¿Nuevas «bases de EEUU» en Sudamérica?
BOGOTA – Lo más sorprendente de la indignación suscitada en Sudamérica por los planes de Colombia de permitir "bases militares norteamericanas'' en su territorio es que tal vez esos planes ni siquiera existan, y que todo este lío no sea más que una gran metida de pata de Colombia en la forma en que presentó este asunto.
Yo mismo me sorprendí cuando el canciller colombiano Jaime Bermúdez me dijo en una entrevista en su despacho que "no hay un solo centímetro en Colombia en el cual habrá una base norteamericana''.
Prácticamente todos los artículos periodísticos que había leído antes de mi llegada a Bogotá señalaban que, tras la decisión de Ecuador de ordenar el cierre de la base estadounidense de Manta en ese país, Estados Unidos estaba negociando para establecer "bases militares norteamericanas'' en Colombia.
A principios de esta semana, algunos de los principales países sudamericanos –como Brasil y Chile– expresaron su preocupación por las supuestas «bases militares estadounidenses'' en Colombia, y acordaron discutir ese tema en la cumbre de países sudamericanos de UNASUR, que se realizará el 10 de agosto en Ecuador.
El presidente colombiano Alvaro Uribe ha dicho que no asistirá a la cumbre, sugiriendo que en la misma Colombia será blanco de un ataque coordinado dirigido por Venezuela y Ecuador. Ecuador, el país anfitrión de la cumbre, rompió relaciones con Colombia después del ataque de tropas colombianas contra un campamento guerrillero colombiano de las FARC en territorio ecuatoriano en el 2008.
Uribe partió el martes en una gira a Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil, para explicar a sus contrapartes qué hay detrás de las actuales conversaciones militares con Estados Unidos.
El presidente venezolano Hugo Chávez había dicho el domingo que ha "alertado'' a sus colegas de la región "acerca del peligro que representan las nuevas bases gringas para Venezuela''.
Los presidentes de Ecuador, Bolivia y Nicaragua de inmediato repitieron las acusaciones de Chávez. Incluso países más moderados expresaron preocupaciones similares. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, dijo: "No me gusta la idea de una base norteamericana en la región''.
¿Entonces, si no habrá "bases militares norteamericanas'', qué es lo que habrá?, le pregunté al ministro de Relaciones Exteriores de Colombia.
Según Bermúdez, Colombia y Estados Unidos están discutiendo un acuerdo destinado a incrementar la cooperación militar estadounidense –especialmente en vigilancia aérea e inteligencia– para combatir a los narcotraficantes y las narcoguerrillas en Colombia.
Pero, a diferencia de las bases estadounidense en Manta, Ecuador, o Guantánamo (Cuba) o varios países europeos, en las que Estados Unidos enarbola su bandera y tiene jurisdicción y autonomía, las tropas estadounidenses no tendrán sus propias bases en Colombia, dicen funcionarios de Colombia y Estados Unidos.
"Son bases colombianas, operadas y comandadas por colombianos, en las cuales habrá acceso regulado a personal de Estados Unidos'', me dijo Bermúdez.
Según la ley estadounidense, el número de tropas de Estados Unidos en Colombia no puede sobrepasar los 800 militares y 600 trabajadores contratados. Según Colombia, el año pasado hubo 71 militares estadounidenses y 400 contratados en el país.
Bajo el acuerdo que se está negociando, las tropas estadounidenses serán invitadas a trabajar en al menos siete bases militares colombianas. Pero no hay planes de incrementar el número de soldados estadounidenses, según los funcionarios de ambos países.
Mi opinión: Si los gobiernos de Colombia y Estados Unidos están diciendo la verdad –y sospecho que es así, porque el acuerdo que están negociando deberá ser sometido a la supervisión del Congreso estadounidense, donde la mayoría demócrata no es muy amiga de Uribe– estamos frente a un error garrafal en la forma en que Colombia ha presentado este asunto.
Colombia debería haber etiquetado este acuerdo de alguna manera más acertada para impedir que otros hablen de «bases estadounidenses'' en Colombia. El gobierno colombiano podría haber hablado de un "un ejercicio militar ampliado'', por ejemplo, en lugar del ambiguo título de "proyecto de cooperación y asistencia técnica'' que le puso al plan.
Más aún, Uribe debería asistir a la cumbre sudamericana del 10 de agosto. Tal como lo ha demostrado en ocasiones anteriores, Uribe se maneja en su mejor forma cuando está ante un público hostil, especialmente en las cumbres presidenciales.
Uribe perfectamente podría decirles a sus colegas: "Perfecto, hablemos de los acuerdos militares de todos, incluyendo los recientes acuerdos militares de Venezuela con Rusia e Irán, o de la masiva presencia de asesores militares cubanos en Venezuela, o de la ayuda de Venezuela y Ecuador a los grupos guerrilleros colombianos, verificada y certificada por Interpol''.
Si los países sudamericanos quieren una discusión franca sobre acuerdos militares, deberían tenerla, y enfocarla sobre todos los pactos –públicos y secretos– que se están llevando a cabo en la región.
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