Economía matrimonial
Libertad Digital, Madrid
Acaba de publicarse un interesante trabajo en la revista de psicología evolucionista epjournal.net. Al parecer hay una relación estadística clara entre el grado de compromiso masculino con la pareja y la proporción de hombres/mujeres en una población. Normalmente, esta proporción es cercana a la mitad, pero los movimientos de población no se producen por igual en hombres y mujeres, por lo que en muchas zonas existe una desproporción. Lo que han encontrado los investigadores en 50 áreas metropolitanas es que cuando hay una desproporción de mujeres, los hombres jóvenes son bastante más reacios a comprometerse. Asimismo, se producen más divorcios, más hijos fuera del matrimonio y el interés en los derechos de la mujer aumenta.
En cambio, en las áreas donde hay más hombres que mujeres se generan unas tendencias más conservadoras y roles más restringidos por parte de las mujeres. Esto segundo no ocurre por el paternalismo de los hombres, sino por el fuerte poder de selección que tienen las escasas mujeres para elegir un marido entre la abundancia de hombres, lo que desencadena una fuerte competencia entre ellos. Además, las mujeres pueden retener a sus maridos, éstos comenten menos infidelidades y llevan una vida más familiar debido a esa misma escasez de mujeres.
El editorialista concluye que la proporción entre hombres y mujeres tiene una influencia mayor en las actitudes que la longitud de las faldas. Se sabe que en ciertas épocas históricas la liberación sexual de la mujer ha estado muy relacionada con un mercado matrimonial adverso por razones como la población. El fenómeno no es reciente. Ocurrió y ocurre donde los hombres emigran o salían a guerrear, como sucedía en Esparta o en la Baja Edad Media y el Renacimiento.
Otro factor es la inseguridad y la pobreza: el estrés marca la vida de los niños ya en el seno materno. Ambas influyen para orientar las conductas hacia el corto plazo. Otro estudio de la misma revista muestra cómo la personalidad del niño queda marcada e influye en su vida de adulto como consecuencia de factores estresantes de inseguridad, pobreza y abandono (por ejemplo, por haber nacido en familias monoparentales o por divorcios traumáticos). Las niñas suelen madurar sexualmente antes, tienen tendencia a ser más promiscuas, a casarse impulsivamente y a divorciarse. Los niños suelen evitar el compromiso y son más agresivos. Todo esto tiene su lógica adaptativa.
Vivir rápido y en peligro no es un desiderátum, sino algo a lo que están abocados los jóvenes que fueron niños virtualmente abandonados por sus padres.
- 23 de enero, 2009
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