Nueva moneda o retorno al patrón oro
En abril pasado el G-20 (países más desarrollados del mundo), se reunieron en Londres y en Washington para discutir la crisis financiera mundial. China y Rusia, los más afectados por sus mayores tenencias en dólares, abogaron por una nueva moneda que lo sustituya como activo de reserva (lo que sirve a los bancos centrales para proteger el valor de sus monedas). ¿Cómo se convierte una moneda en activo de reservas?
En el siglo XX, la libra esterlina y el dólar se convierten en activos de reserva porque Gran Bretaña y Estados Unidos desarrollaron genuinas instituciones políticas. En ellos se inicia la revolución industrial y tecnológica que contribuye al crecimiento más avanzado respecto a otros países. Se convirtieron en los centros financieros más importantes del mundo, prevalecía la disciplina fiscal y monetaria que estaba gobernada por el patrón oro clásico, mediante el cual la paridad de la moneda de cada nación se expresaba en oro. Este patrón, que funcionó hasta la I Guerra Mundial, impuso límites estrictos a los bancos centrales, los cuales no podían crear dinero inorgánico para financiar al gobierno.
Estos pilares son la base institucional de la estabilidad económica que les permitió convertir sus monedas en activos de reserva. Sin ellos no es posible crear otra moneda que garantice esa estabilidad.
La expansión monetaria sin respaldo, como ahora se pretende, sólo da lugar a una prosperidad artificial que degenera en depresión económica.
En la I Guerra Mundial los países europeos abandonaron el patrón oro creando dinero de la nada, lo que ocasionó hiperinflación. En vez de disciplinarse impusieron controles de cambio, de precios, de comercio, todo lo cual devastó a Europa. Gran Bretaña, con la ayuda de Estados Unidos, retornó al patrón oro cambio.
Salieron de circulación las monedas oro y las transacciones sólo ocurrían entre bancos centrales para saldar desequilibrios de balanza de pagos. En 1934, Estados Unidos se sumó al patrón oro cambio y fijó su paridad en $35 la onza.
Finalizada la II Guerra Mundial, Europa estaba arruinada. Estados Unidos acude en su auxilio, y como una de sus metas era restablecer el sistema monetario internacional, en 1944 logra el consenso. El nuevo orden monetario giraría alrededor del dólar con su paridad fija a $35 la onza. Las demás monedas fijarían su paridad respecto al dólar. El oro continuaría siendo un mecanismo para saldar desequilibrios entre bancos centrales. Así el dólar desplaza a la libra y se convierte en el principal activo de reserva internacional.
El arreglo funcionó exitosamente hasta que Estados Unidos al participar en la guerra y colaborar en la reconstrucción de Europa, creó dinero por encima del límite permitido por el patrón oro. Ello indujo a una fuerte acumulación de reservas dólares en los bancos centrales de Europa y Japón. En vez de regresar a la disciplina a la que originalmente se había comprometido, EEUU los persuadió para que no ejercieran su derecho de convertirlos en oro y para que se formara un fondo de estabilización del precio en $35 la onza. Internamente adoptó medidas que no resolvían el problema, y externamente, en 1968, impuso un embargo a Suráfrica, el mayor productor de oro; en 1969 crearon una moneda internacional, el Derecho Especial de Giro (DEG), que sólo ha servido como unidad de cuenta en el FMI, y solicitó el cierre del mercado del oro. Acuerdos y medidas fracasaron, y cuando lo abrieron, el precio subió a $43,50 la onza.
Los bancos centrales de Europa y Japón trataron de ejercer su derecho de convertir $3.000 millones en oro, pero ante la imposibilidad de cumplir con tal solicitud, en 1971 el presidente Nixon suspendió la convertibilidad del dólar en oro y así surgió el patrón fiduciario (dólar, euro, yen). Pero éste también requiere que los países, ejes del sistema, sean disciplinados, y no ha sido así.
La crisis mundial actual la generó la indisciplina fiscal y monetaria. Los gobiernos, los mismos que cometieron los exabruptos, en vez de restablecer un verdadero orden monetario, inventan nuevas medidas expansivas de salvamento a compañías y bancos que no son recuperables. Por ello, despilfarran recursos escasos y no logran resolver la crisis.
Dos son las alternativas para restablecer una disciplina monetaria severa: retornar al patrón oro, que les impida a los bancos centrales crear dinero inorgánico, o propiciar la competencia genuina entre monedas que inspiren confianza.
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