¿Pueden decir lo que quieran?
Otra vez se armó revuelo sobre el Río de la Plata. Hace siete años el entonces presidente uruguayo, Jorge Batlle, opino públicamente –él dice que fue off the record– que “todos los argentinos son unos ladrones, del primero al último”. Pidió disculpas y cómo, que aquello se olvidó.
En esto días, José “Pepe” Mujica, candidato presidencial del partido de Gobierno –la coalición de izquierdas Frente Amplio y el favorito según las encuestas para elecciones de octubre próximo– fue más lejos. El ex guerrillero Tupamaro, en un particular lenguaje, opino que los argentinos son “totalmente irracionales” y que si bien no es “un pueblo de tarados” ni “una república bananera”, tiene reacciones de “histéricos, de loco, de paranoico”. Dijo que la Argentina aún “no llegó al nivel de democracia representativa”, “que (en ese país) la institucionalidad no vale un carajo” y que “todo es relativo” incluidos jueces y fiscales.
De los Kirchner, de quienes Mujica es amigo y con quienes estuvo reunido la semana pasada en Buenos Aires, dijo que “es de lo mejor que ha tenido Argentina como gobierno de izquierda”, pero dijo que la izquierda “era una patota”. Los calificó de “peronistas” y a los peronistas en general les llamó “patoteros” y “delincuentes”. Menem –opinó– “también era peronista, de derecha y mafioso, ladrón, yo qué sé”, para luego preguntar: “¿cómo separás al bueno del malo…” No hizo discriminaciones: de los integrantes del tradicional Partido Radical, opositor al peronismo, dijo que tenía la impresión “de que son tipos muy buenos, pero son unos nabos” (tontos).
Todas estas declaraciones del candidato de la izquierda aparecen en un libro lanzado en estos días en Montevideo. Habló de más cosas. De Cuba dijo “que se cae a pedazos, se cae de vejez” y fustigó a la prensa cubana “que no se puede leer” y “es insoportable” y aburre.
“Un margen de competencia es sano” advirtió al periodista Alfredo García, autor de libro “Pepe-Coloquios”. Criticó repetidamente al Frente Amplio, al mismo presidente Tabaré Vázquez y dijo que la tierra tiene que ser del Estado y este arrendarla y que Brasil está “embromando” a Paraguay por el “precio espantoso” que le paga por la energía de Itaipú. Fue duro con las ONG, que para él son “una infección”, que “hacen versos”, que le dan réditos seguros a quienes las crean y que nadie las controla. “Son todos inconformistas con el sistema”, dijo y añadió: “pero la tiran lindo, no laburan mucho, hacen muchos encuentros, son especialistas en bolsos, en lapiceras, te hacen informes. Empezás a pasar las hojas y no sacás nada, pero están bien presentados”.
Estas declaraciones no le han venido bien a Mujica en la interna de su partido –el presidente Vázquez en gira por los EE.UU., calificó algunas de sus expresiones de “estupideces”– en el marco de la campaña electoral. Es difícil, en cambio, que hacia afuera, a nivel internacional pueden generar mayor daño; ni con Argentina: hay que reconocer que los argentinos en este aspecto siempre han sido bastante comprensivos con los uruguayos. Lo de Mujica, además, al lado de los insultos de un Chávez al rey de España y los gobernantes españoles en su momento, a Uribe, según las épocas, a Bush siempre y a Obama un poco más suavemente, y al secretario de la OEA Insulza hasta que este resolvió ponerse a sus órdenes, resultan una melodía solo algo estridente.
El tema replantea, sí, un viejo debate: ¿pueden decir los presidentes lo que quieran? Parece claro que en la medida que por un lado se le delegan privilegios y poderes especiales, por el otro asumen obligaciones que no alcanzan ni limitan al resto de los ciudadanos. Los gobernantes deben actuar con transparencia, están sometidos al escrutinio público y no pueden decir lo que se les viene a la cabeza y a la lengua. Como se ve, hay mucho por hacer.
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