Venezuela: La larga noche
En estos días escuché decir a un conocido economista venezolano que al regresar al país, luego de un viaje de casi dos meses, se había impresionado mucho del deterioro de la situación nacional. Pero no se refería tanto al clima político o a las tendencias macro-económicas, sino a la realidad cotidiana que enfrenta y padece el conjunto de los venezolanos.
Cierto que el abajamiento general de Venezuela es un proceso que lleva muchos años -a pesar, por cierto, del vendaval de petrodólares de la bonanza petrolera más prolongada de nuestra historia, pero también lo es que la velocidad del resquebrajamiento se ha venido acelerando en los últimos tiempos, y todas las evidencias indican que se acentuará todavía más en el próximo futuro.
Hoy por hoy, tenemos racionamiento de electricidad, de agua, de gas, de gasolina fronteriza, de alimentos, de medicinas, de información y de libertad. Y hasta la supervivencia diaria está racionada a manos de una explosión de violencia criminal sin precedentes en los anales del país.
Para añadir insulto a las profundas heridas, los voceros de la “revolución bolivarista” no se cansan de proclamar las maravillas imaginarias del régimen que encabezan. Así, por ejemplo, alegan que las cosas van por excelente camino porque el Informe de Desarrollo Humano del PNUD, del año 2009, coloca a Venezuela en la posición 58 del escalafón internacional, algunos puestos por arriba de la ubicación de hace poco tiempo.
Lo que no dicen, es que el Informe de Desarrollo Humano del PNUD, del año 1998, ubicó a Venezuela en la posición 46 -12 peldaños por encima de ahora-, y con un valor de índice de Desarrollo Humano (IDH) de 0,86, superior al de 0,84 del IDH-2009.
En consecuencia, lo que sí deberían explicar es cómo diablos se las ingeniaron para recibir y despachar mil veces la cantidad de mil millones de dólares en una década, sin que ello no solamente no supusiera un mejoramiento radical de la calidad de vida de la nación venezolana, sino inclusive un desmejoramiento sustancial en diversos órdenes del quehacer social, familiar y personal.
En un día promedio, a cualquiera lo agarra un apagón de luz, o un corte de agua, o una inexistencia de la medicina requerida, o un “contacto” con el hampa, o una cola interminable para el más mínimo trámite, o una clonación bancaria, o quién sabe qué contrariedad derivada del desmoronamiento operativo del Estado y la sociedad.
Y no puede ser de otra manera, porque la realidad venezolana es una sumatoria de regresión anti-democrática, de fuerte caída de nuestra capacidad productiva, comenzando por el petróleo; de aumento sideral del endeudamiento público, de canibalización de la infraestructura, de redoblada dependencia económico-alimentaria de las importaciones, de extrema actividad delictiva, y de profundización de la crisis educativa, sanitaria y habitacional.
La larga noche que envuelve a Venezuela está destruyendo nuestras capacidades nacionales, pero toda noche termina cuando llega el alba… Eso sí, el alba de verdad.
- 28 de diciembre, 2009
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