Hay que acabar con los mercenarios intelectuales
Cuando empezó a extenderse a través de todos los regueros informativos internacionales el anuncio de que el agonizante socialismo de todos los tiempos, motejado esta vez como del siglo XXI, se levantaba desafiante y entraba nuevamente en acción para instaurarlo esta vez en toda América Latina y después en todo el orbe, pensé y dije: ¡esto es el fin! Si, el fin, pero no de la democracia ni del capitalismo, sino del mismo socialismo.
Un fin definitivo de esta doctrina obscurantista que durante más de dos siglos fue y es la mayor rémora para el desarrollo humano. Y para afirmar que su muerte es irrevocable y ya está cerca, no necesito profundizar en el tema desde una óptica filosófica, política, económica o ética; me basta ver quienes están detrás de este bodrio y lo qué ellos tienen para exhibir al mundo: nada bueno que suscite admiración ni respeto. Resuelta que su pobre oferta solo se sustenta en una enorme colección de cuentos; los mismos con los que sus antecesores engañaron a Europa Oriental y a millones de intelectuales de todo el planeta, y que en esta ocasión nos están contando unos atarantados neo socialistas cuya sola presencia ofende y repugna a tontos e inteligentes, excepto a los mediocres.
Estos son los personajes de la comitiva que se ha propuesto conquistar el mundo y establecer un nuevo orden internacional:
A la cabeza, en calidad líder máximo y jefe supremo está un tirano desvencijado e insepulto, con ojos de loco, y que durante 50 años ejerció como colonizador, saqueador y déspota absoluto de su propio pueblo, de cuya gestión sólo quedan abundante verborrea pura de altísimo nivel, promesas y miseria, involución y corrupción, infamia y crueldad, como jamás nadie se imaginó que sucediera a la vista del Mundo contemporáneo.
El segundo de a bordo es un pardo patán, rechoncho y rechancho, que viste de rojo de crin a cola, hábil para el insulto procaz, que se caga en todo y en todos y está dispuesto a gastarse toda la riqueza de su país para salirse con la suya y atender los caprichos de su maestro insepulto que le ha ofrecido su trono desvencijado como herencia.
Los demás son lacayos que actúan y hablan como les ordenan, para eso les paga el pardo, aun con chatarra. Uno de ellos, el más obediente, es un papagayo rosa, atarantado y fanfarrón, experto en vender esperanzas y que anda generosamente ofreciendo patria y dignidad a todos. Otro es un indígena totalmente asexuado que anhela el poder total y vitalicio para cumplir su sueño: llevar a su pueblo de regreso a la prehistoria, precisamente a los orígenes remotos del Tahuantisuyo.
Por ahí hay otro más; un dipsómano abusador sexual de menores, perpetuamente ajumado, que jamás dice no cuando le ofrecen un trago y que le importa un carajo la pobreza del país que gobierna; total él festeja igual, emborrachándose a más no poder, a la salud de todos los pendejos que lo aguantan. En esta comitiva no podía faltar una mujer; ésta es, por más señas, una buena bailadora de tangos, repleta de silicona y con abundante maquillaje para disimular sus “encantos” y que en los foros internacionales siempre se pierde excelentes oportunidades de mejor quedarse callada. También hay un cura sin sotana, gran conquistador de fulanas y zutanas ingenuas; buen reproductor pero pésimo padre de familia, como todos los grandes humanistas salvadores de hombres pobres y bienhechores de mujeres “ricas”. Hay otro más, y pesado. Me refiero a uno de los dos principales fundadores de esta pandilla. Se trata de un carioco de barba media al que a veces se le nota más bien como avergonzado; como que sí y como que no quiere estar con estas malas migas, tal ves útiles y adecuadas para un sindicalista iniciado pero nada dignas ni recomendables para un estadista en germinación.
Pensar que esta pequeña comparsa podría tomarse el poder para largo en todo un continente y cagarse en el mundo entero, ¡absurdo!, opino yo, peor aún cuando ahora hay más esplendor en el mudo y la humanidad ha alcanzado niveles de inteligencia y progreso científico tecnológico jamás imaginados. Pero no por esto vamos a quedarnos sentados esperando que el descomunal monstruo de más de 200 años muera por si mismo, atorado y pudriéndose en sus propios excrementos. Todo lo contrario, hay que ayudarlo a morir, cuidándonos eso si de los coletazos de animal agonizante, siempre peligrosos cuando se los desestima y no se toman las debidas precauciones. Por cierto, hay que prever también la menor pestilencia posible de sus emanaciones pos morten. En cuyo caso, es hora ya de empezar a frenarles a estos necios intemporales que mueven fervorosamente la cola de la agonizante doctrina socialista de todos los siglos.
Cuando conversábamos con un amigo acerca de las molestias que está causando esta pandilla de atarantados y que debíamos ponerles un alto, salió con el disparate de que no podemos olvidarnos del episodio bíblico de “David y Goliat”. Y esa cojudez ya se dijo en los años 1960 refiriéndose al joven Fidel contra el Tío Sam. Mas resulta que el ahora insepulto tirano, nunca aprendió cómo hacer la honda, ni pudo siquiera encontrar una sola piedra para lanzarla al gigante flaco aunque fuera a mano limpia. Este fanfarrón perpetuo se las pasó de papagayo durante 50 años, mientras su odiado enemigo del norte conquistaba la tierra, los océanos, la atmosfera y la estratosfera, dejando boquiabierta a la humanidad entera. ¡¿O no?! Por favor, reflexionemos: El David bíblico representa la inteligencia y la creatividad, dos elementos básicos del capitalismo. Goliat encarna la fuerza bruta represiva y esclavista, el principal soporte del socialismo.
