Europa bajo la espada
La Vanguardia, Barcelona
No recuerdo la primera vez que me interesé por el fenómeno del fundamentalista, pero debe de hacer unos veinte años. Llegué a él motivada por la esclavitud de las mujeres que caían en las garras de esta locura ideológica, y por la reversión de derechos que sufrían allí donde se instalaba. Hacía años que el régimen de los ayatolás había desplegado sus siniestras alas por la vieja Persia, y las mujeres habían caído letalmente bajo la bota islámica. Pero personalmente lo que me impactó definitivamente fue el drama de las mujeres de Yemen del Norte, que pasaron de un régimen marxista a uno fundamentalista islámico, sin apenas un suspiro.
Mujeres que tenían carreras y dominaban sus destinos, atrapadas en la dictadura comunista pero, a pesar de todo, reconocidas como personas, dejaron de existir de golpe, perdieron sus trabajos, sus estudios, perdieron hasta su cara, segregadas brutalmente detrás del muro de una violenta ideología misógina. Y nunca más tuvieron voz. Y así fueron cayendo muchas, las afganas, las malasias, las somalíes, las palestinas en los territorios dominados por Hamas y… las europeas, allí donde la garra de lo que Glucksmann llama el "islamofascismo" hacía mella y atrapaba sus vidas.
Veinte años, pues, siguiendo una ideología totalitaria cuya cara empiezo a conocer tan bien como su dimensión planetaria, no en vano estamos ante el fenómeno violento más importante del mundo actual. Precisamente por ello, las afirmaciones de Lorenzo Vidino, el experto de Harvard en islam y terrorismo que hablaba el domingo para La Vanguardia, no me resultaron ajenas, no en vano han motivado mis artículos más comprometidos. Este es un tema central, que atañe al futuro de nuestras sociedades, que atenta contra nuestros valores de libertad y que usa todos los mecanismos modernos para instalar su terrorífica visión medieval. A pesar de la sordera que existe en España al respecto, incapaz de oír las voces de alerta, el fenómeno ha llegado a nuestro país "para quedarse" –Vidino dixit–, y lo ha hecho con fuerza. ¿Estamos preparados para afrontar democráticamente la contaminación ideológica de miles de personas cuyas vidas circulan en democracia pero cuyas ideologías trabajan para destruirla? No sólo no lo estamos. Es que no estamos haciendo nada. Por supuesto, los fundamentalistas son una ínfima minoría en Europa, pero es una minoría de miles de personas, motivadas, financiadas, internacionalmente conectadas y potencialmente violentas.
La lucha contra el fenómeno debería ser prioritaria, tanto en lo policial (con éxitos notables), como en lo social. Dice Vidino que España preocupa porque es el país menos preocupado por la amenaza. Pero España se preocupa por otras cosas. ¿Por los imanes integristas? Eso es multiculturalidad. Lo preocupante es la Navidad.
- 23 de enero, 2009
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