Ahmadinejad : La fuerte alianza con Chávez, fruto de la necesidad
(Puede verse también Irán: El enemigo del enemigo por Alvaro Vargas Llosa)
ESTAMBUL.- En los días siguientes al fraude electoral del 12 de junio, la televisión iraní dedicó sus espacios a consolidar la imagen del presidente Mahmoud Ahmadinejad y a destruir la de sus opositores, en un esfuerzo que tenía tres aristas.
Primero, demostrar que quienes rechazaban el resultado eran parte de una conspiración de "potencias enemigas" (Estados Unidos y, sobre todo, Gran Bretaña) y del "sionismo" contra Irán. Segundo, mostrar una imagen de unidad entre el pueblo y la cúpula del poder, alrededor del líder supremo, Ali Khamenei. Y, por último, convencer de que Ahmadinejad y el país no estaban aislados internacionalmente, sino que contaban con el respaldo de importantes "líderes mundiales".
¿Quiénes eran estos últimos? Para un régimen que presume de su vocación democrática, nadie muy votado y nombres discutibles: los presidentes de China (Hu Jintao), Rusia (Dimitri Medvedev), Siria (Bashar al-Assad), Afganistán (Hamid Karzai), Paquistán (Ali Zardari), Kazakhstán, Turkmenistán y Yemen, y de monarcas como el emir de Kuwait y el rey de Bahrein. Y dos mandatarios latinoamericanos: Hugo Chávez y Rafael Correa, únicos entre todos los demás que ganaron en votaciones consideradas libres.
La importancia del aval de Chávez, en particular, no es sólo por su legitimidad democrática formal, sino porque en otros continentes es visto como un gran líder progresista que no se arredra ante Washington. Chávez saludó el "extraordinario desarrollo democrático" que representó la victoria de Ahmadinejad. "¿Qué le pasa a Chávez?", preguntó en aquel momento Nazanin, una joven fotógrafa que apoyaba al candidato opositor Mir Hossein Moussavi. "¿Es que no sabe quién es Ahmadinejad?"
Tal vez Chávez esté más al tanto de quién es Ahmadinejad que Nazanin del propio Chávez. Al igual que varios chinos, uzbekos, iraníes y turcos. "¡Yo apoyo a Chávez!", dijo, para mostrar su simpatía, Uigur, un escritor jubilado, en Estambul. Dilek, una abogada que defiende a bancos y aseguradoras en esa ciudad, cree que Chávez es un "líder que defiende a los pueblos del mundo".
Asmet, un comerciante de Kashgar, en China, no pudo admitir que Chávez cierre medios de comunicación críticos y que denuncie como traidores a personas que siempre lo apoyaron pero que, en algún momento, expresaron dudas o inconformidad.
A grandes distancias, la información sobre lo que los gobiernos hacen en sus países se pierde. En cambio, crece el impacto de los gestos grandilocuentes de política exterior de los mandatarios. Nikita Khrushchev se ganó el aplauso de la izquierda latinoamericana cuando se sacó un zapato para golpear su tablero en plena sesión de la ONU, sin importar la represión contra el pueblo ruso.
Las masas fueron a corear en 1990, frente a la embajada estadounidense en Ciudad de México, el nombre de Saddam Hussein cuando el líder iraquí prometió dar "la madre de todas las batallas", como si fuera un abnegado defensor de su gente.
En Africa y Asia, e incluso en ciertos círculos europeos y de Estados Unidos, no se conoce o no se quiere conocer qué hace Chávez en Venezuela. Pero el mandatario que aseguró en la ONU que ahí "huele a azufre", como si hubiera estado Lucifer (donde antes había hablado George W. Bush), es fuente de inspiración para muchos corazones en esas partes del mundo.
Chávez ofrece una alianza que le sirve a Ahmadinejad para demostrar que Irán es bien recibido en el exterior. Y los mullahs en las mezquitas celebraron que su presidente hubiera llevado hasta Venezuela "la verdad del islam".
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