Enciéndelo otra vez
"Turn it on again" cantaba Phil Collins en el álbum Duke, de Génesis, en 1980. Hacía referencia al televisor, aparato del cual, a juzgar por la letra de la canción, tenía una dependencia emocional enfermiza. Probablemente similar a la que actualmente padecen varios gobernantes de la región latinoamericana.
Claro, la adicción de los susodichos es por aparecer en pantalla, preferiblemente en la de CNN en español, y no por sentarse como simples espectadores.
La satisfacen exhibiendo exóticos sombreros de vaqueros, luciendo modernas carteras Louis Vuitton (ya no sos una pebeta, che…), y jamás olvidando despotricar en contra del "imperio yankee". Creerán que quejándose de las fortalezas ajenas podrán ocultar las miserias propias.
A varios de ellos, sudamericanos evidentemente preocupados por sus barbas al ver cómo afeitaron al colega catracho…, se les ha dado por ocuparse de países cuya existencia acaban de descubrir (avísenles que la capital se llama Tegucigalpa…), adonde les encanta llegar, o enviar emisarios, para dar cátedras de democracia.
Precisamente el sistema de gobierno que ellos, de forma paradójica, literalmente prostituyen a diario en países propios y ajenos: un ejemplo entre tantos es el de las valijas voladoras, las que llenas de dinero (dólares, obvio…), llegaban a Buenos Aires procedentes de Caracas.
Mientras tanto, casi treinta años después del álbum Duke, se está escuchando nuevamente aquello de "enciéndelo otra vez", en esta oportunidad como un ruego planetario dirigido a los Estados Unidos, dada su condición de motor económico del mundo. Un motor del cual Centro América depende en grado extremo.
Y a juzgar por dos indicadores clave utilizados para medir la evolución de la economía de los Estados Unidos, tales como la tasa de desempleo y el índice PMI del Institute for Supply Management (ism.ws), existen indicios de que el proceso de recuperación ya estaría mostrando señales de vida. No para descorchar champagne, pero sí para no ser tan pesimistas.
En efecto, los datos de desempleo de julio fueron menos negativos que lo esperado, y no llegaron a los temidos dos dígitos: la tasa fue del 9.4%, un porcentaje de todos modos todavía muy alto para un país acostumbrado a valores inferiores al 5%.
En el caso de los inmigrantes centroamericanos, sin embargo, la tasa seguramente supera el 10%, con el impacto negativo que ello implica en términos de remesas.
En lo que respecta al índice PMI, indicador que mide la compra de insumos en la industria manufacturera estadounidense, tuvo en julio su pico máximo de los últimos doce meses, alcanzando un valor de 48.9%, muy superior al promedio enero/julio, que es de apenas un 40.6%
La correlación entre el índice PMI y el PIB (Producto Interno Bruto) estadounidense indica que de mantenerse el índice PMI en el nivel de 48.9% correspondiente a julio, el PIB terminaría creciendo a una tasa anual del 2.4%. No es poca cosa.
Dado el bajo nivel de inventarios que tienen muchas empresas estadounidenses, intencionalmente llevado a un mínimo con la finalidad de reducir costos e inversión en capital de trabajo, el crecimiento del índice PMI probablemente todavía esté más relacionado con la reconstrucción de tales inventarios que con un incremento significativo de la demanda.
Ello puede, sin embargo, ser suficiente para las empresas de Centro América que proveen insumos en los Estados Unidos: por una cuestión de escala, un repunte porcentualmente pequeño en el país de Springsteen no necesariamente será algo despreciable para la región de Arjona.
Claro que todas estas noticias, que debieran generar mejores expectativas sobre el futuro económico de Centro América, se ven oscurecidas por la política: habría que ser ingenuo para ignorar el impacto negativo que tiene, en una región tan pequeña a los ojos del mundo, el impresentable y grotesco sainete hondureño, donde ninguno de los actores es inocente. Pero sus vecinos son potenciales damnificados.
Esperemos que El Salvador no sea uno de ellos. De lo contrario la canción será otra. Mucho más triste.
Hasta la próxima.
El autor es ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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