De Al Qaeda a Madrid o Berlín
22 de septiembre, 2009
22 de septiembre, 2009
De Al Qaeda a Madrid o Berlín
La experiencia de unas elecciones legislativas inmediatamente después de un atentado atroz queda entrelineada en las dos amenazas de Al Qaeda a Alemania. Un propósito de coacción maléfica sin límites reaparece en los vídeos anunciando ataques terroristas en Alemania si los votantes no piden la retirada de las tropas alemanas en Afganistán. Por desgracia, de eso sabemos mucho en España. La respuesta no podría ser otra que la normalidad. En Atocha hubo muerte y heroísmo anónimo, tanto dolor por los seres queridos masacrados en un vagón de tren. También se perpetró alguna indignidad política. A cada uno con su conciencia.
Torcer la voluntad del Estado es siempre el empeño del terror, aquí o en Alemania. La democristiana Angela Merkel lleva ventaja y pudiera formar gobierno, tal vez con los liberales, o tendrá que renovar la gran coalición con los socialdemócratas. Un sistema electoral de proporcionalidad personalizada -dos votos, con opción táctica- desemboca generalmente en coaliciones. Eso no les ha ido mal a los alemanes. No acaban de entenderlo en lo que fue Alemania oriental, la ex comunista. Merkel no gusta allí, aunque allí nació. Gana terreno en la Alemania Oriental el Partido de la Izquierda, heredero casi natural del viejo comunismo. Es la nostalgia patológica del totalitarismo, a pesar de que con la reunificación la Alemania occidental se volcó en ayudar económicamente a la otra Alemania. Según las encuestas, es grande la añoranza del sistema comunista en la zona oriental, hasta un 49 por ciento.
Una o dos Alemanias fue el dilema inmediato al caer el muro de Berlín. Por suerte, Helmut Kohl estaba al timón y logro el sueño unificador. Margaret Thatcher y François Miterrand recelaban. Con áurea perfidia, François Mauriac había dicho: «Amamos tanto Alemania que preferimos que haya dos». La desclasificación de documentos confidenciales reveló hace unos días hasta qué punto Margaret Thatcher desconfiaba de la reunificación alemana. Mitterrand le había dicho que en una Alemania unida podía asomar otro Hitler. En Moscú, Gorbachov miró para otro lado. Fue muy decisivo el apoyo de Bush padre a Helmut Kohl. Se olvida que en aquella presidencia Bush guió el mundo al caer el muro de Berlín y con el desmembramiento de la Unión Soviética, del mismo modo que pilotó con eficacia el consenso mundial cuando Sadam Hussein invadió Kuwait, lo que fue la primera guerra del Golfo.
Las cosas han cambiado desde los tiempos en que un diplomático británico podía decir que los objetivos de la OTAN eran mantener a los americanos dentro, a los rusos fuera y los alemanes bajo control. Precisamente, lo que parece ahora es que la OTAN ya no es lo que era y por eso es tan difícil que los países-miembro sigan con sus tropas en Afganistán. Una Europa que es más atlantista con Merkel, Sarkozy o Berlusconi, incluso más pro-americana con Obama, está incomodísima en Afganistán.
Con eso cuenta en Alemania el Partido de la Izquierda de Oskar Lafontaine. Siendo más popular que su propio partido, a Angela Merkel algún voto puede írsele por esta grieta cuando parecía como si la campaña fuera de forma exclusiva sobre la recesión. Se sabrá en las urnas, este domingo. Con margen de pacto con los liberales, Angela Merkel pudiera revitalizar la economía alemana, ya en vías de recuperación, y convertirse en la dinamo europea. Recién reelegido al frente de la Comisión Europea, Durao Barroso le es cómplice fiel y agradecido. Demasiado grande para Europa y demasiado pequeña para el mundo, dijo Kissinger de Alemania. Ni tanto ni tan poco.
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