El calvario de ser linda en Argentina
La tarde en que me recibió, Romina se sentía algo más animada. Sus amigos le habían traído una carpeta con las lecciones de matemáticas y le ayudaron con los ejercicios. La joven de 16 años no ha ido a clases en dos semanas y no piensa volver. Los chicos que la visitan, entran y salen por la puerta trasera. Ellos también le temen a la pandilla femenina de la escuela Domingo Sarmiento -su propia escuela- que atacó a Romina por el sólo hecho de ser bonita.
"¿Quiere ver los mensajes que recibe mi hija?", exclama fuera de sí, Antonio, de quien la adolescente heredó el cabello rubio y la nariz respingona que las otras chicas desearían meter en una batidora llena de ácido. Así dicen los correos que le envían.
El 10 de septiembre la citaron en una discoteca donde se reúnen los jóvenes de Villa Adelina, un barrio de las afueras de Buenos Aires. El local queda en una galería y fue allí donde las envidiosas le patearon y le clavaron unas tijeras en el hombro, aunque querían que fuera en la cara. Un hombre que pasaba por allí la salvó de las fierecillas y la llevó al hospital.
Romina no es la primera en ser atacada por su belleza. En marzo, Priscila, de 13 años, llegó al hospital con una fractura de cráneo, desvío del tabique nasal y múltiples magulladuras. La jauría se le vino encima a la salida del colegio. Algo parecido ocurrió hace dos meses, en la provincia norteña de Salta, con el agravante de que mientras las niñas saltaban sobre el abdomen de Jazmín, de 12 años, lo compañeros varones fotografiaban el evento con sus celulares.
No hace falta tener un máster en criminología para saber que cuando brota una epidemia de esta índole, los casos que se denuncian sólo representan un porcentaje de los que se ocultan, sea porque la familia teme ser objeto de una represalia o por vergüenza, pues la víctima se siente culpable de lo que le ocurrió.
Impunidad
Ese sentimiento se acentúa cuando, en vez de aplicar una sanción como la que merece este tipo de aberraciones, los directivos de la escuela y la Policía buscan todo tipo de excusas para no intervenir. Que los sucesos ocurrieron fuera del recinto escolar; que no se han reunido pruebas suficientes para llevar a juicio a esas menores, que siguen asistiendo a clases como si nada.
Ah si,… las que agredieron a Romina asisten a una especie de terapia grupal "para que aprendan a expresar sus frustraciones a través de la palabra y no de los puños". Vaya por Dios. Para colmo ya han levantado su voz los opinantes que achacan todos los males a la sociedad. "Ese tipo de conductas es producto del bombardeo publicitario que rinde culto a la belleza exterior. La modelo que posa semi desnuda junto a un reluciente automóvil, genera enormes frustraciones entre las mujeres que no encajan en esos moldes de belleza", explicaba Roberto Contti, experto en Comunicación de la Universidad de Buenos Aires.
Si ese es el caso, ¿por qué no clavar una tijera a los atletas que promocionan zapatillas de marca? También ellos generan frustraciones entre los varones que no pueden desarrollar un físico espectacular. Otros señalan que esas rencorosas provienen de hogares pobres (como sus víctimas) o mal constituidos. Si es así, habría que investigar de qué hogares provenían los torturadores que martirizaban a los presos en la época de la dictadura.
¿Qué varón no ha sentido ganas de moler a golpes al guapo que enamora a todas las chicas de la fiesta? Liberado de todos frenos, nuestros demonios harían imposible la convivencia social, pues la convertirían en una jungla donde predomina la ley del más fuerte.
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