Vientos proteccionistas
Thomas 'Tip' O'Neill, uno de los parlamentarios más famosos en la historia de Estado Unidos, siempre expresó que "toda la política es local". Con ello, buscó explicar cómo detrás de las más sofisticadas medidas de política exterior emprendidas por la Casa Blanca, hay usualmente, un interés político orientado a cautivar a algún sector del electorado doméstico.
Para corroborar esta apreciación basta con recordar ejemplos como los del presidente Harry Truman, cuando reconoció el Estado de Israel (por solicitud de su asesor político Clark Clifford y en contra del secretario de Estado George Marshall) con el objetivo, entre otros, de obtener el respaldo de la colonia judía en el estado de Nueva York, de cara a las elecciones presidenciales de 1948.
Por supuesto, la tesis de O'Neil también es aplicada cuando el Gobierno estadounidense emprende medidas comerciales proteccionistas, con la intención de favorecer grupos de presión. Quizás, esta sea la explicación de las acciones adoptadas por el presidente Obama al aumentar en un 35 por ciento, las tarifas de importación a las llantas provenientes de China.
Si bien la medida ha sido criticada por los medios de comunicación y todo tipo de expertos, se ha dicho que su motivación política apunta a ganar el respaldo de varios sindicatos en medio de la controversial reforma al sistema de salud. Lo curioso es que contrario a lo prometido el pasado mes de abril, cuando Obama indicó que no caería en tentaciones proteccionistas, E.U. ha sentado un precedente que puede desatar enormes tensiones, justo cuando más se requiere una salida coordinada a la crisis.
Aunque para algunos, detrás de la decisión hay una demostración de pragmatismo, las señales que se le están dando al mundo no son convenientes. Durante las últimas décadas, el Gobierno norteamericano ha ejercido un liderazgo en la promoción del comercio global, que ha incentivado una mayor integración económica y le ha permitido a muchos países en vía de desarrollo dinamizar sus exportaciones. Con lo ocurrido con China, sumado a la no ratificación por parte de los legisladores en Washington de los tratados de libre comercio con aliados estratégicos como Panamá, Corea del Sur y Colombia, se está dando la apariencia de un giro ideológico que puede crear mucha desconfianza en el papel que E.U. jugará durante los próximos años.
Los temores frente a lo que está sucediendo no son infundados. No hay que olvidar que en 1930, el entonces presidente norteamericano Herbert Hoover, motivado por intereses locales, sancionó la Ley Smoot-Hawley, que aumentó las tarifas de importación en un 60 por ciento a miles de productos, trayendo consigo represalias comerciales que profundizaron la crisis mundial.
Las medidas adoptadas por el presidente Barack Obama están lejos de parecerse a este mal precedente, pero no dejan de preocupar. Hoy, cuando se inicia una nueva cumbre del G-20, la principal potencia debe demostrar su liderazgo en la recuperación económica mundial. Hacerlo, requiere entre muchas medidas, demostrar con hechos el compromiso con una agenda coherente de comercio internacional que incluya la reducción de las barreras a las economías en desarrollo, la ratificación de los acuerdos bilaterales pendientes y evitar acciones proteccionistas.
En las manos de la Casa Blanca está optar por la tesis de 'Tip' O'Neil, deteriorando su credibilidad con sus principales socios comerciales o liderar con el ejemplo, cuando más se necesita.
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