propugna encararlo para el diálogo. Y las demás naciones de Occidente son ya tan débiles, militar, económica y moralmente que poco más pueden hacer sino apoyar a regañadientes al líder del mundo libre.
Michael Gerson, que escribía los discursos de Bush, tiene una opinión algo diferente:
Mientras el desarrollo de la democracia en Oriente Medio no es lineal, tampoco quiere decir que se produzca por azar. Se mueve a pasos, pero asciende. Si se toman conjuntamente, la democracia constitucional iraquí, un movimiento poderoso de reforma en Irán, logros democráticos desde los reinados de los jeques árabes hasta en el Líbano, este es el mayor periodo de progreso democrático en la historia de la región. Dados los consistentes movimientos que se producen, parece claro que el Medio Oriente en sentido amplio no es inmune a la infección democrática. Y hay razones para pensar que la agenda democrática seguirá siendo central en la política exterior americana, con independencia de los humores del momento.
Tanto optimismo es desechado por Robert Kagan:
La política de Obama requiere ahora pasar rápido la página de las controversias electorales para poder empezar pronto a negociar con el gobierno reelegido de Ahmadineyad. (…)Su objetivo es desinflar a la oposición, no estimularla. Y esto, en general, es lo que ha estado haciendo.
Si esto le resulta desagradable, tiene usted razón. Lo peor es que esta posición no impedirá probablemente a los iraníes obtener un arma nuclear. Pero esto es lo que significa realismo. Es lo que llevó a Brent Scowcroft a levantar un vaso de champagne a la salud de los líderes chinos poco después de los acontecimientos de Tiananmen. Es lo que convenció a Gerald Ford para no recibir a Alexander Soljenitsyn en lo más alto de la política de la détente o distensión. Los Republicanos han solido ser mejores en este juego que los Demócratas, aunque rara vez hayan visto que las urnas se lo hayan recompensado, como tanto Ford como George W.H. Bush pueden confirmar. Veremos si el presidente Obama puede tener tanta sangre fría como para perseguir mejores relaciones con un régimen horrible, sin sufrir el mismo destino político.
Pero, sustancialmente, si el realismo puede funcionar, por qué no aplicarlo. Según John Bolton, ex embajador de Bush ante la ONU y hoy refugiado en el AEI, por lo siguiente:
Sólo aquellos más teológicamente comprometidos con la negociación siguen creyendo que Irán renunciará por completo a su programa nuclear. Por desgracia, la Administración Obama tiene un plan B, que permitiría a Irán un programa nuclear civil pacífico mientras renuncia públicamente al objetivo del arma nuclear. Obama definiría tal resultado como un éxito, a pesar de que, en realidad sería muy poco distinto a lo que Irán dice hoy mismo. Un programa pacífico de enriquecimiento de uranio, reactores pacíficos como Bushehr, y un proyecto de agua pesada pacífico como el que está teniendo lugar en Arak dejan a Irán con una enorme capacidad para producir armas nucleares en breve tiempo.
En breve, vista la definición de éxito en las negociaciones:
Aquellos que se oponen a la adquisición de armas nucleares se han quedado en el corto plazo con la única opción de fuerza militar dirigida contra las fábricas de armas.
De manera más generalizada pero con mayor claridad, antes incluso del discurso de El Cairo, Caroline Glick llegaba a una conclusión similar:
La traición de América a sus aliados democráticos hace a cada uno de ellos más vulnerable a la agresión a manos de sus enemigos – enemigos que la Administración Obama está ahora tratando activamente de apaciguar. Y mientras los Estados Unidos fortalecen a sus adversarios a sus expensas, estas despechadas democracias deben considerar sus opciones para la supervivencia como sociedades libres en este nuevo y amenazante ambiente post-americano.
