EE.UU., un país menos desigual a costa de los ricos
La mayor recesión que atraviesa Estados Unidos desde la Gran Depresión podría, finalmente, reducir la brecha entre los más acaudalados y el resto.
Pero de ser así, no será porque los pobres se vuelvan más ricos sino, más bien, porque los ricos serán más pobres. En los últimos 30 años, presidentes ejecutivos, banqueros de Wall Street, corredores de bolsa, socios de firmas de abogados y otros profesionales acumularon fortunas cada vez mayores mientras los ingresos de operarios de fábrica, profesores y otros integrantes de la clase media crecían a un ritmo mucho más pausado.
Según un informe divulgado el jueves por la Oficina del Censo de Estados Unidos, el 5% de las familias más ricas del país concentró el 21,5% de los ingresos en 2008, comparado con el 21,2% en 2007. En una señal de que los más ricos han sido vapuleados por la recesión, el monto de dinero necesario para integrar ese 5% de las familias más acaudaladas cayó 2% el año pasado, a US$180.000 frente a los US$183.801 de 2007.
mmanuel Saez, economista de la Universidad de California en Berkeley, y otros expertos calculan que los ingresos que reciba el 1% de los contribuyentes más favorecidos de EE.UU. –aquellos que ganan alrededor de US$400.000 al año— caerán a entre 15% y 19% de los ingresos totales para 2010. Pese al cambio en la distribución, en EE.UU. la parte superior de la pirámide seguiría siendo comparativamente mayor que la de muchos otros países.
Un dato ilustrativo: la remuneración promedio de un presidente ejecutivo de una compañía que integra el índice S&P 500 cayó 15% en 2008 (a US$7,3 millones), según Kevin Murphy, un experto en salarios de ejecutivos de la Universidad del Sur de California.
"En función de experiencias del pasado, parece que la desigualdad disminuirá y cambiará la tendencia a largo plazo que estaba convirtiendo a EE.UU. en un país menos igualitario", dice Ariell Reshef, un economista de la Universidad de Virginia. El abismo que separaba los salarios de los más y menos favorecidos también se estrechó durante las recesiones de 1991 y 2001, aunque luego no tardó en ampliarse nuevamente. Eso podría volver a repetirse ahora.
Edward Wolff, economista de la Universidad de Nueva York, dice que si los esfuerzos del gobierno de Barack Obama para controlar los paquetes de remuneración a ejecutivos, imponer nuevas regulaciones y subir los impuestos a los ingresos no prosperan, las inversiones y las fortunas de los ricos podrían volver a dispararse. Thomas Philippon, economista de la Universidad de Nueva York, y Reshef calculan que entre 30% y 50% de los pagos extra que recibieron los profesionales del sector financiero reflejaron una burbuja en el sector. Un flujo menor de efectivo que vaya a parar a las manos de la élite puede tener amplias consecuencias, desde los ingresos que el gobierno recauda a las clases de autos que se acumulan en los concesionarios. Menos dinero para los ricos podría reconfigurar una economía de bienes de lujo, lo que algunos denominan plutonomía.
En 2000, la mitad del consumo de familias estadounidenses provino del 20% en lo más alto de la pirámide, según los economistas Dean Maki y Michael Palumbo. Este año, se pronostica que las ventas de bienes de lujo se precipiten 15%, según la consultora Bain & Co. Las ventas de autos de lujo de marcas como Bentley, Maserati y Lamborghini han caído más de 50% este año en EE.UU., superando con creces el declive de 26% de la industria automotriz en general., según Autodata Corp.
Esta nivelación de ingresos no es algo abstracto para víctimas como Anthony Carmenate, hijo de inmigrantes cubanos que fue ascendiendo por la escala social hasta alcanzar los altos rangos de Bank of America. En 2003, el banco estadounidense lo contrató para que gestionara una nueva división de gestión de activos llamada Banc of America Capital Management.
Carmenate compró una casa colonial con cinco dormitorios en un suburbio de Boston. Su esposa, Angela, se ocupaba de la casa y cuidaba de sus tres hijos. La pareja no se consideraba muy gastadora, pero con ingresos que superaban los US$500.000 al año, se empezaron a dar sus gustos. Angela compraba carteras de Coach y zapatos de diseñador. Anthony compró un BMW y un Land Rover. Cuando llevaban a sus hijos a Disneylandia o de vacaciones a la playa, a veces se llevaban a una niñera. A mediados de año, Anthony, de 42 años, fue despedido de Bank of America y, desde entonces, pasa apuros para conseguir un puesto en el mismo rango de remuneración. Pero cada vez que recibe un dato o intuye una oportunidad, "me doy cuenta de que hay un mar de gente buscando el mismo (trabajo) que yo", dice.
Por ahora, está haciendo algunos trabajos como consultor. "Soy una persona optimista", señala. "Pero no es probable que vuelva a haber sueldos como el mío en el futuro cercano.
Es muy simple: Wall Street ya no necesita a tanta gente como antes".
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