El día en que todos los hondureños somos iguales

El Heraldo, Tegucigalpa

Solo existe un acontecimiento para que todos los mayores de edad seamos iguales: esa oportunidad la ofrecen las elecciones.

Por el lado que se busque, no existe otra ocasión ni lugar para estar todos exactamente iguales, no importando la educación, raza, religión o credo, mucho menos ideología o riqueza personal; es el día de las elecciones en que nuestro voto vale lo mismo que el voto del presidente de cualquier poder del estado o empresa o conglomerado, por muy grande que sea, y esta igualdad de condiciones debe de ser aprovechada de la manera más inteligente posible y votarse con conciencia ciudadana, favoreciendo a los mejores hombres y mujeres que se postulan a cargos de elección popular, no prestando importancia al viejo paradigma de "es que yo soy liberal y tengo que votar por los cheles". Para ese día el voto de "Juan Pueblo" tiene el mismo valor que el de "Don José Riqueza", y de nada le vale a "Don José" ser poseedor de una inmensa fortuna, ese día su voto es igualitito de valioso al de "Juan Pueblo".

Las elecciones son buenas ya que permiten ejercer el poder real que todos tenemos, aunque sea cada 4 años, el poder de elegir a nuestras autoridades para un período ya previamente limitado en nuestra Constitución.

Al mismo tiempo, demandan a los candidatos a sacar lo mejor de sí mismos para gozar del favor del voto de las mayorías y, en un ambiente ideal, plasmar todas las promesas, planes e ideas de desarrollo que hicieron que el proponente fuera elegido en medio de una veintena de individuos.

Por supuesto que existirán voces disonantes que argumentan que las elecciones son una farsa y que votar es una pérdida de tiempo, pero es precisamente esta postura la que nos tiene en la encrucijada que vivimos hoy en día, ya que al no presentarse el ciudadano a votar, está permitiendo que otro elija por él; esto es perjudicial para las democracias, ya que de existir las condiciones se puede dar el triunfo de un representante que no refleje el pensar de las mayorías, esto lo acabamos de vivir en Honduras al haber salido victorioso el señor Zelaya con apenas el 23% de los votos; muchos se escudan en la falacia de "yo no voté por él", pero al no haberse presentado a votar legitimó a otros a tomar la decisión por él, de allí la importancia de que ejerza el sufragio cada uno de los votantes legalmente inscritos en el padrón electoral.

Ya llegará el día en que también contaremos con el voto revocatorio para quitar del poder a quien no cumpla con su trabajo. El voto es poderoso, de ahí la razón por la cual los candidatos se desviven por su consecución, y es precisamente esta característica por la cual no deberíamos botar el voto; aprovechemos esta coyuntura que nos da ese día para exigir lo mejor de los candidatos y que se den cuenta de que Honduras ha madurado y ya no es con canciones ni posturas fingidas que conseguirán el favor de las mayorías ese día; todos y cada uno de nosotros tiene el poder, el poder de elegir.

Hondureños, mi invitación es para que nos apersonemos a los centros de votación y demos una demostración al mundo del material de que estamos hechos los catrachos, que nuestros hijos y nietos nos lo agradecerán un día, al darse cuenta en sus clases de historia que hubo una generación que se le plantó al mundo en defensa de su Constitución y sus leyes, que a pesar de la incomprensible actitud del resto de gobiernos hipócritas, no permitió que nada ni nadie mancillara su patria y que se irguió orgullosa a decidir su destino sin intervenciones ni huyendo de las más viles amenazas, solamente armada con el arma más poderosa que la democracia provee: el voto.