Los misiles los carga el diablo
SALAMANCA. Nada queda ya lejos de nada. Aquellos tiempos en los que todo estaba muy lejos y viajar se convertía en una verdadera aventura, han pasado a convertirse en un problema de que todo está muy próximo. Para explicarme, voy a recordar que el gobierno de Bolivia, ante la preocupación demostrada por Paraguay ante al armamentismo de nuestros vecinos, respondió que ese país se estaba armando para combatir la pobreza, no para agredir a nadie.
Uno no tiene por qué saberlo todo. Entre ellas, ignoro saber de qué manera se combate la pobreza comprando armas. ¿Matando a los pobres? ¿Dándoles armas para robar bancos? ¿Utilizando dichas armas para quedarse, por la fuerza, con fábricas, con centros de producción de bienes? No solo es la peor manera de combatir la pobreza, sino que es el camino equivocado. Nuestras autoridades, más ingenuas que la propia Caperucita Roja que cree de entrada que el lobo que está en la cama es su enferma abuelita, les dijeron gracias a los bolivianos y declararon sentirse aliviados. Toda la carrera armamentista en que se han enfrascado los países del grupo bolivariano, debe ser motivo de preocupación para todo el continente en lugar de estar discutiendo sobre las bases militares colombianas que pueden ser utilizadas por el ejército norteamericano. Evo Morales encontró en ellas un pretexto más para justificar la compra de armas ya que se debe estar preparado para defenderse en caso de que los americanos decidan una incursión militar desde tales bases.
No se sabe cuál de las dos respuestas es más absurda. Son ofensivamente descabelladas y mucho más no darse cuenta de los grandes ojos del lobo para ser los ojos de la abuelita.
En el momento de escribir estas líneas –doy un pequeño salto– el enviado del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, ha aceptado que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) visite las plantas que existen o se están construyendo en Irán para enriquecer uranio “con fines científicos” dicen ellos, “para construir la bomba atómica” dicen los demás. La invitación oficial será cursada en el plazo de dos semanas y antes que acabe este mes, se harán dichas inspecciones. Puede ser verdad como puede ser un recurso más de Ahmadineyad para evitar sanciones internacionales y ganar tiempo para llegar a la fabricación de armas de destrucción masiva. Si no fuera así, ¿por qué motivo está desarrollando misiles con alcance de unos tres mil kilómetros y ahora van por los de tres mil quinientos? Los misiles no se justifican para llevar explosivos convencionales; solo si se utilizan bombas nucleares.
Segundo salto: el líder del movimiento bolivariano, Hugo Chávez, con el asesoramiento y consejo de Fidel Castro, acaba de estar en Irán demostrándole su amistad, su admiración y todo lo demás, a Ahmadineyad. Resultaría difícil determinar cuál de los dos es más confiable, cuál de los dos muestra una conducta que pueda ser predecible. El primero guiado por lo que cree entender de los ideales que persiguió Simón Bolívar; el segundo, pronto a seguir lo que le ordene el ayatolá Alí Jamenei que es, en realidad, la autoridad suprema del Estado teocrático de Irán. No podemos saber qué ideas puede tener Alá para el futuro de Irán, de Estados Unidos o de los países bolivarianos.
Resulta muy difícil no pensar, considerando todo lo que ha venido sucediendo desde que el ayatolá Jomeini se hizo con el poder el 12 de febrero de 1979 tras un golpe de Estado, que Irán, en poder de esas armas de destrucción masiva, no intente seducir a Hugo Chávez para colocar sus misiles en territorio venezolano y en otros países de la coalición bolivariana (Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y veremos qué pasa con Honduras). Tres mil quinientos kilómetros es una buena distancia que pueden recorrer los misiles para desatar el apocalipsis nuclear.
“A esta altura de la historia tales cosas no pueden suceder”, se dice habitualmente. No podía suceder el advenimiento de Hitler al poder, no podía suceder el Holocausto, no podía suceder la bomba atómica sobre Hiroshima, no podían suceder cientos de hechos que a pesar de los años nos siguen helando la sangre. Todo puede suceder en cualquier época, en cualquier parte, porque todos estamos favorablemente cerca y también peligrosamente cerca.
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