Se ha hablado de Europa, donde la flamante presidencia sueca se dispone a lidiar con una ciudadanía que rechaza cada vez más los tratados aprobados por la puerta de atrás, los crecientes déficit públicos y, en el fondo, ese modo opaco de hacer las cosas tan acompasado con el clima de Bruselas. Europa, para entendernos, es un continente en el que nos dedicamos a cerrar nuestras propias centrales nucleares civiles por razones presuntamente ambientales, mientras defendemos el derecho de regímenes tiránicos bañados en petróleo y demás fuentes energéticas, a construir instalaciones nucleares para fines militares que nos presentan como energéticos. Así que, la próxima vez que se plantee vagamente para no cumplirla la medida de retirar a los embajadores de Teherán, por favor, que no nos despierten de la siesta. Eso sí, más de uno ya ha abandonado Tegucigalpa, Chávez y Castro así nos lo han mandado.
En suma, que en este tiempo de desaparición americana no va a ser Europa la que cubra el vacío,… no a favor de las democracias, se entiende. De nuevo, pues, la responsabilidad la tiene Obama. He aquí cómo lo ve el profesor Fouad Ajami:
Hace poco más de tres décadas que Jimmy Carter, otro presidente americano convencido de que lo que había pasado antes de él podía ser anulado y eliminado por el simple deseo de hacerlo, llamó a la nación a deshacerse de su infundado miedo al comunismo, y a olvidarse de su preocupación por los tradicionales problemas de la guerra y la paz a favor de los nuevos asuntos globales de justicia, equidad y derechos humanos. Habíamos traicionado nuestros principios durante la Guerra Fría, dijo, habíamos apagado el fuego con fuego, no pensando en que el fuego se apaga con agua. La respuesta soviética a ese valiente nuevo mundo fue la invasión de Afganistán en diciembre de 1979. (…) La revolución iraní y sus modos destrozaron la presidencia de Carter. El aprendizaje persa del presidente Obama apenas acaba de comenzar.
Y para terminar la lista de apreciaciones acerca de los posibles resultados de tratar a los estados terroristas como si fueran lindas naciones cumplidoras de las conveniencias internacionales, el profesor Auman de la Universidad Hebrea de Jerusalén. En una comparación no por recurrente mal traída, respondía a una pregunta del entrevistador, respecto a cuáles son las amenazas que nos acechan, refiriéndose en concreto a Israel:
Nosotros. Nos amenazamos nosotros mismos, y esta es la mayor amenaza. Nosotros y nuestra loca carrera por la paz, esa es la que trae la guerra. Cuando Chamberlain regresó a Inglaterra de Munich en 1938 dijo “Os he traído paz para nuestro tiempo”. Entonces, también, todo el mundo estaba empeñado locamente en la paz, y lo que Chamberlain trajo de vuelta fue la guerra.
Y en esas estábamos cuando surge la noticia de que el vicepresidente americano Biden declara a la cadena ABC que:
Israel es un estado soberano y los Estados Unidos no pueden decirle lo que debe o no hacer en inequívoca referencia al bombardeo de las instalaciones nucleares iraníes. En el mismo momento el diario británico Sunday Times informaba que Arabia Saudí había dado su consentimiento a Israel para sobrevolar su espacio aéreo en una eventual operación de destrucción de las centrales nucleares de Irán.
No es inconveniente recordar la línea histórica de la evolución del programa nuclear iraní. Una vez advertido su peligro la comunidad internacional se puso de acuerdo en la necesidad de imponer sanciones que han sido crecientes desde 2006, siendo su ineficacia más o menos igual de creciente. A la vista de tal situación, esta era la nueva consideración del consenso americano sobre la materia en 2008 magistralmente resumida por Podhoretz:
Salí de nuestro debate con la oscura impresión de que la continua insistencia del presidente (Bush) en los peligros planteados por una bomba iraní caerían cada vez más en oídos sordos – sordera que se iba a incrementar con la afirmación de la Estimación Nacional de Inteligencia (en 2007) de que Irán no estaba decidido a obtener armas nucleares después de todo. Podía haber dos ideas compitiendo aquí – una que podíamos vivir con una bomba iraní (porque Irán era tan susceptible de disuasión como la URSS o China durante la guerra fría; consideración especialmente temeraria a la luz de la cuasi patológica condición de Ahmadinejad, las declaraciones de los hombres del régimen, duros y moderados, durante lustros, y la propia esencia fanática de la revolución iraní, a decir del propio Bernard Lewis); la otra, que no habría bomba iraní con la que convivir – pero la aceptación extendida de cualquiera de las dos no solamente impediría cualquier opción militar, sino que antes o después pondría fin incluso a los esfuerzos de detener a los mulás por medios no militares.
