Argentina: La sociedad abierta y sus enemigos
El resultado electoral del 28 de junio dejó en claro que el kirchnerismo perdió. Por otro lado, las encuestas y el Índice de Confianza en el Gobierno que mensualmente publica la Universidad Torcuato Di Tella muestran que el Gobierno está en niveles muy cercanos al que tenía Fernando de la Rúa hacia noviembre de 2001 cuando estableció el corralito. Dicho más directamente, el nivel de rechazo al matrimonio es muy gigantesco.
¿Por qué causa Kirchner insiste en ir contra la opinión pública redoblando la apuesta en sus posturas autocráticas? ¿Por qué sigue violando los derechos de propiedad sin inmutarse? ¿Por qué sostuvo que el mensaje de las urnas del 28 de junio debía ser leído como que la gente quiere que se profundice el modelo? Mi impresión es que a Kirchner poco le interesa lo que opine la gente y mucho menos el resultado de una elección. Todo su objetivo pareciera consistir en ser el dueño de la Argentina. Digamos, comprarla como uno compra una empresa y, desde el directorio, con el poder del dinero, mandar a su antojo. Y para conseguir ese objetivo no tendría problemas en utilizar cualquier mecanismo que le sirva a estos fines, sean estos lícitos o no.
Por ejemplo, si se confirmara la denuncia judicial en la cual un ahora ex director de Papel Prensa afirma que Moreno sostuvo que el gobierno quiere apropiarse de la empresa y que si alguno de los presentes hablaba sobre esa intención él tenía a sus muchachos que le podían romper la columna y hacerle saltar los ojos, estaríamos en presencia de un acto mafioso a más puro estilo Al Capone.
Sobre la ley de medios aprobada en el Senado, hay serios indicios de la escasa transparencia con que se consiguieron los votos. ¿Alguien puede creer que un legislador del extinto partido de Bussi haya votado con plena convicción esta ley de medios, por no nombrar el turbio caso de Corrientes?
La Constitución Nacional prohíbe expresamente que el Congreso de la Nación legisle sobre la libertad de prensa en las provincias. Sin embargo se hizo. Y también la ley legisla retroactivamente al anular las concesiones otorgadas apenas unos años atrás por el mismo Néstor Kirchner. Se esté de acuerdo o no con esas renovaciones de licencia, lo concreto es que Néstor Kirchner mandó a votar una ley que viola los contratos, cuando es función del Estado utilizar el monopolio de la fuerza para hacer cumplir los contratos.
Ahora bien, ¿por qué hace todo esto Néstor Kirchner si, con su forma de actuar, genera más rechaza en la población? Por lo dicho anteriormente: a Kirchner no le interesa lo que opine la población y tampoco le importa cuando recibe una paliza en las elecciones. Sus reglas de juego son otras. Establecer un sistema autocrático en Argentina apoderándose de la mayor cantidad de activos para ser el “patrón” de la Argentina, escudándose en una pseudo democracia. Eso sí, necesita de algún tipo de simulacro de legalidad para poder hacer lo que hace.
Cuando los economistas decimos que las acciones del gobierno generan incertidumbre y espantan inversiones es cierto y, tal vez, Néstor Kirchner lo comprenda perfectamente. Es más, todo hace pensar que o es muy torpe o vulnera la seguridad jurídica deliberadamente para que el valor de los activos caiga y sus compañeros de ruta puedan comprar a precios muy bajos esos activos. Dicho de otra manera, a Kirchner poco parece interesarle el futuro de la Argentina, más bien le interesaría quedarse con la Argentina.
Y aquí viene mi renovada crítica al mundo empresarial en general, con las salvedades del caso, que por cierto existen. Cuando desde www.economiaparatodos.com.ar insistía, ya en el 2004, que los empresarios estaban muy ocupados ganando dinero gracias al veranito que teníamos y poca atención le prestaban a la calidad institucional, señalaba que sin calidad institucional sus empresas iban a tener un valor cercano a cero. Bueno, hoy las empresas de los multimedios tienen un valor cercano a cero porque Kirchner consiguió la famosa ley de medios audiovisuales que viola todos los principios de seguridad jurídica y libertad de expresión. Y muchas otras empresas también tenderán a tener un valor cercano a cero gracias a las arbitrariedades del gobierno. ¿Cuál es hoy el valor de un tambo o de un campo solo apto para la ganadería? Si sus valores son cero no es porque el mundo dejó de demandar carne o lácteos, es porque el gobierno, con sus medidas, hizo que su valor llegara a cero.
