Giro de Brown: privatiza empresas

LONDRES.- Cuando un primer ministro laborista se ve forzado a anunciar privatizaciones y el reembolso de gastos personales al erario público, todo en un mismo día, las cosas no deben de marchar muy bien. Peor aún cuando esto ocurre en la primera jornada de un año legislativo que terminará, a más tardar, en junio próximo con elecciones generales en las que, según todas las encuestas, sufrirá una humillante derrota.

Estas fueron las duras circunstancias en las cuales el atribulado jefe del gobierno británico, Gordon Brown, dio a conocer ayer su intención de reducir parte del déficit público mediante la venta de empresas y otros activos nacionales por valor de 16.000 millones de libras esterlinas (unos 25.000 millones de dólares) durante los próximos dos años. En la lista de privatizaciones figura el túnel ferroviario del Canal de la Mancha, el puente londinense de Dartford, la firma que maneja los préstamos a estudiantes universitarios (Student Loan Company), la compañía de apuestas Tote, la planta procesadora de uranio Urenco y un número aún no determinado de centros deportivos y bibliotecas municipales.

Brown pretendía con su anuncio desestabilizar a la oposición conservadora, encabezada por David Cameron, que hace una semana, durante la conferencia anual partidaria, fijó su plataforma económica en la aplicación de drásticos recortes en los gastos públicos y en las inversiones, así como en un posible aumento de los impuestos.

El tono lúgubre de esta receta, sin embargo, parece no haber amedrentado a los británicos. Los últimos sondeos, realizados durante el fin de semana por la empresa ICM, colocan a los conservadores en clara delantera, con un 45% de apoyo popular, frente a un 26 % de los laboristas y un 18% de los liberaldemócratas.

"Algunos quieren frenar el estímulo fiscal ahora, justo cuando la economía empieza a dar señales de mejoría -destacó Brown, en alusión a sus rivales-. Algunos quieren parar el alivio cuantitativo que da el Banco de Inglaterra y así impedir la recuperación. Nosotros nos proponemos desembarazarnos de lo que no necesitamos para así poder seguir invirtiendo en medidas que favorecerán el empleo y a las familias más necesitadas".

El mandatario laborista advirtió que Gran Bretaña está sólo "a medio camino" de superar la recesión, y que un recorte de gasto realizado de manera temprana, tal como defienden sus opositores, significaría repetir los errores de la crisis de 1930, que redundaron en una depresión económica.

En la Cámara de los Comunes, Vincent Cable, la figura más respetada por los británicos en temas económicos y vocero en esa área de los liberaldemócratas, calificó las propuestas privatizaciones de car boot sale (venta desde el baúl del auto), que no hará otra cosa que pasar al sector privado bienes públicos cuando sus precios han caído entre un 15 y 20 por ciento.

"Esta es un decisión económica descabellada, que sólo puede responder a intereses proselitistas", denunció Cable.

Su colega conservador Philip Hammond advirtió, en tanto, que "vender la platería de familia no va a resolver en nada la crisis en las finanzas públicas".

Este es el parecer, también, de muchos economistas. Para Robert Chote, experto del Institute of Fiscal Studies, las medidas de Brown no son otra cosa que "una gota de agua arrojada en el océano", si se tiene en cuenta que el déficit de Gran Bretaña alcanzó este año a los 175.000 millones de libras (270.000 millones de dólares).

Auditoría

En medio de todas estas críticas, el primer ministro se vio obligado ayer a admitir que tendrá que devolver al erario unos 20.000 dólares, como resultado de una auditoría realizada a raíz del escándalo por los gastos excesivos de los parlamentarios.

Brown fue uno de los más de 300 parlamentarios que recibieron ayer una demanda de reembolso de parte del auditor, sir Thomas Legg. En su caso, la cifra incluye más de 15.000 dólares abonados por la limpieza de su oficina, unos 500 dólares en concepto de jardinería y unos 2000 dólares de una factura de pintura y decoración que presentó dos veces.

Downing Street afirmó que lo último fue un "error"; que el resto fue resultado de ajustes introducidos por cambios en las reglas internas del Parlamento y que el primer ministro urgió a sus correligionarios a pagar todo lo que se les reclamara.

Legg abarcó con su inspección las actividades parlamentarias de los últimos cinco años. Por eso, en julio pasado escribió tanto a todos los diputados del Parlamento actual como a los que perdieron sus asientos en las elecciones de 2006 para pedirles que justificaran sus gastos.

El funcionario confeccionó su demanda de reembolso sobre la base de las respuestas recibidas y de las facturas existentes en los archivos parlamentarios.

Por más que Brown esté lejos de ser el más serio de los infractores, el incidente ha contribuido a dañar aún más la imagen de honesto y austero hijo de pastor presbiteriano, con la cual había llegado al poder hace menos de dos años.

Hace dos días, Downing Street informó que el primer ministro sufrió "dos pequeños desgarros" en la retina del ojo en que mantiene la visión (en el otro la perdió a raíz de un accidente en un partido de rugby, cuando era joven), pero que no será necesario que se someta a ninguna intervención quirúrgica.

Este no fue un parte médico de rutina, sino una señal más de la grave situación política en la cual se encuentra el primer ministro.

Tan antipático se ha convertido para la opinión pública británica que habían comenzado a circular rumores de boca de sus propios correligionarios, que afirmaban que el primer ministro podría renunciar alegando "razones de salud", lo que permitiría la elección de un sucesor capaz de enfrentarse efectivamente al conservador David Cameron.

Además, el propio Brown tuvo que responder durante una entrevista con la BBC a la pregunta de si era uno de los muchos británicos que tienen que recurrir a los "analgésicos bajo receta y otros fármacos para salir adelante". Con evidente irritación, el primer ministro contestó que era una pregunta inapropiada.