Los límites del «engagement»
La política del presidente Obama de "engagement" o compromiso con la dictadura de los hermanos Castro, empieza a mostrar sus límites previsibles. Al igual que sucedió durante los gobiernos también demócratas de Jimmy Carter y Bill Clinton, esta política coexistencialista mejora las comunicaciones entre los cubanoamericanos y sus familiares en Cuba, muchos de los cuales son virtuales esclavos o rehenes del régimen.
También les da satisfacción emocional a los pertinaces dialogueros, que sobrevivieron ocho años de una política más enérgica hacia La Habana. Pero no mitiga el odio de los Castro y sus secuaces hacia Estados Unidos, su razón de ser, ni mucho menos afloja el yugo que mantienen sobre los cubanos.
En menos de ocho meses en la presidencia, Obama reanudó el diálogo con el régimen castrista sobre inmigración, apoyó (los suspicaces dicen que alentó) la decisión de revocar la suspensión de Cuba en la OEA, autorizó un ejercicio militar conjunto en Guantánamo, estimuló las visitas de políticos, comerciantes, artistas y cineastas a la isla, eliminó las restricciones a los viajes de cubanoamericanos y aumentó la cantidad de dinero que pueden enviar o gastar en Cuba.
Algunos analistas creen que, como resultado, las remesas de cubanoamericanos, que ascendieron a $623 millones en 2008, se duplicarán o triplicarán. Y casi todo ese dinero irá a parar a las arcas del régimen, que controla más del 90 por ciento de las actividades económicas en la isla.
El presidente Obama y sus asesores bien intencionados (no todos lo son) dicen que, con estas concesiones unilaterales, buscan ablandar a la dictadura cubana, presionarla para que a su vez haga concesiones que mejoren las relaciones entre ambos gobiernos y tal vez las condiciones de vida de los cubanos. Pero hasta ahora La Habana no sólo no ha hecho concesión alguna a Washington, sino que más bien ha interpretado sus gestos como muestras de debilidad, mantenido la retórica anti norteamericana, colaborado con sus peores enemigos políticos e intensificado la represión interna.
El régimen castrista continúa negándose a liberar a decenas de presos de conciencia y hostiga con la misma saña de siempre a los opositores, activistas humanitarios y periodistas independientes; recientemente les negó a 30 estudiantes el permiso para estudiar en universidades norteamericanas, que les habían otorgado becas y luego inició un proceso estalinista para expulsarlos de las universidades cubanas; arrestó y amedrentó a participantes en el certamen Mr. Gay en La Habana, quienes evidentemente no contaban con el visto bueno de Mariela Castro, la hija de Raúl Castro que controla el movimiento homosexual para la dictadura.
Y en uno de sus atropellos más abominables condenó a dos años de prisión a Juan Carlos González Marcos, el ya célebre Pánfilo, por atreverse a decir ante una cámara de televisión lo que todos los cubanos saben desde hace cinco décadas: que en Cuba hace falta jama (alimento) porque el hambre es crónica.
Como era previsible también, el régimen castrista no está satisfecho con las concesiones del presidente Obama. Las ha descalificado a todas como "cosméticas". Y no disimula su deseo de que le levante completamente el embargo, con la manifiesta intención de propiciar las inversiones norteamericanas en Cuba y, sobre todo, de acceder a los créditos que ofrecen las entidades bancarias dirigidas por Washington.
Para los dos dictadores que esclavizan a Cuba, sólo es más importante la meta de que Estados Unidos acepte su régimen como legítimo. El gobierno de Obama no puede ceder ante estas pretensiones de los Castro, sin traicionar su compromiso de promover el bienestar y la libertad del pueblo cubano.
El autor es periodista cubano.
- 23 de enero, 2009
- 10 de febrero, 2014
- 14 de diciembre, 2013
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