¿Revolución indígena?
La invención de la Nación-Estado, invento reciente, ha puesto durante la segunda parte del pasado Siglo XX y a las puertas del Siglo XXI una nueva manifestación social a partir de la formación de grupos de presión cuya génesis está en el compartimiento de características específicas.
La historia del Movimiento Indígena guatemalteco, o Movimiento Maya como se le ha denominado, tiene raíces en discusiones acerca de “¿qué hacer con los ´indios´?” en cada una de las etapas de las espirales de auto-identificaciones que hemos tenido. Era un José Cecilio del Valle quien se preguntaba acerca de la libertad de los indígenas durante la “Independencia”, y después un Justo Rufino Barrios salía proclamando a todos los habitantes de San Marcos “ladinos” por decreto, y años después Miguel Ángel Asturias, César Brañas, y Óscar Clemente Marroquín discutían qué hacer con el “indio”.
Los “lacandones” eran la visible marca de presentación pública, traídos a la capital como atracción de feria. Luego, ¡oh Primavera! la “revolución rosa” de 1944 no sabía qué hacer con el “indio”, y tampoco los de la supuesta “liberación”. De ahí nuestra discusión, un tanto más contemporánea, un tanto más teórica, un tanto más radical, a partir de paradigmas de lectura social.
Y más recientemente, desde el tal Monje, hasta los campesinismos alborotadores, parece que se tiene una tendencia en la élite indígena de una “revolución”, de cuál tipo no sé, pero el germen sigue latente.
De hecho, me sorprendió siempre que el argumento central de la “Autonomía Indígena” fue abandonado por uno más violento, menos racional, y bastante más peligroso.
La denominada “Revolución” (?) del 44, en una palabra, “invisibilizó” al indígena. Cierto, no era la primera vez, pero la homogeneización cultural de tal “gesta” es tan obvia en toda la evidencia, que hasta el mismo Ubico ha sido más y mejor asociado al paternalismo indigenista que los mismos “revolucionarios” que hoy “celebran”, no sé qué, pero celebran.
El arranque de defensa de la acción de cambio de gobierno en 1944 por parte del liderazgo indígena de hoy deberá repensarse. De hecho, puede uno remitirse al mismísimo Asturias para notar que los vientos pre-44 eran por definición “académica” antiindígena. (O “a-indígena”, si así lo prefiere.)
Y no es sorpresa que el mismo Movimiento Guerrillero (1960-1996) lleve ese sustrato antiindígena en su base conceptual. El uso del discurso indígena por parte de los guerrilleros fue una simple táctica para avanzar en sus otrora sueños de toma de poder por medio de la revolución de clases.
El error, tanto de revolucionarios del 44 como de guerrilleros de los 36 años de guerra, fue haber resumido, limitado e invisibilizado al “indio” a una simple “clase social”. Etnia y clase, en cualquier contexto, chocan, ya que la etnia es una conformación histórica de base sólida, y la “clase” es una simple tipología, inundada de prejuicios, y con intereses más que conceptos que sirven para un fin de toma de poder.
Por eso, las élites indígenas que piensan en hacer “su revolución”, deberán parar, hacer el alto obligatorio, y ver los intentos fallidos, los casos fracasados, y definir “cuál” revolución querrán avanzar.
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