Recuerdo que una vez algún empresario me palmeó la espalda y me dijo que siguiera así porque era muy valiente lo mío, mientras se quejaba de las regulaciones a las que los sometía el gobierno. Le pregunté por qué ellos no salían a denunciar las regulaciones que los perjudicaban. La respuesta fue que no podían porque tenían que cuidar la empresa y la gente que trabajaba en ella. Bien, ¿cuánto valdrá hoy esa empresa y a cuántos empleados habrán despedido por falta de negocios? Cerrar la boca cuando uno es atropellado por el Estado, finalmente es muy mal negocio.
Cuando los economistas afirmamos que el mercado no es algo mágico, sino un proceso donde miles de personas votan todos los días, nos acusan de fundamentalistas de mercado. El Estado tiene que regular el mercado y redistribuir la riqueza, sostienen a coro políticos, empresarios y ciudadanos comunes. El liberalismo es una cosa del pasado y mala porque concentra la riqueza en unos pocos, dicen los intervencionistas. Lo que no advierten es que cuando se admite la primera intervención del Estado para regular lo que no tiene que regular y a redistribuir lo que no le corresponde, abren la puerta a más arbitrariedades, porque están sentando el precedente de que él Estado, es decir un puñado de burócratas iluminados, puede decidir sobre el fruto del trabajo ajeno. Y una vez que avanzan en las regulaciones llegan a lo que llegamos. Hoy nadie en Argentina puede decir que es dueño de nada, porque Kirchner ha demostrado que puede avanzar sobre los derechos de propiedad utilizando todos los métodos posibles. Al que se opone le mando un piquete, le movilizo las fuerzas sindicales, le impongo una regulación que lo asfixia económicamente, lo mato con impuestos o todo junto.
Si hoy llegamos a que se sancionara esta impresentable ley de medios audiovisuales es porque la gente –desde los empresarios hasta los ciudadanos comunes– aceptó que el Estado traspasara los límites que debe tener todo gobierno. Lo que se llama gobierno limitado o subordinado a la ley.
Unos días atrás, en una cena surgió el tema económico y político. Alguien sostenía que gracias a Dios habíamos recuperado la democracia y que podíamos votar. Mi respuesta fue que antes de votar hay que definir las reglas de juego que imperarán en una sociedad. Los límites que se le impondrán al Estado ya que los ciudadanos le estamos delegando el monopolio de la fuerza y quedamos indefensos ante esa situación. Luego, me animé a afirmar, vemos el mejor mecanismos para elegir quiénes administrarán el país, pero siempre subordinados a la ley y a los límites que deben tener los gobernantes en el uso de la fuerza. Lo primero es limitar al gobierno y lo segundo es el mecanismo de elección de los administradores.
Si los argentinos seguimos pensando que porque vamos al cuarto oscuro una vez cada tanto tenemos democracia y todos los problemas van a solucionarse, estamos muy equivocados. Y si no miren a Kirchner. Perdió las elecciones, tiene a la mayoría de la población en contra y, sin embargo, ni se inmuta. Sigue usando el monopolio de la fuerza y los recursos de los contribuyentes para hacer lo que le viene en gana y destruir a todo aquél que se le opone.
Mientras los argentinos sigamos viendo con buenos ojos que el Estado nos regule, redistribuya lo que no le pertenece, nos esquilme con impuestos y otorgue privilegios a los amigos del poder, continuaremos en esta larga decadencia porque, finalmente, cada vez que vayamos al cuarto oscuro estaremos eligiendo a nuestro próximo autócrata. Y una vez que se lo votó, el hombre se va a reír de lo que diga la gente y su falta de escrúpulos le permitirá avasallar el estado de derecho, por la simple razón que no cree en él. Sólo usó la democracia para llegar al poder y, una vez en el poder, cambiar democracia republicana por autocracia.
En definitiva, todo esto me hace aco
rdar al título de un libro del austríaco Karl Popper, La Sociedad Abierta y sus Enemigos, donde describe cómo usando la democracia, los autócratas se disfrazan de demócratas para llegar al poder para luego destruir las libertades de esa sociedad abierta, que creyó que votar era entregar un cheque en blanco para que el elegido no tenga límites en el uso poder.
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