Tensa cumbre regional por las bases
(Véase también "Inquieta que América Latina no declare a las FARC como terroristas")
SAN CARLOS DE BARILOCHE.- "En Bariloche se respira paz", dicen los afiches con los que la oficina de Turismo empapeló esta ciudad. Una verdadera expresión de deseo para los 12 presidentes de América latina que, en un clima polarizado, se reunirán hoy en el imponente hotel Llao Llao, con la difícil tarea de frenar la escalada de tensión que desencadenó el permiso dado a las tropas norteamericanas para operar en siete bases en Colombia.
La anfitriona de esta tensa cumbre de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), la presidenta Cristina Kirchner, y el mandatario de la principal potencia regional, el brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, buscarán tender puentes entre el venezolano Hugo Chávez y el colombiano Alvaro Uribe, que en los últimos días radicalizaron aún más sus posturas.
En medio de una gran expectativa, analistas y políticos coinciden en que la cumbre de Bariloche tendrá resultados tan inesperados -ya muchos hablan de la "cumbre de las sorpresas"- como decisivos, porque hoy vuelve a ponerse en juego una oportunidad de recuperar la estabilidad regional.
Pero el tan deseado consenso buscado por la Argentina, Brasil y Uruguay, que con ciertas reticencias aceptaron el pacto militar de Washington y Bogotá, pareció convertirse en un espejismo ante las últimas declaraciones de Chávez, que auguran una difícil batalla contra Uribe.
El verborrágico venezolano, que repitió hasta el hartazgo el riesgo de una guerra en América latina, recibió ayer a última hora una llamada de Lula, que intentó convencerlo de que adoptara una posición moderada en el encuentro de hoy. El diálogo de 30 minutos fue "un intento de reducir la tensión entre Venezuela y Colombia", dijeron asesores del mandatario brasileño. Pero la respuesta de Chávez fue tajante: reiteró que se dispone a "hacerle la guerra a Colombia" si el gobierno de Uribe ratifica el acuerdo.
Esta semana, Chávez había adelantado que prepara la ruptura de relaciones con Colombia, congeladas desde el mes pasado. Incluso prometió presentar en la cumbre un informe para desenmascarar las "mentiras" de Colombia sobre el acuerdo. En una solicitada difundida ayer en el diario Página/12 fue todavía más lejos y advirtió que "el imperio norteamericano" lanzó "una contraofensiva, antihistórica y retrógrada, con el propósito de revertir la unión, soberanía y la democracia" de los países de América latina. Malos augurios para un escenario pacífico y de consenso.
Uribe llega a Bariloche con el acuerdo militar con la Casa Blanca casi sellado. El canciller colombiano, Jaime Bermúdez, fue categórico ayer y afirmó que su país "no va a consultar nada" a los mandatarios de la Unasur.
Una marcha atrás es impensable a esta altura. Por eso, una de las opciones que se barajan es conseguir de Bogotá garantías de que las operaciones militares norteamericanas (que incluirían el envío de hasta 800 militares y 600 contratistas a Colombia) se limitarán a su territorio. Uribe, mientras tanto, exigirá respeto a la soberanía y buscará ampliar el debate a otros temas, como "la carrera armamentista de algunos países de la región", en clara alusión a Venezuela.
Pero son todas especulaciones. "Hubo muy poca preparación para el encuentro. Es un poco la cumbre de las sorpresas. No hay un consenso alrededor de una posición previa. Hay posiciones totalmente polarizadas: desde el rechazo absoluto de Venezuela hasta la aprobación de Perú, pasando por posiciones más moderadas, como las de Brasil, la Argentina y Uruguay, que respetan la decisión soberana de Colombia, pero exigen garantías", explicó a LA NACION Guillaume Long, profesor e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), de Ecuador.
Los presidentes empezaron a llegar anoche a esta vigilada ciudad para el encuentro, que empezará hoy a las 10 y cerrará a las 13.30 con la foto oficial y un almuerzo.
El gran ausente de la cumbre, que será nombrado durante todo el debate, es Estados Unidos. El presidente Barack Obama rechazó esta semana una invitación de Lula, que lo llamó personalmente para invitarlo. Sin embargo, envió de gira por la región a su subsecretario adjunto para Asuntos para el Hemisferio Occidental, Christopher McMullen.
Sin participar de forma directa, Estados Unidos prestará mucha atención a la cumbre de hoy, decisiva no sólo para la estabilidad regional, sino también para la joven Unasur, que enfrenta una prueba de fuego después del fracaso en Quito, semanas atrás.
La Unasur, que formalmente nació en mayo del año pasado, podría quedar gravemente herida si hoy no logra adoptar una posición homogénea.
Como si algún ingrediente faltase para volver más picante la cumbre, habría que tener en cuenta que los mandatarios que llegaron a Bariloche cargan sobre sus espaldas un aumento del 30% en los gastos militares respecto de 2007. Según el Centro de Estudios Nueva Mayoría, las 12 naciones invirtieron unos 51.000 millones de dólares en sus fuerzas armadas el año pasado. Poco, si se lo compara con el resto del mundo, pero una carga pesada para las democracias jóvenes en tiempos de paz, que se esfuerzan por lidiar con problemas como la pobreza en un contexto de crisis mundial.
En Bariloche, mientras tanto, los turistas parecen haberle dejado el lugar a las fuerzas de seguridad, que tomaron las principales arterias de la ciudad y sus rutas cercanas. Según informó a LA NACION el comisario general Giménez, a cargo del operativo, hay en total unos 1100 efectivos de la policía aeroportuaria, de Prefectura, de Gendarmería y de la Policía Federal. Todo sea para que la paz de Bariloche logre, hoy, hacerse extensiva a América del Sur.
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