La historia secreta de Juanita Castro
27 de octubre, 2009
27 de octubre, 2009
La historia secreta de Juanita Castro
Estas memorias contienen varias revelaciones sorprendentes, incluidas ciertas noticias sobre amantes e hijos desconocidos de Fidel. No obstante, el más evidente de los propósitos de esta obra es la reivindicación que hace Juanita del honor de su familia.
El padre que ella recuerda, el gallego Ángel Castro, era un hombre amoroso, con pocos estudios, pero inteligente e intuitivamente dotado para el comercio, lo que le permitió enriquecerse. Lina Ruz, su madre, no era la sirvienta de la casa que a los 13 años fue víctima de estupro por parte de don Ángel, como se ha dicho. Tenía 19 cuando se unieron.
El segundo objetivo de este libro es trazar el perfil psicológico de Fidel y Raúl. En el libro resulta transparente: ella ama a Raúl y rechaza a Fidel. El Raúl de su infancia, su compañero de juegos, era un muchacho atento y bromista, muy cariñoso con sus padres, capaz de sentir empatía por los demás seres humanos. Fidel, en cambio, siempre fue egoísta y carecía de sensibilidad ante el dolor ajeno.
Cuando Lina Ruz, en 1963, a los cincuenta y siete años, murió en casa de Juanita de un infarto fulminante, Raúl llegó destrozado. Poco después, duro e inquisitivo, arribó Fidel dando órdenes, sin permitirse una lágrima. El «Máximo Líder» no podía llorar. Esas despreciables muestras de debilidad no eran propias de los héroes históricos. Juanita rompió con él para siempre.
¿Por qué Juanita, en definitiva, decide enfrentarse a sus hermanos? Porque es católica y le parece terrible que Fidel y Raúl se dediquen a estatizar escuelas religiosas. Porque cree en la libertad de conciencia y rechaza la intervención de la prensa y la persecución de los adversarios ideológicos. Porque es demócrata y soñaba con un país políticamente plural, como habían prometido sus hermanos en todos los documentos firmados durante la insurrección. Porque no podía aceptar de buen grado que se erradicara la propiedad privada limpiamente ganada con el trabajo honrado.
Pero había más: desde el minuto inicial de la victoria, Juanita presenció muchos atropellos y trató de corregirlos rescatando inocentes de las cárceles e impidiendo, cuando pudo, algunos fusilamientos de personas que no habían cometido crímenes.
Finalmente, en 1961, una amiga, Virginia, esposa de Vasco Leitao Da Cunha, embajador de Brasil en Cuba -y luego canciller de su país- le hizo una proposición inesperada: que se reuniera con un importante agente de la CIA en México para intercambiar opiniones sobre la situación de la Isla y establecer alguna suerte de colaboración con la inteligencia norteamericana.
El viaje se produce en junio de 1961, con la excusa de que se propone visitar a su hermana Enma, y ahí surge «Donna», el nombre secreto con que la designará la CIA. ¿Qué esperan de ella? Nada que no esté haciendo: salvar perseguidos, cobijarlos, sacarlos del país.}
Para Washington, Juanita se había convertido en la puerta de escape de oposicionistas desesperados, algunos de ellos patrocinados por Estados Unidos. Todo esto sucede en medio de la Guerra fría, cuando resultaba evidente que Fidel y Raúl se habían aliado a la URSS, con el auxilio del KGB, para implantar el totalitarismo.
En 1964 los servicios secretos cubanos habían informado puntualmente a Raúl Castro de muchas de las actividades de su hermana Juanita. Raúl fue a verla y le explicó que ese comportamiento tenía que terminar inmediatamente. Juanita comprendió que debía marcharse del país. Era la última advertencia. Estaba a punto de ser apresada.
Juanita, en efecto, se fue de Cuba, pero con el objeto de continuar luchando. En sus memorias, con mucha justicia, califica de «bombazo» su rueda de prensa en México y su denuncia pública del régimen de Fidel. Evita los adjetivos insultantes, pero no la sustancia: Fidel ha traicionado a la revolución y ha establecido una despreciable tiranía.
El libro concluye con dos notas muy significativas. Una, es una cautelosa llamada al corazón de Raúl -«Muso» le decía familiarmente-, encaminada a recordarle que todavía tiene tiempo para rectificar e iniciar un cambio que ponga fin a esa pesadilla de incompetencia, miseria y opresión en que han sumido a los cubanos.
La otra, es una lista impresionante de los familiares directos de la familia Castro que han optado por exiliarse. Ella fue la primera en 1964, pero hoy los Castro radicados fuera de Cuba -hijos y nietos de sus hermanos, incluido Fidel-, muy críticos y desengañados, exceden de una docena. Nadie ha quedado a salvo del desastre. Ni siquiera ellos.
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