¿En qué está Lula?
El País, Montevideo
Hasta ahora se podía suponer que había tres Latinoaméricas: la izquierda chavista, la derecha colombiana y un "centro" de naciones democráticas y moderadas como Brasil, Uruguay, Chile y México.
Al acoger al ex presidente de Honduras Manuel Zelaya en su embajada de Tegucigalpa y al permitirle vocear desde ella su inocultable intención chavista, ¿puede decirse todavía que el presidente Lu-la es centrista y moderado o habrá que reconocer que, a partir de este tumultuoso episodio se ha inclinado en favor de Chávez y de aquellos presidentes latinoamericanos como Morales, Correa, Ortega y Kirchner que le sirven de coro?
Con otras palabras, ¿en qué está Lula? Guiarse solamente por el respaldo que acaba de darle a Zelaya para "correr" al presidente brasileño desde el centro hasta el populismo autoritario en América Latina, ¿no sería desconocer al mismo tiempo la sutileza de la política exterior de nuestro gran vecino?
Digamos por lo pronto que la política exterior de Brasil no le "pertenece" solamente a Lula porque no es simplemente una "política de gobierno", sea el de Lula o el de cualquier otro presidente brasileño, sino una "política de Estado" que, por serlo, marca la continuidad diplomática de una serie de gobiernos garantizada e implementada por esa institución histórica del Brasil que es Itamaraty.
Presidentes como Cardoso o Lula pueden haberle agregado sus propios matices a la estrategia de Itamaraty, pero ella se basa en una larga continuidad que sobrepasa las particularidades de cada presidencia. Más allá de Lula o de quien sea en poco tiempo su sucesor, la política exterior del Brasil es igual a sí misma.
Esta continuidad ¿en qué consiste? En llevar al Brasil al tope de un liderazgo que, para que pueda existir, es definido desde Brasilia no como un liderazgo "latinoamericano" si-no "sudamericano".
De ahí que Brasil sólo hable de "América del Sur", sosteniendo grupos regionales como Unasur y Mercosur porque, fiel a su tradicional realismo, Itamaraty sabe que en América Latina también entran México y América Central, que le quedan en cierto modo "lejos", por hallarse más cerca de Washington que de Brasilia.
¿Quiere decir que Brasil es, en suma, "antinorteamericano"? Todo lo contrario. Brasil se ha pensado a sí mismo como una suerte de "subimperio" alineado inmediatamente detrás del "imperio" norteamericano.
Por eso, en esa instancia decisiva de la historia que fue la Segunda Guerra Mundial, mientras la Argentina jugaba al neutralismo de la mano de Perón, las fuerzas armadas brasileñas combatieron contra Hitler como aliadas de los Estados Unidos.
Y esta es la clave de la inserción internacional de Itamaraty: que "sabe" que los Estados Unidos "saben" que cuentan con él en las grandes ocasiones pero que también aspira, a cambio, a que Brasil sea reconocido como un gran actor internacional dotado de un amplio margen de maniobra, no conflictivo pero sí autónomo, en relación con el gigante norteamericano.
De aquí, ¿podría deducirse que el Brasil de Lula y de Itamaraty, pese a cobijar la aventura de Zelaya, es esencialmente antichavista y pro norteamericano?
Sí, es ambas cosas pero con una condición: que no se note. Hoy, su avanzado desarrollo económico y político lo ha instalado naturalmente en el plano de las cuatro potencias emergentes llamadas "BRIC" (Brasil, Rusia, India y China) que, lejos de confrontar directamente a los Estados Unidos, aspiran a sentar- se junto a ellos en el directo-rio de naciones del mundo actual.
Un directorio en cuya cabecera los Estados Unidos ya no quieren presentarse, sobre todo partir de Obama, como un "imperio" sino, más bien, como una "presidencia".
A la cabeza de las principales naciones europeas, de Japón y de las naciones "BRIC", algo así como un "primus inter pares".
Si esta hipótesis sobre el Brasil de Lula y de Itamaraty es correcta, quizá también sea correcto suponer que la irrupción de Brasil al tope de las noticias internacionales de estos días con motivo de su apoyo al histriónico Zelaya, lejos de ser un operativo auténticamente chavista es en el fondo un operativo antichavista disfrazado.
Porque su verdadera intención es privar a Chávez del liderazgo sudamericano al que éste, en competencia con el propio Brasil, aspira.
Esta descripción podría completarse diciendo que Brasil es antichavista sin parecerlo y pro norteamericano sin declararlo.
Leer de este modo lo que ha estado haciendo Lula en Tegucigalpa es un intento por traducir a la realidad de nuestro continente el sutil lenguaje de la diplomacia brasileña.
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