Itamaraty quebró una tradición
RIO DE JANEIRO.- La afirmación del canciller brasileño, Celso Amorim, de que el depuesto presidente de Honduras, Manuel Zelaya, ingresó en la embajada brasileña en Tegucigalpa sin ningún tipo de complicidad de Brasil presenta más dudas que certezas.
Pero, más allá de eso, cabría señalar que Itamaraty, la cancillería brasileña, fue a contramano de uno de sus postulados de política exterior: la no intromisión en asuntos internos de otros Estados. Esta es una carta que ha venido caracterizando a su política exterior y que Brasil ha llevado al extremo: se abstuvo en votaciones para condenar violaciones de los derechos humanos (como ocurrió en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU) y se permitió una política bastante flexible con regímenes autoritarios.
Esta postura tiene una explicación. Con ella, Brasil procura potenciar su papel en el escenario internacional y convertirse en un interlocutor válido de países en vías de desarrollo o desarrollados, como también de naciones con antagonismos políticos.
No causa asombro, entonces, que en su reciente gira latinoamericana el canciller israelí, Avigdor Lieberman, haya sugerido la mediación brasileña en su conflicto con Irán, en momentos en que se espera la visita del presidente Mahmoud Ahmadinejad a Brasil.
El lugar donde Brasilia más se preocupa por emplear una política de no intromisión es en la región. A diferencia de Venezuela, sólo interviene en asuntos internos de otros países cuando su contraparte se lo exige.
Esto lo materializa a través de créditos para proyectos de infraestructura y mediante una estratégica permisividad para que sus socios menores, como Bolivia y Paraguay, saquen pequeñas ventajas de él. Así afianza su liderazgo regional sin generar recelo entre sus pares.
En el caso de la presencia militar norteamericana en Colombia, Brasil también se sumó al coro de críticas contra el gobierno de Alvaro Uribe, pero lejos del tono belicoso que adoptaron Ecuador y Venezuela.
En síntesis, puede decirse que la política exterior brasileña en la región se caracteriza por su búsqueda de llevarse bien con todos en la medida en que sea posible y por evitar involucrarse en cualquier situación en la que se lo pueda cuestionar abiertamente.
Sin embargo, la forma en que el gobierno brasileño decidió abordar la cuestión hondureña en estas últimas horas rompe con la tradición de su política exterior de no intervenir de manera directa en otros países.
Así, Brasil no solamente se descalifica a sí mismo como un potencial interlocutor en el conflicto hondureño, sino que su injerencia puede valerle la percepción de un gobierno intervencionista y una potencial amenaza por parte de los mismos socios menores que está buscando seducir para afianzar su liderazgo.
El autor es analista político
- 23 de julio, 2015
- 28 de enero, 2025
- 27 de enero, 2025
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