Parece que esta predicción de febrero de 2008 está cobrando vida en nuestros días, hasta tal extremo que Obama parece ser consciente de la gravedad de la situación. Esta es la razón por la cual – esta vez en privado y no públicamente como cuando retiró el nombramiento de Daschle para uno de los puestos de su gabinete – ha debido admitir ante los suyos que la ha fastidiado y que sólo queda la opción militar sobre la mesa,…pero de Israel.
He aquí lo que decía el mismo Podhoretz ante esta posibilidad:
La única alternativa que me parecía remotamente posible (a que Bush bombardeara las instalaciones nucleares) fue que estuviera pensando en externalizar la operación a los israelíes. Después de todo, incluso si por ahora, se nos hubiese hecho imposible emprender una acción militar, los israelíes no podían permitirse quedarse sentados mientras un régimen comprometido en borrarles del mapa se estaba equipando con armas nucleares y los misiles para lanzarlas. Porque, al menos que Irán pudiese ser detenido antes de adquirir una capacidad nuclear, los israelíes se verían enfrentados a dos opciones: o bien golpear primero, o bien rezar para que los iraníes resultaran disuadidos por el miedo a una respuesta.
Respecto a la posibilidad de que entonces Bush, y Obama ahora estuvieran tentados, precisamente de dejar el papel de malos a los israelíes:
Con independencia de lo que se pueda decir, el mundo entero pensaría que los israelíes estarían actuando en representación de los americanos, y nos convertiríamos (los americanos) en el objeto de las subsecuentes recriminaciones tanto en casa como fuera, del mismo modo que si lo hubiésemos hecho nosotros.
Para complicar las cosas, todo indica que sería muy difícil para la fuerza aérea israelí, aun siendo tan extraordinaria como es, completar la misión con éxito. Un análisis del Programa de Estudios de Seguridad del MIT concluyó que “mientras la fuerza israelí ahora posee la capacidad para destruir incluso objetivos muy protegidos en Irán con algún grado de confianza”, el problema es que para que la misión tenga éxito, todas las contingencias posibles tendrían que ir bien. De ahí que un intento israelí pudiera terminar con el peor de todos los resultados: medidas de respuesta por parte de los iraníes, y su programa nuclear sin daños. Nosotros, por nuestra parte, tendríamos un margen de error mucho mayor y más posibilidades de retrasar su programa por un mínimo de cinco o diez años, e incluso de hacerlo desaparecer por completo.
Lo que nos devuelve al momento presente y a los deberes de las naciones libres ante los signos de los tiempos, especialmente los manifestados por estados criminales. Estos días se estrena La lapidación de Soraya M, una película basada en hechos reales contada por un periodista iraní expatriado Freidoune Sahebjam, en la que relata el asesinato judicial de una mujer falsamente acusada de adulterio en Irán. Como mujer en la república islámica no tenía derecho a la defensa, así que fue lapidada hasta la muerte. Los acontecimientos se remontan a 1986. Como ha destacado el escritor Andrew Klavan todo esto procede de la tragedia de la mala idea del multiculturalismo:
La noción de que no hay un sistema de gobierno intrínsecamente mejor que otro, que las reglas de la moralidad son sólo una doctrina escrita por los vencedores de la historia. Así que no hay verdades duraderas, sólo historias, mediante las cuales cualquier bestialidad puede ser explicada si se comete por un pueblo que alegue haber sido víctima en el pasado por una cultura dominante. (…) Llega un momento en los asuntos humanos en que hay que oponerse a las malas ideas con las buenas.
Como concluía Podhoretz en su libro sobre los profetas hay una lección que ellos pueden dar al presente: de esta legión de malas ideas sólo nos librará la elocuencia de convencer a nuestros semejantes de que lo son. Lo que es de momento, no debemos estar haciendo muy buen trabajo.
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