El Salvador, el árbol y el bosque

Su efecto, en varios aspectos, ha sido localmente más fuerte que en otras latitudes: al notable endurecimiento del financiamiento internacional y a la importante caída de las exportaciones, en el caso de El Salvador se suma un problema que le es propio.

Como ya verá, no me refiero a la circunstancial reducción en las remesas, un simple síntoma del trastorno.

Ocurre que el verdadero problema, y real peligro, es que el "árbol" de la crisis financiera nos haga perder de vista el "bosque" de la pobreza en el cual aún se halla empantanado El Salvador.

Y más aún, que nos haga olvidar que el camino para salir de la pobreza sigue siendo alcanzar el desarrollo económico, social e institucional.

Sin apelar a la figura de árboles y bosques, pero evidentemente compartiendo la idea de que lo urgente no debe hacernos olvidar de lo importante, Fusades acaba de publicar un preciso y documentado reporte titulado "Cómo está El Salvador", donde luego de analizar el desempeño de largo plazo de diversas variables cruciales, hace propuestas de políticas públicas y de reformas institucionales.

Entre tales variables cabe destacar, a título de ejemplo, la evolución de las exportaciones y de la educación.

En el primer caso, mientras las exportaciones tradicionales realmente nunca superaron el magro valor de unos $250 millones anuales, en 1989 tal cifra representaba nada menos que el 44% de las exportaciones de El Salvador.

En 2008, por el contrario, esos $250 millones significaron apenas el 7% de las exportaciones. Ello, aún siendo un buen dato, es sin embargo insuficiente: nada menos que un 42% de las exportaciones fueron maquila de todavía relativamente poco valor agregado y baja tecnología.

En lo que respecta a la educación, la variable tiene doble significado: social porque implica la superación personal de los jóvenes, y económico porque supone un aumento en la productividad de los futuros trabajadores. Demasiado importante como para no observarla.

Y aún cuando los resultados de diversas pruebas muestran que el rendimiento académico de los estudiantes no es el deseable, no deberían desarticularse esquemas tales como Educo, con escuelas financiadas por el Estado y administradas por los padres de familia.

Además, la infraestructura física del país tiene mucho por mejorar, y el clima de inversión no va a dejar de ser mediocre mientras la delincuencia siga haciendo sus históricos estragos. La alternativa es perpetuar la pobreza.

Una prueba de ello la ofrece el Indice 2009 de libertad económica, de la Heritage Foundation y el Wall Street Journal, donde El Salvador obtuvo un valor de 69.8, que lo califica entre los países "moderadamente libres" económicamente: son los que en promedio tienen un PIB per cápita de 15,541 dólares anuales.

El citado Indice se determina aplicando una metodología que califica a diez componentes esenciales de la libertad económica existente en cada país, ofreciendo una adecuada descripción del panorama general de las políticas sociales y económicas vigentes, así como de las fortalezas y debilidades de sus instituciones.

El PIB per cápita de El Salvador (afectado por el poder de paridad de compra, para comparar manzanas con manzanas), es sin embargo de apenas 5,766 dólares anuales. Muy lejos de los 15,541 dólares que pronosticaba su buen ranking.

Los 10,000 dólares que faltan, es bueno recordarlo, hacen que esta sociedad (y usted personalmente…) sean menos ricos de lo que pudieran ser.

Claro que lejos de ser "por culpa" de la libertad económica, como algunos quieren pensar, esa diferencia radica en los componentes aparentemente "no económicos" del índice: un sistema judicial calificado de "ineficiente" en la defensa de los derechos de propiedad, y un triste "reprobado" en el combate contra la corrupción (pág. 168).

Para que no nos olvidemos del bosque.

Hasta la próxima. El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.