El «otro Brasil» lanzó una nueva ofensiva en Río de Janeiro
Tres son los rasgos fundamentales de la evolución histórica brasileña: continuidad, descentralización y dualismo de su sociedad, herencia directa de la esclavitud. No hubo ruptura en Brasil al proclamarse la independencia. Fue el Imperio portugués el que la declaró, al negarse Pedro I a retornar a Lisboa en 1821: "Eu fico" ("Yo me quedo"), dijo. El Estado lusitano en Brasil fue un poder tenue y leve, más representativo que administrativo, un concierto flexible de unidades territoriales autónomas, antes que una unidad político-estatal. La existencia de dos sociedades -dualismo estructural- es constitutiva del Estado brasileño. Surge de la esclavitud como fundamento de su sistema de producción, originariamente la agricultura extensiva. La industria paulista nace en forma directa de los cafetaleros de San Pablo, una élite moderna y competitiva desde su origen, pero afincada en una estructura social y económica esclavista.
Por eso, los hechos de Río esta semana, y los de San Pablo en 2006, no son una "guerra de baja intensidad" que desgarra al sistema brasileño, sino una ofensiva del "otro Brasil", nunca integrado; son la expresión actual del dualismo constitutivo. El narcotráfico ejerce dominio territorial sobre ciertos espacios pobres y marginados de Río (más de 300), en los que existe, desde siempre, una baja o nula presencia del Estado. En estos espacios, como los morros de San Joao o Macacos, la violencia va más allá del crimen común y se convierte en un instrumento de ofensiva contra el Estado y de control territorial. El resultado es que se desvanece crecientemente el monopolio de la violencia legítima del Estado y se profundiza la fragmentación. Esta situación es la que otorga a la pobreza en Brasil su especificidad: tiende a estar concentrada en algunos grupos sociales, sobre todo afrobrasileños, y en ciertas regiones, especialmente el Nordeste, y en determinados espacios fragmentados, como las favelas de Río o el Gran San Pablo.
Brasil, señaló Fernando Henrique Cardoso, no es un país pobre, sino un país extremadamente desigual, con una gran población pobre, excluida históricamente del crecimiento, la educación y el Estado, que vive atrapada en espacios fragmentados de la sociedad. Esta localización contribuye a profundizar y a mantener la pobreza: el Nordeste es 30% de la población, pero tiene el 55% de los pobres. Los afrobrasileños son el 45%, pero 78% son pobres; y 62% de los pobres son afrobrasileños. La raza es una dimensión crucial de la exclusión en Brasil, otro resultado de la esclavitud vigente hasta 1889. Los países cambian, incluso extraordinariamente, como lo ha hecho Brasil a partir de 1994 (Plan Real), pero lo hacen sólo a partir de sí mismos, quizás porque en el origen está también el destino.
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