Guatemala y su «candados»
Mucho se ha hablado recientemente acerca de esta herramienta inventada por algún herrero hará miles de años. Probablemente la mayoría de los habitantes de Guatemala, al escuchar o leer sobre los candados, pensarán sobre la reciente deuda que aprobaron los congresistas. Ese tipo de préstamos que muchos quisieran tener: yo lo gasto, generalmente mal, y otro lo paga. Vaya sistema de incentivos perversos. En este caso, lo despilfarran los gobernantes y lo pagaremos los tributarios ad eternum: in saecula saeculorum.
Por eso, a los gobernados nos interesa que se definan tales límites al manejo de nuestros dineros. Por cierto, no me gusta para nada el término gobernado. Prefiero el de ciudadano. ¿Acaso, una vez adultos, necesitamos de alguien que asuma el papel de padre o madre que pretende solucionarnos la vida, sumiéndonos en una existencia de infantes irresponsables que al final terminan viviendo vidas miserables? ¿Necesitamos de un líder que nos maneje, dirija, elija por nosotros nuestros fines, basado en su apreciación subjetiva, muchas veces en contra de nuestros intereses?
Yo opto por ser responsable y libre: arriesgo y asumo las consecuencias de mis acciones. Lo único que espero de aquellos que ejercen el poder, en los tres organismos del Estado, es que nos brinden seguridad en nuestras vidas y bienes. Y que no pretendan, desde ningún punto de vista, violentar nuestras decisiones individuales, una vez estas no violenten los derechos de otros. Que respeten nuestra libertad. Y que a aquellos antisociales que dañen a otros en sus derechos, les sean impuestas las penas que el delito o crimen cometido merecen. Que se haga justicia y se compense a las víctimas. No pretendo vivir de los otros, pero tampoco voy a dejar que los gorrones vivan a mis costillas.
¿Por qué es para tantos tan difícil aceptar la realidad? ¿Por qué prefieren vivir falseándola, aunque las consecuencias que esta actitud traiga consigo sean nefastas para ellos y para otros? La mía no es una mentalidad de súbdita, y nunca lo será, por eso me es tan difícil de entender a quienes prefieren ver la vida pasar, y dejar a otros que decidan por ellos, en lugar de disfrutarla, con todos los riesgos que esto implica. Y lo anterior no tiene que ver con falacias de clase, sexo, nacionalidad. Y mucho menos con cuánto dinero se cuenta en los bolsillos. ¡Cuántos, con sólo unos centavos en la mano, han logrado a base de su voluntad y acción, cambiar su situación para bien! Entre ellos, muchos guatemaltecos valerosos que han arriesgado su valor más preciado, su propia vida, con tal de alcanzar sus fines y mejorar sus condiciones y las de sus seres queridos.
En fin, más allá de mis digresiones con sentido, a quienes más sentido hacen los tales candados es a nosotros, los tributarios que mantenemos los antojos de los gobernantes. Herramienta necesaria hasta que se haga la evolución radical necesaria en nuestra Constitución: ProReforma.
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