Lecciones para Obama
Honduras es una prueba crítica para la política exterior de Barack Obama en América Latina. Desafortunadamente, puede ser que repruebe. La postura del gobierno de enfatizar la cooperación multilateral y alinear las agendas de EE.UU. con las de los países de la región, ha sido bien recibida y podría llevar a una relación a largo plazo más productiva. Pero para que eso ocurra debe ser manejada en mejor forma que en el caso de Honduras .
La respuesta inicial del gobierno a los eventos de Honduras ilustra cómo el nuevo enfoque de Washington hacia la región debía funcionar. Cuando el ejército hondureño envió al exilio al presidente Manuel Zelaya el 28 de junio, Washington se unió a los otros 32 gobiernos elegidos del hemisferio en condenar a la acción como un golpe de Estado ilegal y en lanzar un llamado para la rápida restitución del derrocado presidente. Pero cuatro meses después el "gobierno de facto" encabezado por el presidente del Congreso, Roberto Micheletti, sigue en el poder y la política en Honduras sigue siendo un caos.
El problema es que la política exterior de EE.UU. en torno a Honduras se convirtió rápidamente, al igual que muchas otras cosas en Washington, en tema de conotroversia entre los dos partidos principales. La mayoría de los republicanos ve a Zelaya como un izquierdista antinorteamericano aliado a Hugo Chávez, y se oponen con vehemencia a que sea restituido. Muchos incluso dicen que no hubo un golpe de Estado, y que Zelaya fue depuesto de forma legal por violar la Constitución. Por su parte, muchos demócratas han criticado a Obama por no hacer lo suficiente para asegurar el retorno de Zelaya. En América Latina, las posiciones están igual de polarizadas. Algunos creen que Obama está conduciendo a EE.UU. hacia la izquierda y abandonando sus más viejos amigos. Muchos están igual de convencidos de que EE.UU en realidad autorizó el derrocamiento de Zelaya -o al menos no hizo nada para impedirlo- y que Washington fácilmente podría revertir el golpe si lo quisiera.
La crisis en Honduras es evidencia de lo difícil que es para EE.UU. lidiar con América Latina. Las divisiones ideológicas en la región y la permanente suspicacia respecto de Washington constituyen un enorme obstáculo. Por su parte, el partidismo extremo estadounidense es otro dolor de cabeza. Se puede deber a la apretada agenda del gobierno, pero la política exterior del gobierno respecto a Honduras ha sido manejada de forma relajada, sin que nadie aparentemente supervise el proceso día a día.
Y mientras tanto se aproxima una fecha crucial: las elecciones presidenciales en Honduras del 29 de noviembre. Los candidatos están en plena campaña. Elecciones libres serían la mejor oportunidad para ponerle fin a la crisis, siempre que el ganador sea aceptado como el presidente legítimo dentro del país. La mejor forma de dar legitimidad sería que Micheletti acepte restituir a Zelaya, pero con poderes limitados hasta el fin de su período en enero.
Es lo que los gobiernos de la región han pedido. Pero es difícil que suceda. En los últimos cuatro meses, el gobierno de facto de Micheletti ha logrado obstaculizar el retorno de Zelaya y parece estar determinado a resistir. Y la reciente conducta de Zelaya no inspira mucha confianza en que respetaría las restricciones a sus actividades políticas de retornar al poder.
Llegó la hora de que EE.UU. consulte con otros gobiernos sobre qué hacer para legitimar las elecciones si es que Zelaya no es restaurado. Se han propuesto algunas ideas. Éstas contemplan que ambos, Micheletti y Zelaya, se retiren de la política y se conforme un gobierno representativo no partidista que asuma el poder hasta que un nuevo gobierno pueda ser instaurado. Pero lo seguro es que un acuerdo como ése sea difícil de alcanzar, y el tiempo escasea.
El multilateralismo es de por sí más difícil de implementar que el más tradicional enfoque bilateral y centralizado -y sus resultados son más impredecibles-. La crisis en Honduras ha puesto sobre el tapete los retos que el gobierno de Obama enfrenta al tratar de seguir una política multilateral en las relaciones interamericanas. Requiere de habilidades diplomáticas excepcionales y un hábil manejo en casa. Multilateralismo no es sinónimo de dejar la tarea a otros gobiernos. Por el futuro previsible, sin importar el estilo que adopte, EE.UU. seguirá siendo un actor de peso en los asuntos del hemisferio, participando y frecuentemente encabezando distintos temas, pero al mismo tiempo compartiendo la toma de decisiones con otros.
Peter Hakim es presidente de Diálogo Interamericano y Consejero Editorial de América Economía.
- 4 de febrero, 2025
- 7 de octubre, 2011
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