Uruguay se arrima al abismo
El domingo 28 de junio se realizaron las elecciones internas de los partidos políticos en Uruguay. Una vez conocidos los resultados y definidos los futuros candidatos a la Presidencia de la República, Luis Eduardo González, politólogo y director de la consultora Cifra, una de las más prestigiosas del país, expresó así su visión de la próxima elección nacional a efectuarse en octubre: "Segunda vuelta y final impronosticable".
La frase, en apariencia simple y objetiva, anunciaba la certeza del analista de que un balotaje decidirá el futuro de la nación en noviembre. Pero en la práctica, advertía el inminente enfrentamiento muy parejo y cara a cara, de dos modelos de país tan diferentes como antagónicos.
La elección primaria es abierta para cualquier elector. Es decir, que no es necesario estar afiliado a un grupo político para votar, y no es de carácter obligatorio como lo son las demás instancias electorales. Por esa razón, tan solo un 40 % de los inscritos en el padrón electoral acudió en esta oportunidad, al llamado de los partidos.
De acuerdo a los resultados, las dos figuras de entre las cuales debería surgir el próximo presidente son: José Mujica, representante del socialista Frente Amplio en el gobierno desde 2005 y Luis Alberto Lacalle, candidato del tradicional Partido Nacional, ex presidente de la República (1990-1995).
Guerrillero tupamaro el primero de los nombrados, es partidario de profundizar una gran transformación hacia la izquierda extrema en la búsqueda del “hombre nuevo”. Su programa se centra en modificar en su esencia la actual Constitución para “revisar”, entre otros muchos “detalles”, los alcances de términos como “propiedad privada” y “derecho individual”.
El otro candidato, identificado con la etapa mal denominada “neoliberal”, propone una política de centro derecha, con matices de populismo, infaltables en cualquier receta electoral que pretenda ganar adeptos en esta región del mundo. Se cuida de manera permanente de no aludir al libre mercado. Ni qué decir con respecto a una posible e imprescindible reducción del aparato estatal. La sola mención de esa idea, podría ser suficiente para hacerlo perder la elección.
El comunismo pasó a la historia como una de las opresiones más degradantes. Una de las pocas cosas que aún lo diferencian de algunas audaces democracias latinoamericanas, es que en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia, a los ciudadanos les es permitido votar cada cierto tiempo y todavía no se ha prohibido claramente la libre circulación de las personas. Con excusa “democrática”, dictadores encubiertos por el respaldo de mayorías despóticas, han legitimado su poder que en algunos casos amenaza con perpetuarse indefinidamente. En gran parte de esta olvidada región del mundo, a fuerza de fracasos y estatismo, avanzamos en el camino de la desesperanza y autodestrucción. Y todo para beneficio exclusivo de unos pocos acomodados integrantes de la Nomenklatura y de sus subsidiados aduladores. Esa es nuestra triste realidad y esa, a grandes y confusos rasgos, es la propuesta de Mujica.
Abanderado del socialismo del siglo XXI, el candidato oficial habló de "cambios" en el mundo y los ilustró con una frase que puede que intentara ser muy profunda, pero no pareció dicha para la gente pensante: "Hay un negro en el gobierno de Estados Unidos, está Lula en Brasil y un indio en Bolivia", expresó, sin tener muy claro qué quiso decir. Proclive a utilizar insultos, vulgaridades y malas palabras en sus discursos y debates, el candidato marxista pareció justificar con esa frase sus aspiraciones presidenciales. Algo así como… ¿si estos pudieron?… ¿por qué yo no?
Los avatares de la política y las vueltas de la vida, quedaron plasmadas en la realidad interna del Partido Colorado, que con más de 140 años casi siempre en el poder fue, populismo mediante, precursor del batllismo. Adoptado por mayoría y origen de muchos de los dramas nacionales, ha sido un símil casi exacto del PRI mejicano.
Paradójicamente, mientras los expresidentes colorados Julio María Sanguinetti y Jorge Batlle son merecidamente derrotados y ladeados al más bajo nivel partidario como consecuencia de su demagogia, Pedro Bordaberry, hijo del ex presidente y dictador Juan María Bordaberry, obtuvo la candidatura colorada en una renovación muy poco previsible hace algunos años atrás.
Uruguay, luego de más de cuatro años de gobierno “de izquierda”, se debate entre la esperanza y el oscurantismo, dividido literalmente en dos.
El péndulo parecería querer comenzar su oscilación hacia la derecha desde el extremo izquierdo del recorrido. Pero… ¿es este el extremo izquierdo?; ¿qué hay a la derecha como opción?
El batllismo de todos los tiempos, incluidos en él blancos, colorados, frenteamplistas y golpistas, se enfrenta hoy cara a cara con el comunismo. Esa pesadilla es hoy opción de gobierno por consecuencia directa de su actuación; del clientelismo, del corporativismo, del amiguismo descarado.
Una gran cantidad de amargura, fracaso y frustración, producto de cien años de socialismo mercantilista ininterrumpido, empuja al país hacia el abismo. Y a pocos meses de las elecciones presidenciales y parlamentarias, nadie puede asegurar que no lo logrará.
Paradójicamente, la otra alternativa, es continuar con más de lo mismo.
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