Los miedos de Chávez
El gigante rojo tiene los pies de barro. Como en el sueño de Nabucodonosor la pétrea figura de refulgentes poderes, se sostenía en bases débiles que indicaban que todos los imperios de la tierra tienen en su propia estructura el comienzo de su fin.
Quizás la mayor debilidad de Hugo Chávez está en su lengua. Su promesa de luchar hasta el final contra los imaginarios ejércitos del imperio norteamericano siempre termina en rendición. Sus cromosomas dejan al descubierto, una identidad genética que lo une de manera indefectible con las desventuradas asechanzas de los gallos patarucos; detrás de tanta fanfarronería se oculta un hombre asustadizo que tiembla al enfrentar cualquier contratiempo.
Existen numerosas pruebas de ello. El 4 de febrero de 1992 al escuchar los primeros disparos optó por ocultarse en el museo militar, las piernas le temblaban mientras luchaba denodadamente por darle calma al terrible retortijón estomacal que casi inunda de extraños colores al uniforme militar. Muchos jóvenes ofrendaron su vida aquella noche, mientras el jefe de la operación se convertía en el fugitivo. Igual ocurrió el 11 de febrero de 2002. Un hombre sollozante se abalanzaba en los brazos de monseñor Ignacio Velasco buscando calma para sus angustias. La sotana del inolvidable prelado quedó impregnada de las copiosas lágrimas que hicieron palidecer al sacerdote. Después de renunciar y moquear como un niño castigado, apareció contando una historia llena de valor y heroísmo. Sus incondicionales agitaban sin parar, aclamando al héroe que regresaba del horror.
Recientemente se reunió con los presidentes del ALBA para planificar toda una estrategia que dejara en ridículo a Barack Obama en la Cumbre de las Américas. En Cumaná, Hugo Chávez lanzó ruidosos improperios contra Estados Unidos y su mandatario. Cuando lo vio en Trinidad, se transformó en un fanático que no lo dejaba en paz. Ya los agentes del servicio secreto norteamericano, tenían un plan de contingencia en caso de que Chávez persiguiera a Obama hasta en los baños. Lo quiso llenar de detalles, ante el estupor de sus aliados socialistas que vieron como en cuestión de horas su prócer pasaba de león devorador a gatito lamedor.
Ahora en la crisis hondureña reapareció el guapetón. Sólo que cuando tuvo que mostrar su arrojo se montó en un avión y apareció en Maracay. El gran instigador de Manuel Zelaya Rosales salió despavorido.
Mientras varios presidentes acompañaron al depuesto gobernante en su intentona de retorno a Tegucigalpa, Hugo Chávez se quedó siguiendo los acontecimientos por CNN y Telesur. El héroe de Sabaneta se mantenía como un soñoliento televidente, sin arriesgar absolutamente nada; tratando de librarse de los fantasmas que lo atizan desde niño.
Las únicas batallas en donde exhibe temple es en aquellas donde maneja los videojuegos. Es un triunfador eliminando antiterroristas en Counter-Strike. El genial estratega es excelente viabilizando situaciones en el campo de los controles del PlayStation. Allí demuestra su gran capacidad militar matando criaturas alienígenas en Half-Life 2.
Existe un hecho que hace lacerante el insomnio crónico. La huelga de hambre de Antonio Ledezma. Ya quisiera Hugo Chávez, tener la voluntad del alcalde mayor. Para eso hace falta mucha testosterona. Un esfuerzo de esas características, tiene mayor valor que las expresiones de puro gamelote que forman parte del menú principal de las cadenas y del patético Aló Presidente.
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