Nunca abdiques en paños menores

El Nuevo Herald

Hay circunstancias que piden pompa y el no observarla las convierte en sainetes. Despedir un duelo o recibir un premio Nobel, digamos, o inaugurar o terminar un gobierno son situaciones de suyo solemnes y si los protagonistas se tambalean curdas, por ejemplo, o andan en calzoncillos, no son tomados en serio. Es lo que le ocurrió a Mel Zelaya cuando se presentaron los militares en su casa. No atinó a nada.

–Señor primer magistrado, de acuerdo a este documento emitido por las altas autoridades judiciales de la nación, al desconocer los artículos constitucionales referentes a la gobernabilidad del país usted incurrió en un delito de traición a la patria por lo que automáticamente queda relevado del cargo. Sírvase leerlo y acompañarnos.

Dicen que el hombre era un manojo de nervios. Le entregaron el fallo y se le cayó. Recogido del piso se lo volvieron y no le echó ni una mirada. Se frotaba las manos, se volvía a un lado y a otro, se quitaba y se encasquetaba el sombrero, pero no pedía ir a ponerse un traje. Le alcanzaron la renuncia y la firmó sin advertir la fecha equivocada, pero no pedía que lo llevaran a vestirse. Para abreviarle el mal rato le trajeron una bata de casa y un pijama y prefirió el pijama.

Legitimidad como presidente de Honduras había empezado a perderla meses atrás cuando le dio por la majomía de la cuarta urna para eternizarse en el poder, siguiendo instrucciones del rey regional de los petrodólares. Pero la ilegitimidad en la percepción popular estalló con su llegada a San José sin corbata o guayabera, ¡en pijama! ¿Cómo tomar en serio a un sujeto así?

Y si para la popularidad entre el personal de a pie es fatal ver a un señorón prepotente acoquinado y en ropa de dormir, igual o peor es la decepción para quienes lo llevaron a ese resultado. Se trata de una bandera que ya no mueve multitudes, no sirve… excepto como mártir, que ahí sí sigue vigente. Acuérdense del intrépido guerrillero heroico entre los heroicos Che Guevara («¡Ey, no disparen, que yo soy el Che y valgo más vivo que muerto!''). Continuó siendo útil. ¡Porque mira que se han vendido camisetas, bandanas, relojes y de cuanto hay con la efigie del Che!

Por eso me da mala espina el cranque que le están dando Hugo Chávez y Fidel Castro. No sé si Mel se da cuenta o se siente obligado por el billete gordo que está cogiendo, pero lo del vuelo en el avión sobre Tegucigalpa monitoreado desde Caracas por Chávez no debe haberle hecho mucha gracia. Y sus reiteradas y nunca cumplidas promesas de regresar a Honduras indican que no está tan loco. Pero se ignora si podrá resistir la presión de sus mentores.

–Me lo ha confesado –dice Chávez–, que no tiene miedo, que no le importa morirse. Porque lo que le importa es que la democracia prevalezca en Honduras y los golpistas no se salgan con la suya. Y nada le impedirá volver a su país encabezando la rebelión del pueblo. (Las camisetas de Mel Zelaya no lo harían nada mal con ese sombrero alón y esos bigotazos. Y ni hablar si se venden con la foto del Mel jovencito y descamisado con pistola, metralleta, granadas y el diablo colorao, ¡éxito asegurado!)

–Zelaya es el Allende de Centroamérica –dice por escrito, riflexionando, Castro. (¡Por Dios! ¿acaso hemos olvidado lo que los genízaros enviados por Castro para guardar las espaldas de Allende le hicieron, sacrificarlo en el sillón presidencial y ponerle en la cabeza un casco y en la mano una metralleta? Aunque en el caso de que a Zelaya le ocurra algo parecido no habría que colocarle ningún casco, que ya trae él desde siempre un sombrero muy alón y vistoso del que no se despoja ni para ir al baño.)

Procuremos siempre asistir a los acontecimientos importantes de nuestra vida correctamente vestidos. Jamás en paños menores.