Una prisión de puertas abiertas
Honduras está sentando un precedente extraordinario de soberanía frente a las amenazas de los hipócritas socialistas, los Estados Unidos, la OEA y la ONU.
Es de ciencia ficción que tengamos que observar con temor a los Estados Unidos, pero cuando la superpotencia se pone del lado de los enemigos de la libertad, hay que ser precavido. Por primera vez en medio siglo Estados unidos y Cuba están en el mismo bando, y no es porque Cuba haya cambiado. No están solos. Los acompañan los neocomunistas latinoamericanos, cuyos regímenes permiten elecciones, siempre y cuando puedan hacer fraude. Aceptan la libertad de prensa, si no los critican demasiado. Apoyan la libre empresa, a menos que los negocios sean grandes y rentables, entonces pasan a manos del estado. Además le dan a uno la posibilidad de irse si no se está satisfecho con el sistema, pero el problema es que no hay adónde ir. Salir de un país a otro en Latinoamérica, es irse de un lugar sin futuro, a otro igual o peor. Europa y Estados Unidos están en crisis, con récords en nivel de desempleo y, a Asia le sobra gente.
Estamos encerrados en una gigantesca prisión con las puertas abiertas. Los neocomunistas encontraron la fórmula maravillosa, que les permite quedarse en el poder por tiempo ilimitado con millones de obedientes esclavos pagadores de impuestos. Usan la arenga democrática para legitimar sus gobiernos autoritarios; roban a manos llenas; controlan el poder como una corporación multinacional; reprimen sin ser juzgados; y tienen comprados a los organismos internacionales. La manera de manejar el sistema es tan insulsamente simple, que cuando observamos a los actuales presidentes de Bolivia, Venezuela, Argentina, Paraguay, Nicaragua y los otros que están en el club de magnates, no podemos dejar de asombrarnos de cómo semejantes incompetentes pueden gobernarnos. El método es sencillo.
En Latinoamérica hasta el país más rico tiene una masa indigente que bordea o sobrepasa el 30 por ciento de la población. Al darle unos mendrugos a esa pobre gente, automáticamente se obtiene su lealtad y su voto. Con 30 por ciento del voto a favor, más el dinero que los neocomunistas reparten entre los dirigentes sindicales, gremiales, barriales y campesinos; sumado al fraude electoral. Los resultados les son favorables cuando se llega al conteo final. Para conservarse en el poder los populistas mantienen en la expectativa a ese 30 por ciento, que cada día crece en número sin que mejoren sus condiciones reales de vida, de manera que en los momentos electorales puedan acercárseles con dádivas para recaudar su voto nuevamente. Si la gente pensara en algo más que el fútbol, la moda, o enriquecerse ilegalmente con algún amigo en el poder, podríamos salir fácilmente de este atolladero con el voto consciente. Pero el voto consciente desapareció desde que catalogarse de izquierdas es la onda de los comodones y descerebrados. No hay líderes populares que salgan a las calles en defensa de la clase media, con la clase media.
El conformismo se apoderó de las mayorías, que prefieren la poltrona, antes que jugarse por algo más grande que la cuota del nuevo automóvil. La encrucijada es peligrosa porque los izquierdistas no quieren dejar el poder civilizadamente.
El fracaso de los socialistas es majestuoso, como debía ser. Cuba ordenó arar con bueyes porque no tiene tractores, Paraguay aumentará a 40 por ciento sus indigentes, Venezuela y Bolivia quebradas, se dedican al narcotráfico para solventar sus gobiernos. La Argentina está saturada de los Kirchner, pero la onda populista-peronista se mantiene, preservando el 40 por ciento de pobreza. Brasil por ser el más rico e industrializado, y debido a que Lula habla de izquierda pero actúa de derecha, todavía no muestra un deterioro significativo, no obstante, si sus programas sociales no son reformados a la larga hundirán al país.
A menos que las derechas empiecen a reorganizarse, asunto que afortunadamente viene sucediendo en las naciones socialdemócratas como Chile, donde la victoria de Sebastián Piñera será avasalladora, y tal vez haya un cambio en el Uruguay con Luis Alberto Lacalle; Chávez seguirá ganando terreno, continuará importando asesinos del Medio Oriente para reexportarlos por el continente e iniciar eventualmente su campaña terrorista, y seguirá comprando armamento para empezar la guerra con quien sea.
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