Casi un siglo atrás, para implantar por primera vez el socialismo como forma de gobierno, la Rusia soviética tuvo que asesinar a millones de contradictores, disidentes e inconformes dentro de su territorio y en los territorios de los países que había conquistado y sometido. Durante y después de ese apocalíptico desangre, sus gloriosos lideres prometieron que el sacrificio y el sufrimiento del pueblo sería temporal y solicitaron que todos tuvieran paciencia en aras del inminente progreso y la abundancia que vendría después de instituir un nuevo orden para gobernar con justicia y equidad. Y ahí se estancaron, en las ofertas y en las represalias. En poco tiempo, después de engañarse a si mismos y al mundo entero, mintiendo y diciendo que serían los primeros y mejores en todo, se quedaron sin tener con qué alimentar a su gente, mientras ese descomunal aparato burocrático administrativo, represivo y colonizador que crearon se enriquecía inescrupulosamente. Por fortuna ese imperio sustentado en la fuerza y la mentira se derrumbó ya hace dos décadas, sumido en la pobreza y la corrupción absolutas y sin que nadie de afuera los haya disparado una sola bala.
Si así sola se derrumbó la matriz de las infamias, que algo aportó en ciencia y tecnología pirateada, cómo pensar entonces que una sucursal desmantelada y manejada por un tirano decrépito y una gavilla de trasnochados se tome un continente. Si tal sucediera, es que estaríamos de regreso al obscurantismo, peor que en la peor época de la Edad Media, mientras el resto de la humanidad alcanza un mayor esplendor y continúa avanzando.
Si queremos ponerle freno a esta ignominia tenemos que comenzar señalando, en lo posible con nombres y apellidos o por el alias, a los culpables directos, cómplices y encubridores. Por mi parte denuncio, insisto y repito lo que he venido diciendo durante dos décadas como disco rayado: los más grandes alcahuetes de todo esto son todos, absolutamente todos los voceros y alabadores de los tiranos y las tiranías que sustentaron esta infamia y que suscitaron dos guerras mundiales y cientos de otras internas e igualmente crueles.
Concretamente acuso y exijo que se los juzgue y sancione a todos los intelectuales de la palabra que adularon a los déspotas y justificaron descaradamente el despotismo y el crimen de Estado, amparándose en doctrinas probadamente perniciosas. Y no importa si lo hicieron por convicción, por interés o por cojudos. Lo cierto es que tienen que pagar sus estúpidos devaneos.
Es hora ya de terminar con la impunidad intelectual. Si se les acusa e increpa a la Coca Cola y a Mac Donald de ocasionar a nivel mundial trastornos en la salud orgánica de quienes consumen sus productos; con mayor razón hay que sentarles en el banquillo de los reos a los que intoxicaron, intoxican e intentan intoxicar con su elocuencia las mentes y las almas de todos los habitantes del planeta, sirviéndose de los mecanismos y la tecnología que ellos repudian… Y que lo hacen de maravilla, en todos los idiomas y cómodamente desde algún hotel cinco estrellas o desde la misma guarida 7 estrellas de algún tirano de turno que les paga o les adula como a mascotas de élite.
A los intelectuales de esta ralea que ya fallecieron y que hasta el último suspiro lo dedicaron a su tirano predilecto, seguro que ya los juzgo el diablo. A los que ya pidieron disculpas y se curaron de la cojudez, los juzgará la historia. Me indignan más los impunes que aún viven y no sienten ningún remordimiento ni vergüenza por lo que hicieron y hacen en favor de sus despóticos amigos y amos. Para ellos mi repudio y que su ocaso definitivo suceda en el mismo momento del deceso del monstruo que crearon.
Gabriel García Márquez, alias Gabo, debería ser el primero en ponerse a la cola para pedir disculpas a su país, Colombia, a toda América Latina y al mundo entero, por su cojudez de haber sido vocero y alabador del tirano loco creador y regente de la revolución involucionaría cubana. Él debería seguir el ejemplo de su ex coideario y amigo, el mexicano Eduardo del Rio, alias RIUS, quien ya en 1993 publicó el libro LÁSTIMA DE CUBA –el grandioso fracaso de los hnos. Castro (Editorial Grijalbo), escrito y dibujado por él mismo, como todas su obras –medio centenar traducidas a varios idiomas-, con la intensión de tapar sus cagadas geniales de tres décadas (de 1960 a 1990) y disculparse de su inexperiencia e ingenuidad políticas, que lo llevaron a secundar y respaldar a sus ídolos ejemplares (mis maestros, como el los llama) hasta convertirse en el más ferviente y convincente defensor de los antiguos y contemporáneos tiranos socialistas. La lista de sus maestros culpables que cita el gran RIUS es larga, los nombra de uno en uno, comienza con Bertrand Russel, y pasando por Juan Rulfo, Ernest Hemingway, Julio Cortázar, más otros cincuenta de gran talla, termina diciendo… y cien más.
¡A despertarse genios mercenarios intelectuales y defensores de tiranos y tiranías; es hora de pedir disculpas a la humanidad entera!
- 23 de enero, 2009
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