Popurrí
“Los pueblos tienen derecho a la resistencia, incluso con las armas”. No se sabe si es una declaración de principio o una invitación. Los expertos en materia de publicidad y propaganda son muy cuidadosos en el uso de términos, palabras, conceptos, emplazamientos e invitaciones al público para lograr sus favores y preferencias sobre algún producto o idea. Esta prudencia en el uso de las técnicas relacionadas con el manejo subliminal se fundamenta en la posibilidad de causar un efecto contrario al buscado, o que el eslogan sea manipulado de tal forma que pueda ser utilizado en contra del bien que se pretende anunciar, e inculcar sus virtudes en el ánimo de los consumidores.
Las incoherencias e incongruencias de muchos hombres “muy privados” aunque en funciones muy públicas, le dan una nota de tristeza y desesperanza a todos los ingenuos que creen que el timón de sus destinos está en manos seguras, en mentes saludables y claras, en integridades firmes y en espíritus generosos. La gente de antaño se embraguetaba por sus pasiones y convicciones, y en ese menester producían más beneficios colectivos que desgracias individuales. Hogaño, las mayores debilidades y desviaciones las ostentan los pretendidos conductores de ideas y de pueblos. Masificados ellos en la formación de sus propias personalidades no se manifiestan ni descuellan en los verdaderos momentos e hitos históricos sino para hundir cualquier cosa positiva. Sencillamente, trepadores como son, aprovechan de manera oportunista el descuido y las flaquezas temporales de los pueblos. Se dan el lujo de imponer criterios y exigir solidaridad como si fueran honestos y decentes. No sienten empacho ni se atragantan por ser desfachatados y obscenos cuando extorsionan a sus semejantes con sus trapisondas.
Las marchas y contramarchas de las intervenciones y decisiones que se toman en los distintos gobiernos que nos conciernen por cercanía geográfica generan, cuando menos, escalofríos. Los encumbrados mediáticos se sorprenden cuando reciben galardones infundados; y otros lánguidos, recipiendarios por igual, que alguna vez tuvieron arrestos, hablan melifluos de paz y otras mojonerías, pero con su falta de garra y de criterio adecuado a las nuevas situaciones de este siglo contribuyen a oscurecer lo que está claro como el cristal. Primero se meten en Honduras, sin éxito como se esperaba y, después, les jurungan el rabo en su propio país y culipandean. Con los ojos claros y sin vista quedan todos aquellos que no complacen la petrochequera ambulatoria que esparce la bonanza en todas partes menos en una; otros afortunados tienen todo lo que nos han quitado y sustraído, inclusive: la libertad y la paz.
En este mundo patas arriba cabía la posibilidad de darle la “nobelería” a uno que se la pasa repitiendo las palabras amor y paz mientras tiene “pacificados” en nuestras cárceles a presos políticos a granel, e inclusive a gente que no son políticos, sólo opositores; uno que amenaza a los trabajadores y sindicalistas que luchan por mantener sus conquistas bien ganadas en la “Cuarta”; y, además, tiene al país en zozobra por una guerra imaginaria con contrincantes inexistentes, sin percibir que los venezolanos tenemos claro quienes son los enemigos y quienes nos tienen “imperializados” con la inseguridad, con la inflación, con el terror judicial y fiscal, y con cuanta vagabundería de apariencia legítima puesta en vigor a espaldas de la Constitución y las leyes.
La encrucijada por delante, con inclusión de las elecciones parlamentarias, es la escogencia entre la autopista del progreso y la incorporación al siglo actual o la trocha de la oscuridad y el atraso prehistórico.
Los que se dicen políticos y se presentan como alternativa válida para gobernar esta tierra, ni deben ni pueden perder de vista la cantidad de motivos que les ofrece el actual régimen a diario para acusarlo y estigmatizarlo como rojitos fracasados, inoperantes y desinteresados en procurar felicidad, bienestar y seguridad al bravo “soberano”, tan “tomado en cuenta”, “tan incluido” y “tan amado” solamente de la boca para fuera, pero aturdido por el conocido y antes usado “intercambio de espejismos por oro”, basado en la codicia y la mala fe de los antepasados.
Si seguimos con la boca abierta y las manos arriba, la isla del zombi barbudo parecerá el paraíso del capitalismo, comparado con lo que tendremos aquí cuando estos “bestialistas” terminen de ensillarnos.
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