Ecuador: Gasto público y prosperidad
El Gobierno ha anunciado que utilizará 2.555 millones de dólares para reactivar la economía y reducir el desempleo (9,1%). Tanto los políticos como muchos empresarios parecen estar de acuerdo que una inyección de gasto público tendrá un “efecto multiplicador”: los constructores contratarán a más obreros, los obreros que serán contratados consumirán más y así sucesivamente.
Esto viene de la teoría keynesiana de que por cada dólar extra en gasto público resultará más de un dólar extra en actividad económica. ¿Hay evidencia que respalde esta teoría? El economista de Harvard, Robert Barro, considera que la evidencia empírica disponible no respalda la idea keynesiana del efecto multiplicador y que los programas de estímulo probablemente aumentarán el PIB por una cantidad que no superará el aumento en el gasto público.
Y es que el problema con la teoría de Keynes es que ignora un pequeño detalle: el gobierno no puede inyectar dinero a la economía sin quitárselo. Hay tres fuentes para financiar los aumentos en el gasto público: emisión de moneda, impuestos o deuda y en el caso de Ecuador, gastar el dinero de las empresas estatales. La primera opción suele derivar en alta inflación y como han mostrado varios economistas eminentes, también en alto desempleo.
La segunda opción, aumentar impuestos, implica retirar recursos del sector privado que las empresas hubiesen podido gastar en productos y trabajadores y colocarlo en el sector público. Aquí cabe la pregunta, ¿por qué asumimos que el sector público utilizará de manera más eficiente los recursos?
La tercera opción, endeudarse, significa que todo lo que se gasta hoy se financia con los impuestos que se cobrarán el día de mañana –después de las próximas elecciones–. La cuarta opción resulta en que las empresas estatales sigan siendo una especie de caja chica para el gobierno central, perjudicando la viabilidad de estas.
Nuestro gobierno ha optado por una mezcla de estas fuentes. Repatriar fondos implica aumentar la masa monetaria (opción 1), aumentar el gasto público significa que tarde o temprano habrá un paquetazo (opción 2) y que eventualmente crecerá la deuda (opción 3).
Aumentar el gasto público probablemente solo redistribuirá la riqueza existente, no la aumentará. Hay otras maneras en que el gobierno puede reactivar la economía. Muchos economistas respetados coinciden en que la Gran Depresión de los años treinta nos enseñó que el proteccionismo comercial, la inflexibilidad laboral y el aumento de los impuestos todos fueron factores que contribuyeron a agravar y alargar el estancamiento económico.
Por lo tanto, nuestro Gobierno podría ayudar mucho haciendo totalmente lo contrario: reducir unilateralmente los aranceles, flexibilizar el mercado laboral (por ejemplo, permitiendo la contratación por horas y no subiendo más el salario mínimo), simplificar el pago de impuestos y bajar las tasas tributarias. Eso ayudaría mucho más que un costoso plan de reactivación.
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