Nada debo
Nada temo. Certísimo aforismo. Ni los exabruptos del Vicepresidente, José Rafael Espada, ni sus demandas en contra mía, ni las amenazas anónimas de cobardes me quitan el sueño. Duermo tranquila y en paz. Pero, más importante, vivo tranquila y en paz, a pesar de vivir en Guatemala. Soy feliz.
Mi estado anímico, casi siempre optimista, y mi estado legal de “indefensión jurídica”, no me impiden ocuparme de la difícil situación que enfrentamos los habitantes de mi país. Situación que se enmarca dentro de una realidad política complicada en el resto del mundo. Claro, con sus matices: no es lo mismo hablar de la crisis en Hong Kong, Estonia o Luxemburgo, que sufrirla en Latinoamérica.
El despertar de los tiranosaurios por estos lares, especímenes de derecha o izquierda (constructos sociales superficiales) que buscan perpetuarse en el ejercicio del poder, también ha hecho despertar ¡al fin! a muchos que han sido arrullados en el último par de décadas por los peligrosamente encantadores cantos, políticamente correctos, de aquellos que se erigieron, falsa y arrogantemente, como los representantes de una inexistente sociedad civil. Una artimaña que silenció por un tiempo la voz de la razón, expresada valientemente por medio de los hombres y las mujeres libres de nuestra nación.
He afirmado en muchas ocasiones que lamentablemente en mi terruño, como en la mayoría de países, lo que prima en los debates intelectuales es la deshonestidad. Pueden más los complejos, los resentimientos y las envidias de algunos, que el ánimo de buscar la verdad. Y defino, para no crear más confusión conceptual a qué me refiero cuando menciono la palabra Verdad, ese vocablo que algunos quisieran que desapareciera de los diccionarios: entiendo por verdad la concordancia de lo que pienso con la realidad.
La realidad, según la define en su primera acepción el amansaburros por excelencia, el DRAE, es la “existencia real y efectiva de algo”. Por supuesto, me hubiera gustado citar otras fuentes, pero para que no genere sospechas de complot ideológico e intento de desestabilización del Estado… emocional de alguien, me conformo por hoy con la definición presentada. Mantendré en reserva, por el momento, las otras fuentes. La realidad en Guatemala es cada vez más deprimente.
Cada día esperamos que se sumen a las estadísticas un promedio de 17 personas asesinadas. Asesinatos que aumentan el número de crímenes que, probablemente, nunca serán resueltos. Cada día acompaño mi taza de café mañanero con la lectura de un nuevo escándalo de corrupción gubernamental que, igual, mañana pasará también a ser parte de la lista de interminables abusos de poder que, tal vez, nunca sean castigados. En fin, cada día se fortalece mi convicción de que el único camino a seguir hoy para salir de este caos es ProReforma, ruta que recorro junto con miles que trabajamos para que sea aprobado el cambio radical de nuestro sistema.
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