Gobiernos «de facto» y dictadores «electos»
La salida de Manuel Zelaya de la Presidencia hondureña por decisión de todos los poderes públicos que, Constitución en mano, nombraron al presidente del Congreso como nuevo mandatario provisional, ha puesto en evidencia los juegos políticos perversos de la OEA, la ONU, y de muchos gobiernos del mundo que han permanecido callados y haciendo negocios con dictadores sangrientos, sin que se hayan molestado en pedir su salida de los organismos internacionales.
La semana pasada el embajador de Honduras fue sacado virtualmente a patadas de la Comisión de DDHH de la ONU, mientras Cuba y Libia, violadores durante más de 40 años de todos los derechos humanos, han permanecido como miembros de esa comisión durante décadas. Comentaba la internacionalista Milagros Betancourt, que el Chile del sanguinario dictador Pinochet fue miembro de la OEA y ningún Insulza de turno pidió sanciones o propició su salida. ¿Cuántos golpes militares (y no institucionales, como el de Honduras) se han cometido en las dos últimas décadas en América Latina sin que hayan protestado la OEA, ni la ONU ni se escuchasen los falsos escrúpulos de los zapateros, lulas, o chávezes?
¿Qué ha ocurrido entonces para que todas las perversiones de la diplomacia hayan construido un bloque mundial de rechazo contra el muy excepcional régimen de Micheletti, en cuyo ascenso al poder no se disparó ni un tiro de fusil y lo hizo con el apoyo de todas las instituciones democráticas de Honduras, vale decir, Congreso, Poder Electoral, Fiscalía y Corte Suprema, además del apoyo de la Fuerza Armada? ¿Cómo un gobierno así, que ya convocó para este noviembre a elecciones presidenciales libres, en las cuales participa hasta el partido de Zelaya con candidato propio, puede ser tratado por la mal llamada "comunidad internacional" como si fuera el de un Mobutu o un Idi Amin cualquiera?
Quienes insisten en la restitución de Zelaya en el poder apelan a su indiscutible condición de presidente elegido por los hondureños para un período que debe finalizar en enero de 2010. Sin embargo, ¿no se debería tomar en cuenta que Zelaya violentó abiertamente la Constitución y permitió la ostensible injerencia del presidente venezolano Hugo Chávez en los asuntos hondureños, cuya soberanía Zelaya estaba obligado a defender y preservar y, en consecuencia, no puede ser tratado como un demócrata impoluto y ejemplar?
Quienes hoy se rasgan las vestiduras contra Micheletti ¿qué deberían hacer con aquellos presidentes que al llegar al poder por vía del voto, empiezan a manifestar rasgos autoritarios y terminan por convertirse en dictadores que asumen el control absoluto de todos los poderes públicos, violentan la Constitución, reprimen y encarcelan a la disidencia, acaban con los sindicatos y con la propiedad privada, cierran medios de comunicación, persiguen a periodistas, prohíben la educación libre y plural, confiscan los derechos de alcaldes y gobernadores disidentes y elaboran leyes que convierten las elecciones en un simulacro fraudulento?
La decepcionante respuesta es que la ONU y la OEA no hacen, ni harán nada ante ese dictador "electo", y mucho menos si regala a quienes allí tienen voto, millones de barriles de petróleo, aviones, helicópteros, casas, plantas eléctricas y hasta hipoteca la industria petrolera a través de convenios "ocultos" que no conocerá el pueblo. Podrá también impunemente financiar la subversión interna de aquellos países pacíficos que, como Honduras, se oponen a formar parte de su proyecto político, mientras los zapateros, las cristinas y los lulas apelan a la mudez o a la defensa abierta, gracias a la mil millonaria balanza comercial que les prodiga el dictador "electo".
Chávez llamaba "dictador" a Micheletti desde la tribuna de la ONU, mientras en la embajada de la OEA en Caracas estudiantes se declaraban en huelga de hambre en protesta por la prisión de su compañero Julio Rivas. Y cuando el orador hablaba de "justicia social", los jueces rojitos de Guayana encarcelaban al secretario general de Sintraferrominera por reclamar los derechos de los trabajadores. Mientras ataca la "represión mediática" en Honduras, Conatel anunciaba el control ideológico de la programación por vía de los "productores independientes" y sigue la amenaza de cerrar otras 29 emisoras. El orador clama contra el capitalismo salvaje que produce daños ambientales, mientras su Pdvsa convirtió el Lago de Maracaibo en un muladar de pestilencia y contaminación. Chávez critica a Obama porque "no ha denunciado a la dictadura militar de Honduras", mientras viaja raudo a reunirse en Margarita con sus invitados, los dictadores más crueles y sanguinarios del mundo, algunos "electos" durante más de 40 años. ¿Ese es el paradigma "democrático" de los zapateros, de los lulas y de la muy inescrupulosa "comunidad internacional"?
- 23 de enero, 2009
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