Pocos ganan, muchos pierden
Cualquier cosa puede ocurrir en Honduras y en cualquier caso será una victoria para Manuel Zelaya. Puede que sea repuesto en el cargo del que fue destituido por decisión legítima del Congreso Legislativo y la Justicia de Honduras, por violar la Constitución, por desconocer los otros poderes del Estado y por pretender simular un plebiscito, organizado desde Venezuela, donde se imprimieron las papeletas, sin ninguna participación de las autoridades electorales hondureñas.
Si no es restituido, por lo menos Zelaya participará en la salida que se negocie, con la dudosa legitimidad que le atribuye la prepotencia de la OEA, con el triste papel que cumple su secretario general, José Miguel Insulza. Lo avalan EEUU y Brasil y hasta la ONU, más la injerencia frívola, soberbia e indebida de España y algunos otros países de Europa, que no se apean de su postura colonial y a los que sólo les interesa hacer pingües negocios –como se ha visto en estos días–, sin importarles un comino si se respetan o no los derechos humanos y si se trata o no de verdaderas democracias.
En definitiva: ¿cuándo a Europa le ha importado realmente la suerte de los latinoamericanos? Su prioridad ha sido una: el trueque del oro de estas regiones por cuentas de vidrio. Y Zelaya, en tanto, en la peor de las opciones se salvará de comparecer ante la justicia de Honduras, por la cual está requerido por varios delitos, y de ir a la cárcel y pagar por sus culpas.
El gran triunfador será Hugo Chávez. Por lo pronto, logró desbaratar el freno que se puso en Honduras a los avances ilegítimos contra congresos, poderes judiciales y los derechos ciudadanos, que el autoritaritarismo populista-progresista que encabeza ha conseguido en Ecuador, Nicaragua, Bolivia, un poco menos en Paraguay y que en cierta medida se impone en Argentina, cuya presidenta se ha transformado en el mayor respaldo explícito del venezolano.
Y mientras, EEUU y Brasil, en la actualidad Obama y Lula, hacen lo suyo, lo que recién con el tiempo se destapará. Hoy por hoy, las figuras más visibles y quizás triunfantes sean las de los mandatarios de Venezuela y de Argentina, Hugo Chávez y Cristina Fernández de Kirchner, respectivamente, dos grandes «defensores'' de los derechos humanos, que en estos días pretenden amordazar definitivamente a la radio y a la televisión de sus respectivos países.
En Venezuela, el gobierno chavista, tras clausurar 32 radioemisoras en agosto pasado y anunciar la eventual clausura de otras 240, acaba de dictar normas por las que todas las radios estarán obligadas a destinar 5 horas diarias de su horario a programas «independientes'', previamente certificados y censurados por el gobierno y en la mayoría de los casos "indicados'' por el chavismo, según lo acaba de denunciar Radio Caracas Televisión.
n Argentina, en tanto, en el marco de una lucha entre viejos amigos, Néstor Kirchner y el grupo Clarín, hoy enojados entre sí, se proyecta una ley de radio y televisión por la cual, con el argumento de acabar con el monopolio de los medios, se favorece la creación de nuevos grupos comunicacionales amigos de los Kirchner y enventualmente efectivamente socios de éstos. La norma prevé las facultades para que sea el Poder Ejecutivo –aparentemente el único poder que existe para el autoritarismo progresista– quien tenga la mayoría necesaria para disponer las asignaciones de ondas y canales.
Mientras tanto, el mundo entero se preocupa por la suerte de Zelaya y hace gárgaras democráticas con lo que pasa en Honduras, para asegurarle el triunfo a Chávez, los Kirchner y Lula. Entre los perdedores están los hondureños, los venezolanos, los argentinos y algunos pueblos más de la región. Quizás también pierda EEUU en lo que hace a su autoridad, su influencia y su imagen, si es que todavía le queda algo para perder.
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